Queridos hermanos y hermanas,
Este pasaje del Nuevo
Testamento aparece a lo largo del año litúrgico un montón de veces. Es un texto
importante. Yo, habitualmente, me centro en la primera parte del evangelio: la
pregunta que Jesús hace a sus discípulos: “I
vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Pero, hoy, quisiera centrarme en la
segunda parte: Tú eres Pedro, y sobre
esta piedra edificaré mi Iglesia”.
De las palabras de
Jesús se deduce claramente que la Iglesia tiene un componente humano: sobre Pedro
se edifica la Iglesia. Y un componente divino: “edificaré mi Iglesia”.
Es muy, muy importante,
tener claro este doble componente, porque nos ayuda a entenderla y, por tanto,
a vivirla. Saber vivir la Iglesia es importantísimo.
Si olvidamos que la
Iglesia tiene un componente humano nos escandalizamos de los pecados de los hijos
de la Iglesia. Y hasta ante estos pecados, hay quien pierde su fe, y abandona la Iglesia. La dimensión
humana de la Iglesia hace que siempre habrá cosas que no van como tendrían que ir:
laicos, sacerdotes, obispos, que hacen lo que no tendrían que hacer. ¡Siempre
pasará!
Siguiendo este hilo,
también podemos hablar de lo rápidos que somos a enumerar todo aquello que tendría
que corregir la Iglesia y como nos cuesta aplicárnoslo a nosotros.
“La Iglesia tendría que
ser más pobre”, porque no empiezas tú, siendo un poco más pobre. Y que tu coche
sea del estilo de Jesús y que tus vacaciones sean del estilo de Jesús, y que
tus comidas en restaurantes, sean del estilo de Jesús. Pues tu
eres Iglesia.
“La Iglesia tendría que
ser más valiente a denunciar las injusticias sociales”, porque no empiezas tú a
ser más valiente y comprometido denunciando las injusticias. Pues tu eres Iglesia.
Y tantas otras cosas
que podríamos ir diciendo... ¿por qué en lugar de corregir la Iglesia no nos
corregimos a nosotros mismos? Saldríamos ganando nosotros y la Iglesia.
Tambien nos ha ocurrido a todos que aquellos que no creen nos reclaman
una Iglesia perfecta, y nos señalan los defectos de la Iglesia. Les hemos de
hacer ver que ninguna realidad formada por hombres puede ser perfecta. Haría
falta presentarles y explicarles el evangelio de hoy.
Y siguiendo este hilo...
¿por qué muchas veces hablamos de la Iglesia como si nosotros no formáramos
parte? Parece que la Iglesia son ellos: el Vaticano, la curia, los jerarcas, y
no nosotros. ¡Es falso!
Nosotros somos Iglesia.
Basta de hablar de la Iglesia como si fuesen “ellos” los malos. Ella es nuestra
madre. Ella nos ha engendrado en lafe, ella alimenta
nuestra fe. La palabra la Iglesia ha de resonar en nuestros labios como una palabra
amable, que deja un buen sabor al ser pronunciada. Y esto aunque la Iglesia sea
imperfecta i llena de limitaciones. ¿Es que sólo podemos amar aquello que es
perfecto? Entonces, no amaríamos nada: ni la mujer, ni los hijos, ni los nietos,
ni el sacerdote, ni nada.
“Es que Jesús no habría
construido nunca el Vaticano”. ¿Cuándo entenderemos que la diferencia que hay
entre el Evangelio y el Vaticano es la misma que hay entre Jesús y Pedro? Nos
escandalizamos del componente humano de la Iglesia. Quiere decir que no hemos
entendido lo suficiente qué es la Iglesia, y el peso que tiene este componente
humano.
Quien para no creer nos
reproche los defectos de la Iglesia, le tendríamos
que hacer todo este discurso de la dimensión humana de la Iglesia. ¡No cree en
la Iglesia porque tiene defectos, en cambio está con su mujer/marido que tiene
un motón de defectos!
A mí me duele ver muchas
cosas en la Iglesia que no funcionan, pero hay un previo irrenunciable: es mi
madre, la amo como es y sin ella yo no tendría fe.
Todo esto respecto la
dimensión humana de la Iglesia. A mí lo que me hace mirar con esperanza en la
Iglesia es precisamente, su dimensión divina. Esto es: Jesús presente y actuante
en la Iglesia. Por mucho desastre que yo sea, Cristo no deja de hacerse presente
en la mesa de la eucaristía y no deja de perdonar los pecados de los que confiesan.
Y por esto, la Iglesia ha durado XXI siglos. Porque Cristo está presente y
actuante. Jesús dice “... edificaré mi Iglesia”.
No es un montaje humano. Es instituida por Dios. Y Jesús quiere continuar
edificando: esa es el fundamento de nuestra esperanza.
La dimensión humana de
la Iglesia nos reclama un mirar benevolente. La dimensión divina de la Iglesia
nos reclama un mirar de fe. Si no miramos con fe la Iglesia, en cuatro días dejamos
de venir.
Acabo con un canto a la
esperanza sobre la Iglesia. No soy ningún experto en historia de la Iglesia,
pero sí que he estudiado un poco el tema y yo pienso que la Iglesia no ha estado
nunca mejor que ahora. Me explico:
. Nunca hemos tenido un
presbiterio tan vocacional como ahora. Antes había motivaciones sociales, económicas,
culturales para hacerse sacerdote, ahora no. Esto provoca que nunca hayamos tenido
una calidad tan alta en el presbiterio.
. Nunca hemos tenido unos
obispos tan pastores.
. Nunca habíamos tenido
cien años con unos Papas tan extraordinarios.
. Nunca habíamos tenido
un laicado tan preparado como ahora, nunca tan conocedores de su papel como ahora.
Hasta hace cuatro días el laico no tenía ningún papel en la Iglesia. Todo lo hacían
los sacerdotes, y los religiosos y religiosas.
. Nunca se había hablado
de la llamada universal a la santidad como ahora.
Ahora
vivimos un tiempo de purificación, de cambio de época, pero a nosotros, a nuestra
amada Iglesia, nos espera un gran futuro.