Dios es pregunta

 

Existe una manera muy típica entre los llamados ‘creyentes’ de comunicarse con Dios. Se le hacen preguntas. Y no cualquier pregunta. Se le hace responsable de todos los males, se le atribuyen las causas del dolor, de las pandemias, de los fracasos económicos, de las ruindades afectivas. En Dios se depositan rencores, guerras. Y lo más grave, se le hace responsable del hambre y de las crueldades de todo orden.

No. Esto es una tergiversación de lo religioso, incluso, de la fe. Olvidamos algo fundamental: Dios es Palabra. Si es Palabra, es pregunta. La Biblia es una letanía de preguntas que hace Dios a la humanidad. El Génesis comienza con una pregunta de Dios al ser humano: “¿Dónde estás?” Y sigue otra más candente: “¿Dónde está tu hermano?” Para terminar el Evangelio de Juan con otra clásica: “¿Me amas?”

Jesús le pregunta a sus discípulos: “¿Qué dicen ustedes de Mí?” Es una pregunta que Dios hace a quienes optan por la escuela del seguimiento. Nuestra fe no es asunto de dogmas, de ritos, creencias. Nuestra fe es una persona: Jesucristo. Aceptar a esta persona en la vida, su estilo, su manera de relacionarse con los demás, la revelación del Padre y su programa del Reino, es lo que debe garantizar nuestra respuesta.

Jesús les pregunta a sus Apóstoles y sucesores qué piensan de Él. La respuesta incluye una manera de ser, de vivir. Actitudes nuevas de comportamiento, de trato a los demás, de testimonio y coherencia. Allí es donde los pobres van a leer el Evangelio. Si no hay un texto correcto, tampoco va a haber una respuesta correcta. Y cuando el texto se escribe con sangre, la lectura se hace transparente, convincente.

Cochabamba 23.08.2020

jesús e. osorno g. mxy

jesus.osornog@gmail.com