TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XVII A
(26-julio-2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
¡Señor,
danos sabiduría y discernimiento! ¡Estamos confundidos!
ü Lecturas:
o I
Libro de los Reyes 3, 5. 7-12
o Carta
de san Pablo a los Romanos 8, 28-30
o Mateo
13, 44-52
ü Cuando
leemos por primera vez y con un poco de prisa, los textos bíblicos de este
domingo, nos sentimos un poco desconcertados. La primera lectura es del I Libro
de los Reyes, y nos narra el sueño que tuvo el rey Salomón, en el que Dios le
decía: “Pídeme lo que quieras”; y Salomón le pidió sabiduría y discernimiento.
Luego leemos, en el evangelio de Mateo, las parábolas del Reino; en ellas,
Jesús explica a sus discípulos que el Reino de los Cielos es como un tesoro
escondido o como una perla de gran valor. Dos textos muy bellos, pero, ¿qué
tienen que ver el uno con el otro?
ü En
una segunda lectura, mucho más reposada, descubrimos que existe una sutil e
inspiradora conexión entre estos textos, que la liturgia de este domingo nos
propone: necesitamos la sabiduría y el discernimiento para identificar cómo se
manifiesta la voluntad de Dios en nuestras vidas. Necesitamos una mirada
penetrante y un oído muy fino para percibir esa voluntad de Dios (el Reino) que
se expresa de múltiples maneras en nuestra vida diaria. No esperemos
manifestaciones extraordinarias de Dios, pues normalmente nos habla a través de
los acontecimientos cotidianos.
ü Después
de este comentario general, vayamos al hermoso texto del I Libro de los Reyes.
El personaje central es el rey Salomón, que vivió hace tres mil años, quien nos
sigue fascinando por su sabiduría y sus riquezas, fuente de inspiración de novelistas
y directores de cine; y construyó el primer Templo de Jerusalén.
ü Este
Templo fue construido en el siglo X AC para albergar las Tablas de la Ley que había
recibido Moisés en el Monte Sinaí, y que acompañaron al pueblo de Israel en su
peregrinación por el desierto. El riquísimo Templo, que sustituyó a la sencilla
tienda que albergó a las Tablas de la Ley, fue cl centro de la identidad religiosa
y política de Israel. Fue destruido en el año 586 AC por los ejércitos del rey
de Babilonia, Nabucodonosor II.
ü En
el sueño que nos relata el I Libro de los Reyes, Dios le dice a Salomón: “Pídeme
lo que quieras”. Y Salomón responde: “Tendrás que dar a tu servidor un corazón
sensato para gobernar a tu pueblo y para discernir entre el bien y el mal”. Y
Yahvé le responde: “Haré lo que me pides: te doy la sabiduría y el discernimiento,
como nadie los ha tenido antes de ti ni los tendrá después”.
ü Sabiduría
y discernimiento. Dos herramientas de gran valor, no sólo para asumir funciones
públicas de gobierno, sino también para poder conducir la propia vida. Salomón
no pensó en su comodidad personal. Pensó en lo que él necesitaba para cumplir
la misión que Dios le había confiado.
ü La
sabiduría es el resultado final o punto de llegada de un camino largo y complejo,
que comienza con recoger información sólida, objetiva, respaldada por
evidencias, purificada de posibles contaminaciones. Esa información es procesada
y transformada por una reflexión crítica que establece conexiones y correlaciones,
analiza consecuencias, pesa costo-beneficio, compara con experiencias y lecciones
del pasado, consulta a personas sabias. Finalmente, toma las decisiones y asume
las consecuencias. En pocas palabras, este es el camino que sigue la sabiduría
humana. El creyente va más allá y se pregunta: A través de estos hechos, ¿qué
quiere Dios de mí?, ¿cuál es el camino que me está señalando? Cuando las conclusiones
a las que llega la sabiduría humana son iluminadas por la fe, hemos alcanzado
el discernimiento espiritual. En palabras de san Ignacio de Loyola en sus
Ejercicios Espirituales, el discernimiento nos permite buscar y hallar la
voluntad de Dios en todas las cosas.
ü El
Salmo 118 expresa el acierto que ha tenido Salomón al pedir los dones de
sabiduría y discernimiento: “El Señor es mi herencia; he resuelto guardar tus
palabras. Más estimo yo los preceptos de tu boca que miles de monedas de oro y
plata”.
ü Salomón
tenía claramente definida cuál era su escala de valores. Para él, lo más
importante era cumplir la exigente tarea que le había sido confiada, y para
ello necesitaba sabiduría y discernimiento. Lamentablemente, muchos de nuestros
dirigentes no dan la prioridad al servicio a la comunidad. Subordinan los
bienes públicos a sus objetivos personales.
ü Sigamos
avanzando en nuestra meditación dominical. El evangelista Mateo sintetiza las hermosas
catequesis sobre el Reino, en las que Jesús utiliza unas imágenes tomadas de la
vida diaria: “El Reino de los Cielos es como un tesoro escondido bajo tierra”,
“es como una perla de gran valor”. A través de estas imágenes nos está diciendo
que el Reino ya está en medio de nosotros; necesitamos descubrirlo; pasa desapercibido
par muchos. El Reino de Dios es Él, el Hijo Eterno encarnado, que vino para
redimirnos y comunicarnos la vida divina.
ü Por
el sacramento del Bautismo, nosotros ya poseemos las llaves que nos permite
acceder a ese tesoro. Delante de nosotros está Jesucristo resucitado: su Persona,
su mensaje, los sacramentos de la Iglesia. Como los discípulos de Emaús, necesitamos
los dones de sabiduría y discernimiento para identificar a ese viajero que
camina junto a nosotros. Necesitamos una particular sensibilidad interior para
decodificar su mensaje en medio de los ruidos de la vida diaria.
ü En
esta pandemia que nos tiene atemorizados, nuestro clima interior no es el más
adecuado para identificar los mensajes sutiles del Espíritu en nuestro
interior, pues estamos ansiosos, navegamos por un mar de incertidumbre, no sabemos
cómo ni cuándo terminará esta pesadilla. Por eso debemos pedir, con particular
confianza: Señor, danos sabiduría y discernimiento para abrirnos a tu Palabra y
acoger tu mensaje. Señor, estamos confundidos. Ilumínanos.