PASCUA
– DOMINGO DE PENTECOSTÉS A
(31-mayo-2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Pentecostés,
una nueva creación
ü Lecturas:
o Hechos
de los Apóstoles 2, 1-11
o I
Carta de san Pablo a los Corintios 12, 3b - 7. 12-13
o Juan
20, 19-23
ü Como
su nombre lo indica, Pentecostés es la culminación del tiempo de Pascua
(cincuenta días), cuyo sentido teológico debe ser leído como un todo, junto con
la Resurrección y la Ascensión. Pentecostés no es, pues, una fiesta litúrgica
independiente. La totalidad del misterio pascual comprende estas tres grandes
festividades: Resurrección, Ascensión y Pentecostés. El don del Espíritu Santo
es el inicio de la vida de la Iglesia. Los invito a que repasemos brevemente
cada uno de los textos litúrgicos, que nos iluminarán aspectos particulares de
esta celebración.
ü El
relato de los Hechos de los Apóstoles destaca aspectos muy ricos de este momento
fundacional de la Iglesia. Lo primero que aparece en este relato es la
dimensión comunitaria: “Cuando se cumplieron los cincuenta días y llegó la fiesta
de Pentecostés, estaban reunidos todos los discípulos”. La comunidad es el
lugar teológico donde se manifiesta el Espíritu. Mediante el bautismo nos incorporamos
a la comunidad eclesial y dentro de esta comunidad se nos comunica la gracia
mediante los sacramentos. En comunidad confesamos nuestra fe; en comunidad
escuchamos la Palabra; en comunidad oramos; en comunidad nos alimentamos con el
Pan de Vida.
ü Es
importante destacar la importancia de la dimensión comunitaria o eclesial de la
fe frente a un individualismo que viene de la Reforma Protestante, y que es
reforzado por la ideología del Capitalismo que sitúa al individuo en el centro
y, en consecuencia, promueve una comprensión de la fe cristiana como algo puramente
individual y confinado al ámbito de lo privado.
ü Un
segundo rasgo muy notable en este relato de los Hechos de los Apóstoles son los
fenómenos auditivos y visuales que lo acompañan: ruido, viento huracanado,
lenguas de fuego. Recordemos que estos fenómenos hacían parte de las Teofanías
o manifestaciones solemnes del poder de Dios. Estas Teofanías aparecen en el
Antiguo y en el Nuevo Testamento (Monte Sinaí, Bautismo de Jesús,
Transfiguración).
ü Después
de recibir los dones del Espíritu Santo, los discípulos empezaron a hablar en
las diversas lenguas de los judíos procedentes de otros países que se encontraban
en Jerusalén con motivo de las fiestas religiosas. Esto significa que la Buena Nueva
del Señor resucitado es comunicada a todos los pueblos de la tierra.
Pentecostés es el punto de partida de una evangelización que superará todas las
barreras geográficas, políticas y culturales.
ü En
el Salmo, la asamblea de los fieles repite una petición de profundo significado:
“Envía tu Espíritu, Señor, y renueva la
faz de la tierra”. Es de tal magnitud la fuerza transformadora del Espíritu,
que podemos hablar de una nueva creación Los visitantes de Jerusalén no podían
creer lo que estaban viendo: “Llenos de asombro y admiración decían: ¿No son
galileos todos esos que están hablando”? Los dones del Espíritu Santo los
habían transformado; eran seres nuevos, llenos de sabiduría y elocuencia;
habían dejado atrás el miedo que los paralizaba.
ü En
su I Carta a los Corintios, san Pablo reflexiona sobre otra manifestación de la
acción del Espíritu Santo: la diversidad de carismas, ministerios y vocaciones
para el bien de la comunidad. Cuando recorremos la historia de la Iglesia, podemos
reconocer cómo el Espíritu Santo ha inspirado a innumerables mujeres y hombres
para responder adecuadamente a los retos del momento. Hace dos mil años, el Espíritu
transformó a un puñado de galileos e hizo de ellos valientes testigos del Evangelio.
Y así seguirá actuando el Espíritu hasta el final de los tiempos.
ü Pasemos
ahora a la Secuencia de Pentecostés, que es un hermoso texto que se remonta a
finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII, y se atribuye a un arzobispo
de Canterbury. Consta de cinco estrofas; llamo la atención sobre la segunda estrofa,
porque expresa los sentimientos de muchos de nosotros en estos tiempos de
pandemia:
Ven,
dulce huésped del alma,
Descanso
de nuestro esfuerzo,
Tregua
en el duro trabajo,
Brisa
en las horas de fuego,
Gozo
que enjuga las lágrimas
Y
reconforta en los duelos
ü En
estos tiempos tan duros que estamos viviendo, en los que enfrentamos a un
enemigo invisible sin tener las medicinas que nos permitan dar la batalla,
necesitamos los dones del Espíritu Santo para saber comportarnos adecuadamente
en unas condiciones de vida absolutamente inéditas. En particular, pedimos el don de la sabiduría para que sepamos comprender
en profundidad los cambios que se están dando en el mundo y las reformas radicales
que requiere el sistema socio-económico y el cuidado de la casa común. También
pedimos el don de fortaleza para no
dejarnos vencer por el desánimo y el pesimismo ante el elevado número de víctimas
y el colapso de la economía con la pérdida de millones de empleos en todo el mundo.
ü Finalmente,
el relato del evangelista Juan pone de manifiesto que Pentecostés significa el envío misionero: “Así como el Padre me
envió, los envío yo a ustedes”. Esta misión no es solo para los Obispos y
sacerdotes. Es una responsabilidad de todos los bautizados. Debemos proclamar
la alegría del Evangelio: el Señor resucitado está en medio de nosotros, y el Espíritu
Santo acompaña a la Iglesia en su camino de discernimiento.