Un Dios humano y sencillo

 

La idea de Dios sigue siendo algo tan supeditado a nuestros criterios, intereses, necesidades a tal punto que, resultan tantos dioses como mentalidades y genialidades existen. El problema es que a dios lo hacemos a nuestro tamaño y mezquindad. Y un dios así, ya no es Dios. Es el dios ídolo, el dios fantasma, el dios caricatura. Por eso habrá tantos ateos que rechazan estos dioses y construyen el propio.

El Dios bíblico es cercano, humano y sencillo. Su cercanía la evidenciamos en el Amor: “Tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo”. Su humanidad nos es palpable y sensible, tanto, que nos dio a su Espíritu para enseñarnos, por su fuerza, a realizar nuestra propia humanidad. Y su lenguaje es sencillo, diáfano como torrente en crecida que va abriendo brecha en nuestras propias vidas.

El rostro del Padre es Jesucristo. “Quien me ve, ve al Padre”, le explica Jesús a Felipe. Ver a Jesús es abrir los ojos y encontrarlo en el más pobre, en el enfermo, en el “descartado”. Su rostro se confunde con el dolor curtido y sangrante de toda herida humana, de toda pasión sacrificada, de toda Cruz en hombros debilitados por el cansancio o la desesperación. Pero su rostro ilumina, transforma, aliviana el peso.

Y el Espíritu está en las fronteras-límite de nuestra humanidad deshecha en proceso de reconstrucción. Cuando nuestra cultura comienza a perder su identidad y nos va dejando a la vera del camino al vaivén de los  juegos terriblemente egoístas del mercado y del poder y de la idolatría, entonces es el Espíritu quien comienza a reanimar los tejidos últimos de nuestra propia dignidad, a darles esperanza y sentido a nuestra existencia.

Cochabamba 07.06.2020

jesús e. osorno g. mxy

jesus.osornog@gmail.com