HOMILIA DE MONS. RUBEN OSCAR FRASSIA
SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Diócesis Avellaneda Lanús sitio oficial
Queridos hermanos:
Esta Fiesta, esta
Solemnidad, es tan profunda, tan rica, donde el Señor consolida, afirma la
presencia de lo divino en lo humano, la presencia de lo eterno, de lo absoluto,
en lo temporal.
Y cómo Dios, al hacerse
uno de nosotros menos en el pecado, al santificarnos con su presencia, al
humanizarnos, nos convierte y convierte nuestra realidad de temporal a lo
trascendente, de lo limitado a lo infinito, de lo pequeño a lo grande; cómo
Dios nos transforma con su presencia.
Y la manera de
transformar es que toda nuestra existencia tiene que estar sintetizada,
colmada, rodeada de lo que es el amor de Dios, al amor a Dios y el amor a
nuestros hermanos. Y la síntesis es el Corazón - el corazón es el centro de
nuestra interioridad, de nuestra existencia, de nuestra cultura, de toda la
vida humana- y comúnmente solemos decir “esta persona tiene un buen corazón” o
“esta persona tiene un mal corazón”; es así que la presencia del amor infinito
del Padre hacia el Hijo y del Hijo hacia el Padre, encontrando en el Hijo todo
lo que el Padre nos quiere revelar, nos da esa fuerza de su misericordia. Saca
nuestras miserias, nos reviste de su misericordia; saca nuestras oscuridades,
nos reviste de su luz; saca nuestros egoísmos, nos reviste de su amor.
Es importante creer que
la gracia es capaz; la gracia de Dios puede en nosotros; no podemos resistirle
al amor de Dios, por eso cuando Dios no está en nuestro corazón no hay paz, no
hay equilibrio, no hay luz, no hay bondad.
La presencia del amor
infinito de Jesús va como purificándonos, pero a la vez Él también sabe que
estamos heridos; heridos en nuestra historia personal, heridos en nuestra
historia familiar, heridos ante tantos acontecimientos en la vida, pero Dios va
sanándolos ¡es bálsamos, es ungüento, suaviza nuestros dolores! Por eso es
importante reconocerlos pero ponerlos en presencia de Dios.
A la vez hay algo que
también nos da y tenemos que aprender, ¿saben a qué?, a pedir perdón, a
arrepentirnos, pero también a perdonar a los demás. Cuando uno perdona se
disuelven los conflictos; cuando uno sigue enquistado y anudado en el problema,
no lo resuelve jamás. Hay que pedir perdón, hay que perdonar y hay que vivir en
el amor.
Confiemos hoy: Sagrado
Corazón de Jesús, en Vos confío, en Vos confiamos, Sagrado Corazón de Jesús tu
amor es irresistible, tu amor es invencible, ¡Tú puedes en nosotros! Y hoy se
lo pedimos con mucha fuerza, con mucha intensidad, porque hoy el Señor quiere
transformar nuestra vida, transformar nuestro corazón, ese corazón de piedra
quiere hacerlo un corazón de carne y siempre cuando hay un corazón de carne hay
sufrimiento, hay padecimiento, hay dolor pero también hay gozo, alegría y paz.
Pidámosle al Señor por
este mundo que está hoy crucificado ante tantos dolores, dolores por la
enfermedad, incertidumbre por el trabajo; el tendal de problemas que va a haber
en nuestro país por esta situación será tremendo, pero que la fe y el Corazón
de Dios nos den fuerza para seguir viviendo en su presencia.
Que así sea.-