XII
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
La
gracia sobreabundante genera audacia en la misión
Como ovejas sin pastor
El domingo pasado indicaba el Evangelio que, ante la
falta de pastores, es preciso rogar a Dios para que envíe obreros a su mies y
pastores a su rebaño, pues la
tarea de orientar, guiar y alimentar a su pueblo es apremiante por
doquier y necesita personas capaces de liderar una transformación social de las
estructuras políticas y económicas del mundo. En esta coyuntura crítica de la
pandemia mundial salen a relucir cada vez más los intereses mezquinos, egoístas
e insolidarios sostenidos por los fanatismos ideológicos, de cualquier signo,
que se olvidan de los últimos, de los empobrecidos,
de los cansados y abatidos.
Personas de valía moral
Para orientar este mundo a la deriva, hacen falta
personas de valía moral, de
altruismo generoso y espíritu de sacrificio, con visión de largo alcance y
competencia intelectual, con capacidad de gestión y de atención a la
complejidad de los procesos humanos y, sobre todo, con la convicción moral de
construir sobre los grandes valores del respeto
a la vida y a la dignidad de toda persona desde su concepción hasta su
muerte natural, de la
libertad de todo ser humano, de la justicia que
garantice el bien común, de la solidaridad y
de la atención a los
últimos de la sociedad. Son los valores de raigambre cristiana. Ahora
es tiempo de testimoniar estos valores. Para los creyentes es tiempo de misión
evangelizadora. Y la tarea no es fácil. Pero hay que proseguir la misión.
Universalidad de la redención en Cristo
En este contexto viene bien el mensaje de universalidad
y de la misión evangelizadora de este domingo en la Iglesia. San Pablo, ante el
drama humano del pecado, en Rom
5,12-21, presenta la universalidad
de la redención en Cristo, contraponiéndola a la universalidad del
pecado desde Adán. Pablo quiere mostrar la fuerza liberadora de Cristo
transmitida a cada hombre gracias a una relación de solidaridad de Cristo con
el ser humano que se contrapone a la de Adán. El punto central de Pablo es el
siguiente: Sólo en Cristo
encuentra la humanidad el camino para salir de la esclavitud de la muerte. El
contraste Adán-Cristo, en la perspectiva paulina, tiene el único objetivo de
exaltar el papel salvífico de Cristo.
“Donde proliferó el pecado, sobreabundó la gracia”
Según San Pablo el pecado es la fuerza hostil a Dios,
que, introducida en el mundo da al hombre la muerte, pero la muerte no es sólo
la muerte física sino la privación de salvación, la muerte espiritual y la
separación de Dios. Adán es figura del que había de venir, figura suscitada por
Dios, pero imperfecta, para presentar las realidades espirituales antes del
Mesías. Lo que Pablo nos muestra no es una correspondencia exacta entre Adán y Cristo. Se trata
de una comparación
desproporcionada, pues la situación positiva es mucho más rica que la
negativa. "Cuanto
más" – dice la carta- . No se puede comparar el delito de un
hombre al don gratuito de Dios en Cristo. La eficacia de la gracia es muy
superior a la del pecado. Pablo pone en ello todo el énfasis al subrayar la incomparabilidad de lo comparado, pues "donde proliferó el pecado, sobreabundó la gracia" de la
vida en Cristo.
A todos nos ha tocado la gracia de Dios
No nos cansemos de testimoniar la perspectiva positiva de la
humanidad redimida y transformada por el Espíritu de Dios, la
orientación positiva hacia Dios, que formulara en su día K. Rahner, porque si
bien es verdad que todos pecaron, es
mucha más verdad que todos hemos sido tocados por la gracia de Dios en Cristo y en él se
encuentra el camino de la salvación. Y esta gracia sobreabundante que es Cristo
genera en nosotros la audacia y el coraje para enfrentarnos a todo mal y vencer
todo pecado. El proceso de la evangelización implica tomar conciencia de esta
realidad nueva de la Humanidad en Cristo que, aunque lleve su tiempo, se hará
realidad. Es verdad que cuesta tiempo, tanto en la breve trayectoria vital de
cada persona como en la lentitud secular de la historia de los pueblos y de las
civilizaciones. Pero no olvidemos que para Dios mil años son un ayer que pasó y
que su gracia transformadora es imparable.
La misión de los Doce es la misma que la de Jesús
En el ahora del tiempo histórico estamos en misión.
Jesús ya contaba con ello y por eso creó el grupo de los Doce, abierto a sus
sucesores y a la universalidad, para que desempeñaran una misión que duraría
siglos. De esta misión evangelizadora trata el Evangelio de hoy. El segundo discurso de Jesús en
el evangelio de Mateo está dedicado a las instrucciones de los Doce acerca de
la misión para la
que han sido llamados (Mt 10,1-42). La llamada y la constitución de los Doce es para cumplir la
misma misión de Jesús, es decir, la de predicar la cercanía del Reino de Dios y
su justicia y la de realizar las mismas actividades que el maestro. Ser
discípulo es estar en comunión de vida y de destino con Jesús, y desempeñar su
misma misión evangelizadora.
La Misión es atender a los cansados y abatidos
Según el programa misionero de Jesús, y sólo para
empezar la misión, los discípulos son enviados a Israel, exactamente a las
ovejas perdidas de este pueblo, pero más tarde serán enviados a todas las
naciones. El evangelio subraya que los apóstoles se han de dedicar
principalmente al pueblo
cansado y agotado, que anda como un rebaño de ovejas sin pastor (Mt
9,36), a los que están extenuados y abatidos, a los enfermos, a los
pequeños y a los pobres (Mt 18,11.14). La función de los Doce es anunciarles la
cercanía del Reinado de Dios en ellos, esto es, comunicar que los últimos de la
sociedad, los que no cuentan, los marginados, los pobres y los indigentes son
los predilectos del amor de Dios y ocupan el primer puesto en la misericordia
divina.
Gratuidad y libertad en la comunión con los pobres
La tarea de los discípulos prolonga la actividad
mesiánica de Jesús, realizando sus mismos
signos y anunciando a los pobres la buena noticia de la salvación.
Para enfrentarse a los males que tienen atrapada a la humanidad abatida Jesús
advierte a los discípulos cómo deben de comportarse. Su nuevo estilo de
vida debe estar marcado por el signo de la gratuidad
y el don generoso de Dios, por una
gran libertad que les permita ir por el mundo
ligeros de equipaje, haciéndose pobres
como los pobres y libres de toda atadura.
La misión es vivir apasionadamente la entrega hasta en
medio de las persecuciones
Sin embargo el éxito de la misión no está garantizado:
el discípulo y misionero puede ser acogido o rechazado al igual que su maestro.
El verbo “entregar” (en
griego paradidomi: Mt
10, 17.19.21) es un hilo conductor del realismo de las instrucciones de Jesús,
como también lo es en el relato de la Pasión
del Señor. En la traición, el discípulo no debe defenderse. En el conflicto
familiar, el discípulo debe aguantar. En la persecución
y en la adversidad, el discípulo debe seguir anunciando con fidelidad el Reino de Dios
en la perspectiva de la venida del Hijo el Hombre, siendo consciente de que
todo misionero está llamado a compartir el destino de Jesús, el Señor.
No tener miedo a los perseguidores
El evangelio de este domingo es la última parte de este
discurso misionero y reitera la invitación a
no tener miedo a los perseguidores. Jesús infunde valentía,
audacia y coraje en los discípulos para afrontar las dificultades
inherentes al proceso de buscar el crecimiento del Reino de Dios y su justicia
en medio del mundo. La libertad del discípulo frente a las persecuciones y a
las hostilidades se
fundamenta en la confianza firme en el Padre, en la voluntad de Dios, según la cual
no hay nada oculto que no deba ser revelado, y sobre todo en su gracia derramada sobreabundamente sobre
los discípulos y misioneros.
La persecución forma parte de la vida del discípulo
Esa firme confianza en Dios es la que manifiesta Jeremías en medio de la
gran tribulación y de las persecuciones en las que está inmerso (Jer 20,10-13). Su
misión profética le acarrea un sufrimiento
extremo. La persecución forma parte de la vida del discípulo de Jesús. El
papa Francisco nos recuerda que hoy la Iglesia es más perseguida incluso que en
la primitiva Iglesia y el número de mártires también es mayor.
Al único que hay que temer es a Dios
La segunda invitación es a no temer a quien puede hacer
perecer el cuerpo pues los misioneros sólo
tienen que temer verdaderamente a Dios. Por último la confianza en Dios que
vela continuamente por los suyos es la que libera de todo temor. La gracia de
Dios genera audacia, valentía, confianza y firmeza en medio de las
tribulaciones.
Audacia y coraje en la misión
Desde la experiencia misionera y en el contexto del
trabajo cotidiano con gentes extenuadas y abatidas, con jóvenes y niños pobres
y marginados, podemos asegurar que la palabra de este discurso de misión se
cumple día tras día y que la alegría de saber que Dios tiene contados hasta los
pelos de nuestra cabeza nada ni nadie nos la puede quitar. Así pues… ¡No tengamos miedo!...
sino audacia y coraje, pues donde proliferó el pecado, sobreabundó la
gracia. Gracias y ánimo a todos los que participan en la
iniciativa de la Cruzada por la Vida en Santa Cruz de la Sierra, equipos de
voluntarios que visitan a todas las familias en sus domicilios para hacer
frente a la pandemia.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor
de Sagrada Escritura