LA ASUNCIÓN DE
LA SANTÍSIMA VIRGEN
Padre Arnaldo Bazán
LECTURAS:
PRIMERA
Apocalipsis 11,19a;12,1.3-6a.10ab
"Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció
el arca de su alianza en el Santuario. Una gran señal apareció en el cielo: una
Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce
estrellas sobre su cabeza. Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón
rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su
cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre
la tierra. El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para
devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La mujer dio a luz un Hijo varón,
el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue
arrebatado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde
tiene un lugar. Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: "Ahora
ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad
de su Cristo".
SEGUNDA
1a Corintios 15,20-27a
"Ahora bien, muchos son los miembros, mas uno el cuerpo. Y no puede el ojo decir a la mano:
"¡No te necesito!" Ni la cabeza a los pies: "¡No los
necesito!" Más bien los miembros del cuerpo que tenemos por más débiles,
son indispensables. Y a los que nos parecen los más viles del cuerpo, los
rodeamos de mayor honor. Así a nuestras partes deshonestas las vestimos con
mayor honestidad. Pues nuestras partes honestas no lo necesitan. Dios ha
formado el cuerpo dando más honor a los miembros que carecían de él, para que
no hubiera división alguna en el cuerpo, sino que todos los miembros se
preocuparan lo mismo los unos de los otros. Si sufre un miembro, todos los
demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en
su gozo. Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo".
EVANGELIO
Lucas 1,39-56
"En aquellos días, se levantó María y se fue con
prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de
Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de
María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo;
y exclamando con gran voz, dijo: "Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?
Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en
mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor!" Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y
mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la
humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán
bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su
nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le
temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio
corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los
hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel,
su siervo, acordándose de la misericordia como había anunciado a nuestros
padres en favor de Abraham y de su linaje por los siglos". María permanceció con ella unos tres meses, y se volvió a su
casa".
HOMILÍA:
Muy cierto que ni los evangelistas ni otros escritos del
Nuevo Testamento se refieren a este hecho singular, que por otra parte fue
creído y celebrado desde los primeros tiempos del Cristianismo.
No podemos olvidar que el Nuevo Testamento se fue formando a
partir de la segunda mitad del siglo I de nuestra era, por lo que es muy
posible que María, la madre de Jesús nuestro Redentor, muriera después que la
mayoría de sus libros se hubiesen redactado.
Por otro lado, la Iglesia nunca ha enseñado que lo que no
está contenido en la Biblia no pueda ser aceptado como una verdad de fe.
También ella cuenta con la transmisión de la Revelación divina de viva voz, que
es lo que llamamos la Tradición.
Tanto la Iglesia Católica como las iglesias separadas
conocidas como Ortodoxas, han mantenido la misma y
celebran esta fiesta con mucha solemnidad.
¿Qué inclinó a los cristianos de fines del primer siglo a
creer que Maria no había seguido el camino normal de
los mortales, que es aguardar al final de los tiempos para recibir el cuerpo
glorioso de los resucitados?
Pues que nunca se encontró su tumba, y desde temprano se
comenzó a propagar la noticia de que María tuvo que ser llevada en cuerpo y
alma al cielo.
Sobre esto tendríamos que aclarar que la asunción supone
también la resurrección, lo que significa que María primero resucitó y después
fue a gozar junto a su Divino Hijo de la gloria celestial, con un cuerpo
glorioso como el suyo.
Algunos santos padres destacan este hecho como algo
verdadero. Así, san Juan Damasceno dice: "Convenía que aquella que en el
parto había conservado su virginidad, conservara su cuerpo también después de
la muerte, libre de la corruptibilidad. Convenía que aquella que había llevado
al Creador como un niño en su seno tuviera su mansión en el cielo. Convenía que
la esposa que el Padre había desposado habitara en el tálamo celestial.
Convenía que aquella que había visto a su Hijo en la la
cruz y cuya alma había sido atravesada por la espada del dolor, del que se
había visto libre en el momento del parto, lo contemplara sentado a la derecha
del Padre. Convenía que la Madre de Dios poseyera lo mismo que su Hijo y que
fuera venerada por toda criatura como Madre y esclava de Dios”.
Como le dijo el ángel a María, “para Dios nada hay
imposible”, y el que la preservó de todo pecado para que fuera digna morada de
su Hijo, e hizo por lo mismo grandes cosas en ella, coronaría todos estos dones
que María recibió, haciéndola resucitar y ser llevada al cielo con el cuerpo
glorioso que un día poseerán también todos los salvados.
Si ella recibió, la primera de todos, en previsión de los
méritos de su Hijo, la gracia que El ganaría para todos nosotros, era lógico
que también recibiera, la primera de todos, la resurrección que su Hijo nos
daría a todos.
En su primera carta de los Corintios, san Pablo se refiere a
la resurrección en estos términos: "Así también en la resurrección de los
muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción; se siembra vileza,
resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza; se siembra un cuerpo
natural, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo natural, hay
también un cuerpo espiritual"(15,42-44).
Más tarde explicará el apóstol que nuestro cuerpo actual, por
ser terreno, animal, no tiene cabida en el Reino.
Tenemos, pues, que entender que María, en un momento dado,
murió y, al igual que Jesús su Hijo, fue sepultada, de
acuerdo a las costumbres de aquellos tiempos.
Luego no sabemos realmente lo que pasó. ¿Había muerto en casa
de Juan, a quien Jesús la entregó para que cuidara de ella? ¿Recibió el apóstol
alguna revelación de lo que había pasado con María? Si esto último ocurrió,
Juan se lo guardó para sí, pues no hay ningún testimonio escrito de lo ocurrido.
Lo cierto es que luego su sepulcro quedó vacío. Para los
incrédulos nada de lo que se ha dicho hasta ahora tiene valor alguno. No
podrían analizar, a la luz de la fe, lo que los textos bíblicos nos hacen
conocer de la grandeza de María, no por méritos propios, sino por los de su
Hijo.
Incluso hay muchos cristianos confundidos, que niegan
totalmente todos los dones recibidos por María, olvidando que en sus biblias se
dice textualmente que ella vaticinó que "desde ahora me felicitarán todas
las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí"(Lucas
1,48-49).
¿Habría negado el Padre este último don a quien había mirado
con tanto amor que la había adornado con tantas maravillas? ¿No es lógico
pensar que la mujer coronada del Apocalipsis, de la que leíamos en la primera
lectura, es María, que acompañó a su Hijo en los sufrimientos y en la muerte y
ahora también goza junto a El en el cielo, con un
cuerpo glorioso como el suyo? Esa es la fe de la Iglesia, que el papa Pio XII
declaró solemnemente en 1950.
Arnaldo Bazán