Luz para todas las gentes

 

Nos horroriza la oscuridad. El proceso, ya largo, para generar la luz nos ha convertido en seres mal-agradecidos con la luz. “Tú que ves, ¿qué has hecho de la luz?”, nos cuestionan los invidentes. Desperdiciamos la luz. Incluso, escondemos la luz o, peor, nos escondemos de la luz para refugiarnos en sombras de muerte. Muchas veces, la luz nos ciega. Y otras tantas, nuestro interior está en la total oscuridad.

La fiesta de los reyes es la fiesta de la luz. “Vimos su estrella”. Y la siguieron… cuántos también la vieron y ni siquiera la distinguieron. Y cuántas estrellas en nuestro camino que hemos rechazado, o simplemente ignorado. Somos hijos de una estrella. Nuestro camino está marcado de luz. Me gusta más decir, somos luz. No nos han dado a luz. ¡No! Se ha prendido el interruptor y se hizo la luz.

En el relato de los Reyes Magos hay un detalle que se nos pasa, muchas veces, desapercibido. Cuando llegan a Jerusalén para averiguar en dónde tiene que nacer el Mesías, se les pierde la estrella. Allí, en esa ciudad, no hay luz: Ni en las mentes, ni en el corazón, ni en sus dirigentes, ni en la población en general. Viven su vida, sus intereses, su comodidad, su pasado. Se perdió la luz. ¡Qué horror! Gentes sin luz.

Y al salir de aquel laberinto de oscuridad, vuelve la estrella a encaminar su ilusión. Y los va guiando hasta donde está la Luz por excelencia. Una luz que es paz, justicia, verdad, libertad. Es decir, es una luz que nos trae en sí misma los secretos de la nueva humanidad hecha de luz, de sacrificio, de pasión por el hermano. Para llevar esa Luz a su tierra, se les pide esquivar su paso por la ciudad y abrirse a nuevos caminos para todas las gentes.

Cochabamba 05.01.20

jesús e. osorno g. mxy

jesus.osornog@gmail.com