Una mano nos sostiene
Es de noche. Nos asalta la tempestad. La mar está bravía, parece tragarnos.
La soledad nos sobrecoge. Comenzamos a ver fantasmas. En un mundo así,
gritamos, pataliamos, sufrimos. Lo único cierto que nos queda es esperar que
pase la noche. Se hace como un túnel. Con un agravante: No vemos. Estamos en la
mitad. Es igual mirar para atrás que para adelante. Solo el corazón dictamina
la solución.
Es el cuadro dantesco que nos describe el Evangelio de hoy. Los discípulos
van solos y el viento entorpece la mar. Jesús pasa como ‘fantasma’. Pedro
pareciera desafiarlo: “Si eres Tú, mándame ir a tu encuentro sobre las aguas”.
En confianza total, se tira y comienza a caminar. De pronto se hunde. Y una
mano lo sostiene. Es Dios que nos busca en la noche y se hace protección y
compañía.
¡Cuánta falta nos hace hoy esa mano! Tal vez nunca nos había tocado
afrontar tal marea de crisis, todas juntas o en dosis acumuladas que van
minando nuestra esperanza y nos convierten en víctimas de un destino desalmado
y torturante. El problema es que somos a la vez, víctimas y victimarios, es
decir, hemos creado nosotros mismos los fantasmas y somos ahora quienes nos
asustamos, víctimas de nuestro propio invento.
El Profeta Elías quería encontrar a Dios en la tormenta y Dios lo va
haciendo pasar por el terremoto, el
fuego y el viento… no está allí Dios. Está en el silencio del corazón. Dios es
siempre sorprendente, novedad total. Lleva a Elías a abandonar a su dios de terror
y se le hace encontradizo en lo más pequeño, allí en algún “rincón del alma”.
Tal vez eso nos falta para sentir la mano que
nos sostiene en medio de la crisis.
Cochabamba 09.08.2020
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com