EL
CONSUELO DE LA VERDAD
Domingo
6º de Pascua
“Felipe
bajó a la ciudad de Samaría y les predicaba a Cristo. El gentío escuchaba lo
que decía, porque habían oido hablar de los signos que hacía… La ciudad se
llenó de alegría” (Hech 8, 5-8).
Jesús había
enviado a sus discípulos a ser sus testigos en Jerusalén, en Judea y Samaría y
hasta los confines de la tierra (Hech 1,8). Algunos samaritanos habían acogido
a Jesús y otros le habían negado hospedaje. Un leproso samaritano se habìa mostrado
agradecido a Jesús, que lo había curado.
Los samaritanos
eran considerados como enemigos de los judíos. Pero ahora, la misión de Felipe llena
de alegría a toda aquella ciudad. El esparce una siembra, cuyos frutos
recogerán los apóstoles Pedro y Juan al imponer las manos a los que han
escuchado el mensaje y reciben el
Espíritu.
El texto marca un
itinerario para la misión. Tambien hoy, hemos de estar dispuestos a dar razón
de nuestra esperanza, con delicadeza y con respeto, como nos lo pide la primera
carta de Pedro (1 Pe 3,15).
LA PRUEBA DEL
AMOR
El
evangelio que hoy se proclama (Jn 14,15-21) nos sitúa de nuevo en el escenario de
la última cena. Entre las palabras de despedida, Jesús deja un mensaje muy
rico:
•
En primer lugar ofrece a sus discípulos la señal definitiva de la sinceridad
del amor. No son las palabras las que cuentan, sino las obras. La prueba de su
amor al Maestro ha de ser el cumplimiento de sus mandatos.
•
Consciente de que sus seguidores se sentirán huérfanos, Jesús les promete volver
y acompañarlos. Sin embargo, no lo verán los que viven con el espíritu de la
mundanidad, del que ahora habla el papa Francisco.
•
Por otra parte, los discípulos de Jesús no deberán esperar bienes terrenos como
recompensa a su amor. Si aman de verdad a Jesús y guardan sus mandatos, serán
también amados por el Padre de los cielos, al que Jesús ama y se manifestará.
EL DEFENSOR Y ABOGADO
En realidad, Jesús parece preocupado por
la sensación de orfandad que pueden vivir sus discípulos. Los de la primera
hora y los de todos los tiempos. Por eso introduce en su discurso una promesa
que seguramente no esperaban:
• “Yo
pediré al Padre que os envíe otro Paráclito”. Esa palabra griega puede
traducirse como Abogado o Consolador. En
el discurso de las bienaventuranzas, Jesús había dicho que los que lloran serán
“consolados”. Este anuncio evoca aquella promesa.
•
“Él estará siempre con vosotros”. Antes de su nacimiento Jesús había sido anunciado
como el Emmanuel, que significa “Dios
con nosotros”. En su despedida dirá “Yo estaré con vosotros todos los días”. Este
otro Consolador, hará sentir la presencia del Señor.
•
“Será el Espíritu de la verdad”. Para el evangelio, la verdad no es solo un
conjunto de certezas. En el mismo evangelio de Juan se dice que “la gracia y la
verdad nos han llegado por Jesucristo” (Jn 1,17). El Espíritu habrá de revelar el
don gratuito de esa verdad.
-
Señor Jesús, tú conoces nuestras tentaciones. Tememos la soledad más que al
error. Estimamos nuestros intereses más que tus mandamientos. Y valoramos
nuestra libertad más que tu amor y el del Padre celestial. Envíanos tu
Espíritu, para que non ayude a cambiar nuestra mentalidad y nuestras opciones
de vida. Amén.
José-Román
Flecha Andrés