TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XV A
(12-julio-2020)
Jorge
Humberto Peláez S.J.
¿Cómo actúa la Palabra de
Dios en nosotros?
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 55, 10-11
o Carta
de san Pablo a los Romanos 8, 18-23
o Mateo
13, 1-23
ü Las
lecturas de este domingo nos explican cómo actúa la Palabra de Dios en cada uno
de nosotros. Este tema teológico tan profundo es desarrollado mediante dos
imágenes muy sencillas llenas de sentido, particularmente para quienes ejercen
las actividades agrícolas. Las dos imágenes son la lluvia y la semilla:
o La
lluvia es portadora de vida. Cuando los científicos exploran el espacio con la
ayuda de potentes telescopios, uno de sus principales objetivos es identificar
si en esos lejanos mundos hay agua, pues ésta ofrece las condiciones para el
desarrollo de la vida.
o En
su pequeñez, la semilla contiene un enorme potencial para producir los nutrientes
que son esenciales dentro de la cadena de la vida.
ü A
través de estas dos imágenes, la lluvia y
la semilla, que son clave para desatar los procesos de la vida, se nos explica
que la Palabra de Dios no es un discurso conceptual, sino que es el detonante
de procesos de conversión, sensibiliza a la acción del Espíritu Santo, inspira nobles
proyectos de solidaridad, nos permite conocer el plan de Dios y nos abre a la
gracia. El profeta Isaías describe hermosamente la acción eficaz de la Palabra de Dios en nosotros: “La Palabra que
sale de mis labios no vuelve a mí sin producir efecto, sino que realiza lo que quiero
y lleva a término mi encargo”.
ü En
esta meditación dominical, los invito a profundizar en la parábola del sembrador, que ilumina esta reflexión sobre la acción
de la Palabra en cada uno de nosotros. Jesús, formidable pedagogo y comunicador,
transmite poderosos mensajes a través de la figura del sembrador, cómo hace su
tarea, las diferentes condiciones del terreno y los factores que inciden en el resultado
final de la cosecha. Aunque muchos de nosotros vivimos atrapados en las ciudades,
dejémonos interpelar por estas realidades de la vida campesina.
ü En
primer lugar, analicemos la figura del sembrador. El sembrador por excelencia
es Jesucristo, como lo expresa san Juan en el Prólogo de su Evangelio: “La
Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”. Se hizo hombre para sembrar la
semilla del Reino de Dios y comunicarnos la vida divina. ¿Cómo sembró la
semilla del Reino? Mediante sus enseñanzas y milagros, el testimonio de su vida
y, fundamentalmente, a través de su muerte y resurrección.
ü Jesucristo
es la plenitud de la revelación, el supremo sembrador. Ahora bien, la Biblia
nos enseña que Dios actúa y se manifiesta de muchas maneras y a través de múltiples
instrumentos: personas, experiencias de vida, etc. Cada uno de nosotros puede
identificar con claridad cuáles son aquellas personas que más nos han inspirado
y cuáles son aquellos momentos en los que hemos tomado las decisiones que han
marcado el rumbo de nuestra vida.
ü Quiero
referirme a dos categorías de personas que influyen decisivamente en la vida de
todos los seres humanos: los padres de
familia y los educadores. Ellos son actores principalísimos de nuestro
desarrollo humano como sembradores de valores, actitudes y conocimientos. Tienen
una gran responsabilidad en la construcción del proyecto de vida de las
generaciones jóvenes.
ü ¿Cómo
se ejerce este oficio de sembrador? Loa padres y los educadores realizan su oficio
de sembradores mediante la palabra y el ejemplo. Hay que vigilar atentamente la
coherencia entre lo que decirnos y lo que hacemos. Los niños son penetrantes
observadores e inmediatamente identifican las inconsistencias de nosotros los adultos.
ü En
la sociedad actual, las redes sociales juegan un papel importante en la
formación de la opinión pública. Por ellas circula, sin filtro alguno, todo
tipo de información. Hay que reconocer que los padres de familia pueden ejercer
una vigilancia muy limitada sobre las redes sociales en las que participan sus
hijos.
ü En
la parábola del sembrador se describen las condiciones diversas de los terrenos
en los que el sembrador deposita sus semillas: “al borde del camino”, “terreno pedregoso”,
“entre zarzas”, “tierra fértil”. A través de esta sencilla descripción tomamos conciencia
de la diversidad de condiciones personales, culturales, socio-económicas y
experiencias vividas que constituyen el bagaje de cada individuo. Es obvio que
la semilla de la Palabra de Dios y las semillas de los valores y de las
actitudes necesitan unas condiciones favorables para que puedan germinar,
desarrollarse y dar frutos abundantes.
ü Por
eso es muy importante realizar un cuidadoso acompañamiento de los niños y
jóvenes. Así como el agricultor debe revisar todos los días su cultivo para que
no lo invadan las plagas, también los padres de familia y educadores no pueden
bajar la guardia. Un hermoso proyecto de vida puede arruinarse por la acción
perniciosa de agentes externos.
ü La
semilla de la fe es plantada en nuestras vidas cuando recibimos el sacramento
del Bautismo. Se inicia, entonces, un largo camino. Esta semilla debe ser
cuidada y protegida. Difícilmente podrá desarrollarse en un medio hostil o
indiferente a los valores espirituales. En la sociedad contemporánea,
fuertemente competitiva, vemos la necesidad de estar adquiriendo nuevos
conocimientos y desarrollando nuevas destrezas. Si no lo hacemos, es muy
probable que perdamos nuestro empleo. Infortunadamente, somos despreocupados respecto
a la formación religiosa y al cultivo de los valores espirituales.
ü Que
esta meditación sobre la forma como actúa la Palabra de Dios en cada uno de
nosotros, a través de los símbolos de la lluvia y la semilla, nos sacuda de nuestra
pasividad y nos permita avanzar en el crecimiento espiritual.