TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XIX A
(9-agosto-2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
ü Lecturas:
o I
Libro de los Reyes 19, 9ª. 11-13ª
o Carta
de san Pablo a los Romanos 9, 1-5
o Mateo
14, 22-33
ü El
Diccionario de la Real Academia define el miedo
como “una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o
imaginario”. En este momento, la humanidad está sumida en un miedo colectivo. Y
el riesgo que corremos no es imaginario; cada día las cifras van en aumento.
ü Hasta
hace algunos meses, la palabra miedo
aparecía esporádicamente en nuestro lenguaje, pero ahora su presencia es constante.
En febrero y marzo, el coronavirus causaba estragos en otros continentes. Pero
ya lo tenemos en casa; personas cercanas a nosotros han resultado positivas y
algunas han muerto.
ü Ante
esta realidad en que nos encontramos, tenemos que superar el tabú cultural de
hablar de los miedos que nos atormentan. La cultura nos ha inculcado que los
miedos deben permanecer ocultos en nuestra intimidad, y si algo se filtra al
exterior, debemos minimizarlos. ¡Qué tontería! Expresemos con libertad nuestros
miedos: nos da miedo contraer el virus y transmitirlo a las personas que viven
con nosotros; nos da miedo acudir a una Clínica por una urgencia; nos da miedo
perder el empleo; nos da miedo que esta situación se siga prolongando indefinidamente.
ü ¿Por
qué introduzco este incómodo tema del miedo
en esta meditación dominical? Porque el Evangelio de hoy nos habla del miedo
que sintieron los discípulos cuando los sorprendió una tempestad en medio del
lago, y del miedo que se apoderó del apóstol Pedro cuando empezó a caminar sobre
las aguas, pero creyó que el viento lo iba a hundir.
ü El
evangelista Mateo rompe el tabú del miedo y nos comparte los sentimientos de los
discípulos de Jesús en medio de la tempestad. También nosotros debemos superar
este tabú; permitámonos expresar nuestros miedos e incertidumbres. Las preocupaciones
se hacen más llevaderas cuando las comunicamos. No pretendamos silenciar nuestros
temores. Millones de seres humanos están sintiendo lo mismo. A través de la conversación
busquemos juntos caminos de esperanza.
ü ¿Qué
dice Jesús a los atemorizados discípulos? “¡Calma, soy yo; no tengan miedo!”. ¿Qué dice Jesús a Pedro, que siente que se va
a hundir en las aguas del lago? “¡Desconfiado! ¿Por qué dudaste?”
ü Ignacio
de Loyola, hombre de profunda sabiduría espiritual, aconseja que debemos poner
todos los medios humanos como si el resultado dependiera de nosotros, y que después
dejemos todo en manos de Dios, como si todo el resultado dependiera de Él. ¿Qué
significa esto frente a la pandemia? Simultáneamente, debemos fortalecer nuestra
vida espiritual, y obrar con inteligencia y prudencia:
o La
sabiduría humana está de rodillas ante este enemigo microscópico. Somos capaces
de enviar naves a otros planetas, pero no podemos frenar a este virus. Dejemos
a un lado la prepotencia. Seamos humildes. Tenemos que reconocer nuestras fragilidades.
Somos vulnerables. Necesitamos que el Señor de la vida nos proteja y conforte.
El Covid-19 no respeta fronteras ni edades ni jerarquías sociales.
o Los
creyentes leemos nuestros temores y fragilidades desde nuestra fe en Jesucristo
resucitado, que es camino, verdad y vida. Con su ayuda lograremos salir
adelante. Nuestra fe no espera que, de manera milagrosa, aparezca la vacuna que
ponga fin a esta pesadilla. Sabemos que Dios actúa a través de sus criaturas.
Confiamos en el trabajo de los científicos y en la prudencia de los gobernantes.
o En
este momento, la única barrera eficaz es el auto-cuidado. Con unos
procedimientos muy simples podemos contener su expansión. Pero la gente piensa
que es problema de otros y que el virus no los va a afectar.
o Depende
de la prudencia humana corregir el modelo económico que ha causado daños irreparables
en el medio ambiente. Ojalá esta pandemia nos abra los ojos. El cambio climático
está causando desastres.
o Como
dice la sabiduría popular, “a Dios rogando y con el mazo dando”. Esto significa
orar para que Dios nos proteja y nos dé la sabiduría para tomar las decisiones
acertadas; y obrar de manera responsable poniendo en práctica la ética del
cuidado.
ü Que
esta sencilla meditación dominical, inspirada en los sentimientos de los discípulos
sorprendidos por una tormenta, nos ayude a no quedar paralizados por los miedos
y temores después de casi cinco meses de cuarentena:
o Busquemos
en la oración la fortaleza espiritual que tanta falta nos hace.
o A
través de la conversación compartamos nuestros sentimientos y démonos
esperanza.
o Promovamos
actividades que nos permitan conservar la salud física y emocional, que están amenazadas
por el confinamiento forzoso.
o Respetemos
estrictamente los protocolos de bioseguridad.
ü Perdamos el miedo a
hablar de nuestros miedos