TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XVIII A
(2-agosto-2020)
Jorge
Humberto Peláez S.J.
Las matemáticas de Dios
son diferentes
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 55, 1-3
o Carta
de san Pablo a los Romanos 8, 35. 37-39
o Mateo
14, 13-21
ü La
inseguridad de las grandes ciudades nos ha obligado a cambiar los hábitos de
relacionamiento. En lugar de la cordialidad que manifiestan los habitantes de las
poblaciones pequeñas, se nos recomienda no hablar con desconocidos, pues podemos
ser víctimas de un atraco o nos pueden trasmitir el Covid-19. Son unas
relaciones sociales puramente defensivas; todo aquel que nos dirige la palabra
o nos pregunta la hora es visto como un atracador potencial.
ü Si
así nos comportamos los adultos, la situación que viven los niños es mucho más
complicada. Sus padres les repiten, una y otra vez, que no deben hablar con
extraños y, mucho menos, recibir regalos. Son innumerables las historias de
abusos sexuales y de adicción a las drogas que han resultado de estos
encuentros.
ü En
este contexto de unas relaciones sociales puramente defensivas y dominadas por
las sospechas, nos suenan muy extrañas las palabras del profeta Isaías pues
contrastan con los hábitos que hemos desarrollado. Leamos el texto de Isaías:
“Todos los que tienen sed, vengan a sacar agua, vengan los que no tienen
dinero. Lleven trigo de balde y coman, lleven vino y leche sin pagar nada”. Se trata
de un ofrecimiento muy extraño que genera sospechas. ¿Qué significa este
ofrecimiento? ¿Qué se espera a cambio?
ü Estas
palabras del profeta Isaías nos invitan a superar nuestras sospechas y
prejuicios. Dios es el que hace el ofrecimiento. No lo hace un político que
está interesado en conseguir nuestro voto. ¿Qué espera Dios a cambio? Nada.
Dios es la plenitud del ser. No necesita nada. Su ofrecimiento está motivado
por el amor infinito que nos tiene.
ü No
podemos juzgar nuestras relaciones con Dios siguiendo los parámetros de las relaciones
humanas. Nuestras acciones u omisiones están condicionadas por las respuestas
que recibimos: saludamos si el otro nos saluda; sonreímos si el otro nos
sonríe; llamamos a felicitar el día del cumpleaños si el otro me llamó cuando
fue mi cumpleaños.
ü Dios
no actúa así con nosotros. Él es el siempre fiel, a pesar de nuestras infidelidades;
Él nunca nos deja solos; somos nosotros los que nos alejamos de Él. Su amor y
su gracia son absolutamente gratuitos. Su
generosidad no tiene límites. Este es el mensaje central de la liturgia de este
domingo. El salmo 144, que acabamos de recitar, nos lo recuerda: “El Señor
es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es
bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”.
ü Esta
generosidad infinita de Dios para con nosotros es elocuentemente expresada por
el apóstol Pablo en su Carta a los Romanos: “¿Quién podrá separarnos del amor
de Cristo? Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los
ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo futuro; ningún poder creado podrá
separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”.
ü Pasemos
ahora al relato de la multiplicación de
los panes, narrado por el evangelista Mateo. Enriquece nuestra comprensión
de la generosidad infinita de Dios hacia nosotros, la cual no conoce límites.
ü La
situación es descrita en pocas palabras: se ha congregado una gran multitud que
desea escuchar a Jesús; la noche se aproxima; es un lugar despoblado, donde no
hay tiendas ni restaurantes. Como podemos ver, la situación es compleja.
ü Los
discípulos quedan desconcertados cuando escuchan las instrucciones de Jesús:
“No hace falta que se vayan. Denles ustedes de comer”. Ellos se miran perplejos.
¿Acaso Jesús no se da cuenta de la gravedad de la situación? ¡Solamente tienen
cinco panes y dos pescados!
ü Este
hermoso relato de la multiplicación de los panes contiene dos mensajes. El
primero de ellos tiene que ver con el estilo literario que utiliza, muy
parecido al relato de la institución de la eucaristía, en la última Cena; nos dice
el evangelista Mateo: “Tomó los cinco panes y los dos pescados, alzó la mirada,
bendijo los panes, los partió y se los dio a los discípulos”. Es como si esta escena
de la multiplicación de los panes fuera un anticipo de la cena eucarística, en
la que Jesús nos dejó como regalo el Pan de Vida y el Cáliz de Salvación.
ü En
segundo lugar, este relato de la multiplicación de los panes es una invitación
para compartir con nuestros hermanos lo que somos, lo que tenemos, lo que
sabemos. Cuando compartimos con los hermanos, no disminuyen nuestros recursos.
La lógica del Evangelio rompe la racionalidad de los expertos en logística; en términos
humanos, es evidente que cinco panes y dos pescados no podían saciar el hambre
de una multitud de cinco mil hombres, sin contar las mujeres ni los niños. Las matemáticas de Dios son diferentes:
cuando se comparte, no se resta; todo lo contrario; la solidaridad multiplica.
ü Que
esta meditación dominical nos inspire una oración de acción de gracias por los infinitos
beneficios que hemos recibido de Dios. Todo es don y gracia. Y tomemos
conciencia de que todo lo que hemos recibido de manos de Dios y las oportunidades
que hemos tenido son para compartir y ayudar a los demás.