XIX
Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
El
ánimo del Evangelio frente al temor y la duda
Ante la
adversidad y la hostilidad
El evangelio de
este domingo es un impulso de vida y de alegría en el mar
de dudas, de dificultades y de hostilidades en que trascurre
habitualmente la vida de todo ser humano. Por eso el relato de Mateo acerca de
la travesía del mar de Galilea, en barca, contra viento y marea, puede
servirnos para reflexionar sobre todas las experiencias de adversidad y
de confusión que sentimos en nuestra vida, pues también en
el texto evangélico el mar es símbolo de hostilidad, de vientos
en contra y de zozobra de los discípulos, que representan a la Iglesia.
La
misión de ir a la otra orilla
El
evangelista Mateo relata la travesía contra corriente (Mt 14,22-33)
reproduciendo en la historia de Jesús lo que parece más propio de una escena de
encuentro de los discípulos con el resucitado en el entorno del mar de Galilea. Jesús
apremia a los suyos a ir a la otra orilla del mar, es
decir, al mundo de los paganos, de los no creyentes y alejados de la fe. La
otra orilla es lo que el papa Francisco llama “las periferias” del
mundo. Y esta es la gran misión de la Iglesia.
En
circunstancias de gran adversidad
De
noche y en medio del mar, estando los discípulos en la barca sobreviene una
tempestad de viento contrario. El viento contrario y el mar son símbolos de
las grandes adversidades y tribulaciones por las que tiene
que pasar la Iglesia. La palabra del Evangelio invita, por tanto, a ir a
la otra orilla, a los diferentes espacios que hay que evangelizar para transmitir,
como misioneros del amor y de la vida, la palabra que
surge del encuentro con el Señor Jesús y que invita a ir con él contra
corriente anunciando el mensaje de la paz, de la calma, de la tranquilidad y de
la salvación en este mundo caótico y abismal como el mar.
La
presencia alentadora de Jesús
En
el evangelio dominical, la presencia irreconocible de Jesús entre
las brumas de la madrugada infunde ánimo en medio de la confusión y suscita
valentía frente al miedo. Las palabras de Jesús: “¡Ánimo! Soy yo ¡No teman!” deben
ser el recuerdo continuo en la vida de los discípulos y misioneros ante las
adversidades que la Iglesia afronta en la enorme tarea de su misión
evangelizadora.
El
temor y la duda de este momento histórico
Pero
también la situación generalizada en la actualidad por todo el mundo es de temor
y de duda. El temor está
generado por el coronavirus, que se propaga, contagia, golpea y mata. Es un mal
que viene del maligno, el cual además desencadena una multitud de males, de los
cuales se aprovechan también algunos interesados en sacar un buen beneficio de
esta situación. Y las dudas son muchas,
pero la principal es hasta cuándo va a durar esta amenaza a la salud y a la
vida en el planeta. Según la dinámica de expansión que esto lleva, parece que,
hasta que aparezca y se suministre la vacuna eficiente contra el Covid-19,
seguiremos todos con el temor y con la duda. No nos cabe otra salida que aprender
a convivir con el virus.
El
mensaje de ánimo de parte de Jesús
Y
ahí es donde las palabras de Jesús tienen hoy de nuevo una fuerza
extraordinaria. “Ven”, “ánimo”, “no teman” siguen
siendo los mensajes de Jesús que
pueden avivar la esperanza, tan necesaria en el momento de la zozobra.
Lamentablemente entre los impulsados por el maligno están las ideologías
excluyentes que pretenden sofocar toda palabra de esperanza que proceda de la
vida espiritual y religiosa. Pero la voz de Jesús sigue resonando entre
nosotros y alentándonos con su espíritu regenerador de la vida.
La duda
de una fe deficiente
Además
el Evangelio de San Mateo relata
también la duda de San Pedro, el cual reclama más evidencias a Jesús. A Pedro
no le bastan los signos realizados hasta ahora por Jesús, ni el prodigio
admirable de haber participado activamente en el milagro del reparto del pan. Y
su titubeo en la fe le valió el reproche de Jesús. Pero Pedro
es el reflejo vivo de la deficiencia de la fe de la comunidad eclesial hasta
incluso teniendo delante al resucitado (Mt 28,17). De este Evangelio podemos
aprender que las múltiples dudas que hoy abruman y asustan a los creyentes y no
creyentes no debieran ahogar la voz del Señor Jesús que, en medio
de la noche, sigue llamándonos por nuestro nombre y nos
dice: ¡Ven! Y llama a las puertas de nuestra vida personal y nos dice: ¡Ven!
Concentrándonos
en la palabra de Jesús, podemos caminar
Cuando escuchamos
la voz del Señor Jesús, cuando su palabra es el centro de
nuestra atención y nos fijamos en ella, podemos caminar, como
San Pedro, hasta por encima de las aguas, lo cual es una prerrogativa divina.
En cambio, cuando nos fijamos sólo en las múltiples adversidades y vientos
contrarios, entonces, también como Pedro, podemos sucumbir. Lo más importante
sin duda de este Evangelio es la palabra de Jesús que nos dice: “Ven”.
Caminar por encima del mar es un símbolo de vida, de supervivencia, de
confianza y de seguridad. Esa seguridad emana de la fuerza que infunde la voz y
la palabra del gran maestro. En la foto que acompaña el artículo me he
permitido poner un recuerdo mío en la barca por el mar de Galilea. Con Jesús y
con los valores que él vivió y anunció se puede avanzar contra viento y marea.
La voz de Jesús es salvadora.
Espíritu
de diálogo, de libertad, de respeto y de servicio
Con
el diálogo abierto
entre las personas y los grupos sociales, con la libertad de expresión,
sin cortapisas, con el respeto a los otros, a
los diferentes, sean éstos pueblos, culturas, o posiciones políticas, con el
servicio a los últimos de la sociedad se
disiparán las brumas de la noche y caminaremos seguros, incluso
en medio del mar de dudas.
Pasar
del miedo a la esperanza, en virtud del Evangelio
También
la duda afecta a la
Iglesia, como a Pedro, e infunde miedo. En mi
trayectoria vital he visto cristianos, sacerdotes y laicos, con mucho
miedo. Miedo a apechar con las exigencias ineludibles de verdad, de
transparencia y de justicia que emanan del Evangelio. Miedo a la
radicalidad de vivir la libertad del Espíritu en la confrontación con la
mentira desde la denuncia profética. Miedo a salir a la intemperie y a navegar
mar adentro por los derroteros de la cultura moderna para ser en ella
como la levadura en la masa. He visto cristianos que no quieren ir a la
otra orilla, la de los no creyentes y alejados, la de los pobres y marginados,
por estar ensimismados en sus seguridades y preocupados por sí mismos.
Pero también veo mucha gente creyente que sigue la voz del Jesús, que
escucha su palabra y compromete su vida con los valores del Evangelio. Es la
Iglesia misionera y testimonial que
avanza en su barca y comunica vida, esperanza, consuelo en
el anuncio de un mundo en paz, de diálogo, de respeto, de libertad y de
justicia. Por ello hemos de decir también como los discípulos: ¡Aumenta,
Señor, nuestra fe! Que podamos reconocerte a ti, escuchar
tu voz y seguirte sólo a ti y sin miedos, pues tu voz y tu llamada es salvadora
en medio del mar de tantas dificultades y contrariedades.
La
Virgen María, modelo de fe y de esperanza
Sigamos
el ejemplo de la Virgen María, cuya
fiesta de la Asunción se celebra el día 15, que también escuchó la palabra de
Dios que le dijo: “No temas” cuando
se le hacía muy difícil entender la misión para la que había sido escogida. Sin
embargo en ella prevaleció el “Amén” de su fe por
encima de toda duda y se convirtió para nosotros en modelo de creyente y en
impulso vivo para que seamos misioneros de la vida y del amor y experimentemos
la alegría y la vitalidad de la palabra de Jesús hasta que podamos decirle: “Realmente
eres Hijo de Dios”.
José
Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura