PASCUA
- DOMINGO VI A
(17-mayo-2020)
Jorge
Humberto Peláez S.J.
Sepamos dar razón de nuestra
esperanza
ü Lecturas:
o Hechos
de los Apóstoles 8, 5-8. 14-17
o I
Carta de san Pedro 3, 15-18
o Juan
14, 15-21
ü Cada
vez que leemos las páginas de la Biblia, nos sentimos cautivados por alguna palabra
o por una frase. Sentimos que nos ilumina alguna situación particular que
estamos viviendo. Las palabras que contiene la Biblia no son simples discursos
teóricos, sino que son Palabras de Vida. A medida que las interiorizamos vamos
avanzando por el camino del Señor.
ü Pues
bien, al leer los textos bíblicos de este VI domingo de Pascua, encontramos
tres mensajes que nos atraen particularmente y que iluminan este momento tan complejo
que vive la humanidad por el ataque de este enemigo invisible que es el Covid
19:
o Los
Hechos de los Apóstoles nos narran el encuentro de los apóstoles Pedro y Juan
con un grupo de samaritanos que acogen el anuncio del Señor resucitado.
o En
su I Carta, el apóstol Pedro motiva a los seguidores de Jesús para que estén
siempre listos a dar razón de su esperanza.
o El
evangelio de Juan nos comunica una conmovedora promesa de Jesús: “No los dejaré
desamparados; volveré a ustedes”.
ü ¿Qué
nos dicen estos textos? ¿Cómo nos inspiran en el contexto de esta amenazadora
pandemia? Empecemos por una breve exploración del relato de los Hechos de los
Apóstoles. En las lecturas que hemos escuchado en este tiempo litúrgico de
Pascua, hemos visto cómo va creciendo la Comunidad Apostólica. La semilla de la
fe es sembrada a través de la predicación de los discípulos del Señor resucitado.
Sus palabras van acompañadas de acciones milagrosas que devuelven la salud física
y espiritual a muchos enfermos.
ü En
la página evangélica concreta que estamos meditando, vemos cómo es anunciada la
Buena Nueva al pueblo samaritano. Recordemos que los líderes religiosos de
Israel miraban con desprecio a los samaritanos pues consideraban que su fe en
Yahvé no se ajustaba a la ortodoxia oficial. El pueblo samaritano era discriminado
religiosa y socialmente.
ü Jesús
había ignorado estos prejuicios. Recordemos ese bellísimo diálogo con la mujer
samaritana; ella, sorprendida, le dice: “¿Tú, judío, me pides de beber a mí,
que soy samaritana?”. Jesús pasó por encima de esta barrera de discriminación e
iluminó con la luz de la fe la vida de esta mujer y la de sus familiares y
vecinos.
ü Pedro
y Juan siguen el ejemplo de Jesús y se acercan a esta comunidad. Leamos el
texto de los Hechos de los Apóstoles: “Cuando los apóstoles, que estaban en
Jerusalén, se enteraron de que en Samaria habían acogido la Palabra de Dios,
les enviaron a Pedro y a Juan, quienes bajaron hasta allí e hicieron oración
por los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo”.
ü La
Buena Nueva del Señor resucitado debe ser anunciada a todos aquellos que quieren
escucharla. No podemos establecer categorías, abrir y cerrar puertas de manera
arbitraria. Más aún, la Iglesia en su servicio a la humanidad debe trabajar con
todas aquellas personas y organizaciones con las que comparte unos valores
básicos de humanidad.
ü El
coronavirus tiene y tendrá consecuencias arrasadoras para la economía mundial.
El desempleo y la pobreza se están multiplicando dramáticamente. Solo el
trabajo colaborativo entre los líderes mundiales podrá mitigar el impacto. No
es el momento de agitar banderas ideológicas o políticas.
ü Pasemos
ahora a la I Carta del apóstol san Pedro. Allí leemos unas inspiradoras
palabras: “Muestren con la santidad del corazón que Cristo es su Señor, y estén
siempre listos a dar razón de su esperanza a todo el que les pida una explicación”.
ü El
clima dominante en este momento es la incertidumbre, la desesperanza. Como seguidores
de Jesucristo, que triunfó sobre la muerte, no podemos unirnos al coro de
plañideras que lloran por los empleos perdidos. Eso no es un aporte. Tenemos
que llenarnos de coraje y, desde la posición que ocupemos en la sociedad (de lo
más básico hasta el vértice de las organizaciones), alistémonos para emprender
el retorno de una normalidad laboral, tomando todas las precauciones que exige
el cuidado mutuo.
ü Nuestra
fe en el Señor de la Vida nos impulsa ser ciudadanos propositivos, que
colaboramos con las iniciativas que construyen comunidad y que fomentan la
solidaridad. En estas semanas de encierro obligado, hemos visto surgir muchos
proyectos inspirados en la filantropía. Unámonos a ellos. Invitemos a nuestros
amigos. Ese será el modo concreto de poner en práctica la invitación que nos
hace el apóstol Pedro: “Estén siempre listos a dar razón de su esperanza”.
ü El
texto de evangelista Juan recoge unas palabras de Jesús en la Última Cena que
nos animan y motivan: “No los dejaré desamparados”. Ciertamente, las
incertidumbres son infinitas y los temores nos agobian. Pero en medio de la
noche brilla una luz muy potente. No estamos solos. El Señor camina junto a nosotros.
Fortalecidos por la gracia e iluminados por el Espíritu Santo, todos juntos
debemos buscar las mejores soluciones para poder retornar poco a poco a la normalidad
y hacer un balance de las lecciones que nos deja esta pandemia. Sería lamentable
que la vida siguiera igual y regresáramos a las viejas prácticas corruptas y al
afán desenfrenado de lucro. El coronavirus nos ha obligado a mirar de frente
otras realidades que no estaban en la agenda de los líderes políticos y empresariales.
ü Al
terminar esta eucaristía en la que participamos a través de la TV, quedémonos
en casa con estos tres mensajes:
o Apertura
de mente y corazón para que, libres de prejuicios, trabajemos junto con otros
por el bien de la comunidad.
o Ante
las voces tristes y pesimistas de muchos, tengamos una palabra de ánimo y
esperanza.
o No
estamos solos. El Buen Pastor nos guía y nos conduce. Con Él a nuestro lado,
nada podemos temer.