HOMILÍA
DOMINGO XX TIEMPO ORDINARIO CICLO A
Padre
Emilio Betancur
Excluir
es facil, incluir es un milagro.
No pocas exclusiones
son tan antiguas y tradicionales que hacen parte inconsciente de nuestra
historia personal, familiar, social y religiosa; sin caer en cuenta de lo
equivocado de cualquier actitud excluyente bien sea particular que
institucional. Las exclusiones no pueden seguir siendo definidas por la antigua
religión como las migajas que crecen en el suelo de la mesa de los pudientes
porque parten del destino, la suerte o voluntad de Dios que va desde el nacer
hasta el morir. Así se comete un daño irreparable a los pobres porque arruina
sus sueños, su dignidad y sus derechos condición del cumplimiento cabal de sus
deberes. Algunas exclusiones son estructurales porque su piedra angular es la
inequidad, el egoísmo y la avidez por el dinero; otras se originan en el color
la raza cultura, la ideología o la religión.
Pablo nos
acerca a la inclusión cuando nos cuenta, que Israel fue escogido como el hijo
predilecto de Dios, pero hizo una mala lectura porque quiso convertirse en hijo
único. Según la carta a los Romanos, “Dios por su amor, hará una nueva
inclusión de Israel, porque los dones de Dios son un llamado irrevocable,
inclusivo, una nueva resurrección, aun no habiendo sido rechazado por su
desobediencia”. ¿No será eso como la resurrección de los muertos?.
Leyendo desde
Pablo a Isaías, como debe hacerse, se define el templo como un lugar de
inclusión. “Esto dice el Señor: Velen por los derechos de los demás, practiquen
la justicia, porque mi salvación está a punto de llegar y mi justicia a punto
de manifestarse. A los que han adherido al Señor y a quienes se han mantenido
fieles a mi alianza los llenaré de alegría en mi casa de oración para todos los
pueblos”. (primera lectura).
Mateo subraya
dos solicitudes urgentes de inclusión, la del servidor enfermo del centurión
romano en Cafarnaum: (Mt 8,5-13) y la hija de la
mujer cananea del evangelio de hoy (Mt 15,21-28) “Señor ten compasión de mi
hija, Hijo de David” (evangelio). Su amor de madre le permite ver en el Hijo de
David el amor de su padre, Dios; le pide que para lo que a Israel está
disponible también puede ser para ella. Los discípulos le pidieron a Jesús que
la atendiera; Él les explicó que “había sido enviado no más que a las ovejas
perdidas de la casa de Israel” “Ella los alcanzó y se postro delante de Él
diciendo: ¡Señor ayúdame! queriendo decirle que no fuera excluyente sanando
solo a la gente de Israel. Él contestó no está bien quitarle el pan a los hijos
y dárselo a los perros” (evangelio). Los cananeos de la época de Jesús eran
considerados, marginados, paganos, y tratados como “perros” por los judíos”
Pero ella replicó: “Así es, Señor, pero los perros también comen de las migajas
que caen de la mesa de sus amos” (evangelio). La mujer cananea reformula la
petición para lograr su propósito; recordarle la importancia de los gentiles
sin cuestionar la prioridad de los hijos de Israel, Se trata del pan para unos
y otros; por eso quiere un lugar en la mesa y no debajo de ella. La inteligente
observación de la mujer abre las posibilidades de que Jesús incluya en Israel
no solo a su hija sino todo el pueblo llamado gentil presente en su hija.
“Entonces le respondió Jesús: ¡Mujer que grande es tu fe! que se cumpla lo que
deseas” (evangelio). En su hija, los gentiles, fueron incluidos al instante,
como el siervo del centurión a nombre del imperio romano. Excluir es fácil
incluir es un milagro que no se hace por esfuerzo, incluido el dinero, sino por
la acción transformadora del Espíritu en las personas. Los creyentes llamamos
esta acción Bautismo; que no excluye a los demás porque el Dios está en todos
desde la Encarnación. La inclusión la llamamos milagro porque desde nosotros
mismos vamos siendo más egoístas y excluyentes. La inclusión requiere una ruta
llamada compasión, de lo contrario todas las exclusiones vivirán a nuestro
acecho, como una pandemia; cuando quien debe quedarse es la Inclusión
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