TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXIV A
(13-septiembre-2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Creamos
en la posibilidad del perdón y la reconciliación
ü Lecturas:
o Libro
del Eclesiástico 27, 33 – 28, 9
o Carta
de san Pablo a los Romanos 14, 7-9
o Mateo
18, 21-35
ü Cuando
leemos los libros de historia, caemos en la cuenta de que hay dos potentes
motivaciones que explican muchas de las acciones que emprenden los individuos y
los pueblos: la ambición y el deseo de venganza. Es lamentable decirlo, pero es
la realidad:
o La
ambición, que significa la búsqueda del poder político y económico, algunas
veces utiliza un lenguaje más sutil, como es hablar de los sueños de gloria y honra…
Este discurso se ha pronunciado innumerables veces para la justificación del
expansionismo de las grandes potencias coloniales: Portugal, España, Inglaterra,
Holanda, Francia, Rusia, Estados Unidos, China, etc.
o La
otra motivación es la sed de venganza. El recuerdo de los enfrentamientos entre
individuos, familias y pueblos alimenta sentimientos de venganza que tienen consecuencias
impredecibles. Basta recordar cómo ha sido escrita la historia de Colombia: las
guerras civiles del siglo XIX, la violencia entre liberales y conservadores, las
FARC, el ELN y otros movimientos armados, las guerras entre los esmeralderos,
el narcotráfico, las luchas por el control del territorio. Son odios que se van
acumulando y se trasmiten de generación en generación.
ü La
primera y principal víctima del odio es la misma persona que le da cabida en su
corazón. Noche y día rumia venganza. Se trata de un poderoso tóxico que mata la
alegría de vivir e imposibilita que florezca un proyecto de superación y
creación de futuro.
ü Las
lecturas de este domingo nos invitan a ver los acontecimientos de la vida, no
desde la orilla de los odios y rencores, sino desde la otra orilla, la de la
reconciliación y el perdón.
ü Empecemos
por el Libro del Eclesiástico; allí leemos: “El rencor y la ira son cosas
detestables. Si uno guarda resentimiento contra su prójimo, ¿cómo puede pedir
al Señor la curación?”. Somos muy incoherentes pues queremos que Dios nos perdone
y olvide nuestras infidelidades, pero somos implacables con aquellas personas
que nos han ofendido, y en nuestro corazón vamos llevando una rigurosa contabilidad
y estamos buscando la oportunidad para saldar las cuentas pendientes.
ü El
Salmo 102 proclama que el Señor es compasivo y misericordioso. El salmista
canta: “Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; Él rescata
tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. No está siempre acusando
ni guarda rencor perpetuo”.
ü La
encarnación del Hijo Eterno del Padre es el mensaje más poderoso de perdón y reconciliación.
Jesucristo entrega su vida en la cruz para reconciliarnos con Dios. Mientras
nosotros acumulamos rencores y buscamos la oportunidad de desquitarnos, en la Eucaristía
dominical se renueva la alianza nueva y eterna entre Dios y la humanidad, y
celebramos el memorial de la reconciliación.
ü En
el pasaje evangélico que acabamos de escuchar, Jesús desarrolla una formidable
catequesis sobre el perdón. El punto de partida de esta catequesis es una pregunta
que hace el apóstol Pedro: “¿Cuántas veces debo perdonar a un hermano que me
haga algún daño? ¿Hasta siete veces siete?”. La pregunta de Pedro refleja una
actitud muy extendida, según la cual todo tiene sus límites: “Quizás perdone
una o dos veces; pero es imposible que perdone una tercera vez”. Así pensamos
los seres humanos.
ü Pedro
se debió sentir muy desconcertado e incómodo cuando el Señor le dijo: “No digo que,
hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Esta respuesta no establece
un límite numérico o un cupo máximo para el perdón. El mensaje es otro: el
perdón no puede tener límites, pues el amor no conoce límites.
ü Para
desarrollar esta idea, Jesús les propone la parábola de un administrador que
fue perdonado por su jefe a pesar de sus malos manejos, pero que fue cruel e implacable
con los que tenían cuentas pendientes con él.
ü En
las sociedades que han padecido el flagelo de la guerra, es particularmente
sensible hablar de perdón y reconciliación:
o No
se trata de negar el pasado. No se trata de invisibilizar a las víctimas. No
tiene sentido pretender pasar la página como si nada hubiera pasado.
o Por
eso en Colombia hablamos de cuatro palabras que suscitan apasionados debates:
verdad, justicia, reparación y no repetición. Se pronuncian fácilmente, pero es
muy difícil llevarlas a la práctica.
ü Los
cincuenta años de conflicto armado han dejado profundas heridas en la sociedad colombiana.
Hay que poner todos los medios para que cicatricen. Y hay que trabajar, desde
la educación, para que las nuevas generaciones superen los odios ancestrales y
desarrollen unos valores éticos diferentes que nos permitan ponernos de acuerdo
en un proyecto de país incluyente y tolerante. No podemos seguir intoxicados
por los odios y rencores. Hay que superar el lenguaje de confrontación y buscar
unos consensos básicos que nos permitan avanzar hacia un futuro de esperanza.