DOMINGO XXIV TIEMPO ORDINARIO CICLO A
P. Emilio Betancur
DE LA PANDEMIA AL PERDÓN.
El
coronavirus es una gran pantalla que muestra en qué sociedad vivimos.
Sobrevivir al coronavirus se convirtió en un absoluto por el miedo colectivo de
perder la vida. Hasta quien tiene mejor salud o tiene asegurados su vida y el
estudio de sus nietos ha pensado que esos seguros no son de vida porque con
esta pandemia se puede morir.
Un problema
mundial tan grave como el coronavirus y su pandemia que nos llevó a salvar
vidas, como el bien primordial de la humanidad no se puede quedar solo con el
simplismo o la ignorancia del resquebrajamiento de la economía como causa de
fondo y la producción en general como solución inmediata; cuando se trata de
una catástrofe social por falta de raíces de espiritualidad, ética, compasión,
humanismo y solidaridad, y mantener las raíces espirituales como actitudes y
experiencias sociales. La pandemia del coronavirus es mundial pero la
politización que nos ha llevado a la polarización, es una pandemia nacional que
también puedo destruirnos; la polarización cree que perdonar es perder y
reconciliarse es ceder. Esa es la mayor insensatez de la exclusión. No hemos
podido hablar con el coronavirus porque tenemos que eliminarlo; lo mismo nos
ocurre con la polarización para hablar antes hay que eliminar, callar o no
tener en cuenta al otro. Pablo le afirma rotundamente a los romanos, partiendo
del supuesto verdadero que en todo hombre está la vida de Dios, “nadie vive
para sí mismo, ni muere para sí mismo, de modo que si vivimos para el Señor
vivimos y si morimos para el Señor morimos. Por lo tanto, “ya sea que estemos
vivos o que hayamos muerto, somos del Señor “porque Cristo murió y resucitó
para ser señor de vivos y muertos.” (segunda lectura).
No podemos
convertirnos, entonces, por la polarización en individuos egoístas, personas
aisladas, gente descartable. Somos nosotros, comunidad de hermanos ya salvados
por inclusión en la muerte y resurrección de Jesús; aunque siempre con el
riesgo de dividirnos o polarizarnos por puntos de vista diferentes y hasta
significantes por ser políticos. Continúa Pablo en la carta a los romanos; “El
reino de Dios consiste en la justicia, la paz y el gozo del Espíritu Santo… así
pues busquemos lo que fomenta la paz mutua y es constructivo… por cosas
secundarias no destruyas la obra de Dios (Rom, 14,17-19).
Pedro pregunta “Señor ¿pero cuantas veces tengo que perdonar las ofensas que me
hagan hasta siete veces? Jesús que era más misericordioso que la gente de su
tiempo quienes perdonaban solo cuatro veces a los hijos y hermanos de la
comunidad y tres a los demás; le dice a Pedro: hasta setenta veces siete”
(evangelio). Para sanar el deseo de venganza que permaneces en el corazón de la
polarización; el perdón siempre debe mantenerse vigente. Para evangelizar la
polarización con el perdón Jesús narra una parábola en tres actos, como si
fuera una obra de teatro. 4-conclusión de la obra: Dice Jesús: “pues lo mismo
hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su
hermano” (Evangelio) El tema del corazón nuevo, don del resucitado, es el
origen de la experiencia cristiana del
perdón. El perdón no se puede exigir sin otorgarlo porque la misericordia que
Dios tiene con nosotros es mayor al perdón que debemos al hermano. Hay que ir
despacio en el exigir la práctica del perdón incluso para personas que no son
creyentes; porque este no surge de la ley natural, de la simple razón humana, o
de la conveniencia política como ocurre entre nosotros, sino como don de Dios.
El perdón recibido sobrevive perdonando y su recompensa es la paz. A todo lo
anterior el libro del Eclesiástico agrega: “Cosas abominables son el rencor y
la ira; perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón se te
perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro ¿le puede acaso
pedir la salud al Señor? El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo pide
perdón de sus pecados a Dios? Piensa en tu fin y dejarás de odiar, piensa en la
corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos… ten presente los
mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la alianza del Altísimo
(la fe y la justicia) y pasa por alto las ofensas” (Primera lectura). Una mujer
víctima creyente le suplicó al Papa Francisco que le pidiera a Dios para que la
perdonara porque con el perdón de Dios ella y su familia podrían ser capaces de
perdonar a los victimarios. El perdón es una magnanimidad que por la paciencia
que requiere evita la ruina del deudor. Para el rey del evangelio es mejor
perder parte del patrimonio que el siervo.