NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DE LOS DOLORES

                                     (15 de Septiembre 2020)

 

Lecturas bíblicas

a.- Hb. 5,7-9: Aprendió a obedecer y se ha convertido en autor de salvación eterna.

En la primera lectura, encontramos la figura de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, ejerciendo su ministerio sacerdotal en la liturgia del Cielo. Una vez que el autor sagrado, ha establecido las condiciones de todo Pontífice (cfr. Heb. 5,1-6), destacando entre otras (vv. 7-10), la participación de Cristo en los sufrimientos humanos, y las súplicas que en su vida elevó al Padre a favor de los hombres, fue escuchado, obedeciendo se convirtió en causa de salvación eterna para los que le obedecen (v.9). El autor sagrado, destaca la condición humana del sacerdote: si representa a los hombres ante Dios, debe ser uno de ellos, para compadecerse de sus miserias, porque antes las compartió (cfr. Hb. 2,17-18; 4,15). Esa condición humana, su carne, queda bien demostrada en su vida terrena, por su debilidad, sobre todo en su pasión y muerte (cfr. Rm.7,5). Como sacerdote, el Inocente por excelencia, no podía ofrecer sacrificios por sí mismo, por sus propios pecados, como los otros sacerdotes (cfr. Heb.5,3); pero sí podía ofrecer oraciones y su pasión, que padece con espíritu de obediencia al Padre (v.7). Porque esa obediencia, le costó como hombre, la experiencia que le lleva finalmente, a subir a la Cruz, y le convierte en el perfecto Mediador, para obrar a favor nuestro, hasta convertirse en autor de salvación, por ello, es proclamado como Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (vv. 8-10; cfr. Heb.  2,10). La diferencia entre el sacerdocio de Aarón y el de Cristo, reside en que el primero sólo es solidario con el pueblo en su pecado, aunque esté separado de la comunidad, mientras que Jesucristo es solidario con su pueblo desde su condición de laico, pero sin pecado: es el Inocente (cfr. Hb.4,15). Cuando el autor sagrado, habla de súplicas y oraciones que Cristo elevó al Padre a favor de los hombres, se refiere a su oración en el huerto de Getsemaní (cfr. Mt. 26, 37-44; Mc. 14, 33-39; Lc.  22, 41-44). Si bien, los evangelios hablan de sudor y sangre, no se excluyen también las lágrimas (v.7). Las oraciones, iban dirigidas a al Padre quien podía salvarle de la muerte, para que lo librara de la pasión (cfr.  Mt. 26, 39). Esa oración fue escuchada, pero no le libro de la muerte. ¿Cómo se entiende lo de “escuchado”? (v.7) No le libró de la pasión, pero sí del temor a padecerla, por ello, era confortado por el ángel (cfr. Lc. 22,43).  La oración de Jesús, en su totalidad, a pesar del temor, era de plena conformidad con la voluntad del Padre. ¿En qué consistía esa voluntad? En la salvación del mundo, por medio de su pasión, muerte y resurrección; no le libró de la muerte física, pero sí lo arrancó de su poder (cfr. Hch. 2, 24.27), transformando esa muerte en exaltación de gloria y fuente de vida eterna para la humanidad (cfr. Hb. 2, 9-10; 5,9; Jn.12, 27; 13,31; 17,5; Flp. 2,9-11). Entendido así, Cristo entonces sí fue escuchado en razón de su piedad, respeto y devoción al querer del Padre. Este mismo sentido se deben entender las expresiones, “aprendió obedeciendo a padecer” (v.8) y fue “perfeccionado” (v. 9). Es la obediencia, hasta el final, por la cual, Dios  lo exaltó a la gloria de la Resurrección y Ascensión a la derecha del Padre  en los Cielos (cfr. Flp. 2,8-9), por haber sido perfectamente habilitado para ejercer soberanía sobre los redimidos para quienes es causa de salvación eterna.   

b.- Jn.19, 25-27: Mujer ahí tienes a tu hijo.

Este evangelio es propio del evangelista S. Juan. Texto enmarcado en la crucifixión de Jesús con un profundo contenido salvífico. Es la Hora de Jesús, su paso de este mundo al Padre (Jn.13,1). Destaca el evangelista, la presencia de mujeres que lo acompañaron durante su vida, ahora lo ven morir en la cruz (cfr. Mt. 27,56; Mc.15,40; Lc.23,49). Juan las pone “junto a la cruz de Jesús” (v.25), María, la Madre Dolorosa, María de Cleofás, y María Magdalena. La soldadesca, custodia los cuerpos y el lugar, para evitar revueltas, como eso podía durar su tiempo, estaban sentados (cfr. Mt. 27, 36). Pasado el tiempo y previendo que se avecinaba la hora del deceso, el centurión les habría permitido acercarse a los condenados (cfr. Mc.15,44-45). Minutos antes de expirar, Jesús, pensando en la soledad de su Madre, confía su cuidado a su discípulo amado Juan. Acto filial con hondo significado salvífico en que por cuatro veces el evangelista nos presenta a María como la madre de Jesús, la Mujer. La intención de Jesús va más allá de la relación familiar, y la presenta como la tiene una función mesiánica, personificación de la Hija de Sión, en el contexto de la Hora del Hijo (cfr. Jn.2,14). Jesús quiere mostrar la misión de su Madre dentro de la economía de salvación: si Eva es la mujer del comienzo junto a Adán, María la presenta Jesús, como la Mujer asociada al nuevo Adán, para ser la Madre de todos los que nacen al pie de la Cruz como nuevo pueblo de Dios. Se trata del testamento de la Cruz: la maternidad espiritual de María sobre todos los que crean en su Hijo. Madre que da a luz un pueblo nuevo (cfr.  Is.  66,7-8; Miq. 4,9-10). Estos nuevos títulos descubren en María, a la Madre espiritual del Génesis que, con dolor corredentor al pie de la Cruz, da a luz al pueblo nuevo de los redimidos, que acoge este don del Padre y del Hijo. Cuando el Hijo, pronunció estas palabras desde lo alto de la Cruz, la fe de  María, alcanza su madurez, por lo tanto, comprendió perfectamente  lo que en ellas se proclamaba, pero será con la luz y contenido de la Resurrección y  Pentecostés en que alcanzan su plenitud, su significado, porque nace la  Iglesia con la fuerza del Espíritu Santo. María se convierte así en Madre e imagen de la Iglesia. Como persona es la Madre de Jesús y al confiarnos a Ella, el Hijo la hace Madre de la Iglesia. Su maternidad respecto a Jesús se prolonga en una maternidad espiritual hacia los que creen en Cristo y hacia la comunidad eclesial. Y esta maternidad espiritual de María es imagen a su vez de la maternidad de la Iglesia que por el Bautismo engendra hijos para gloria de Dios. Juan acogió a María en su hogar, la Iglesia, es Madre de todos los redimidos. Madre Dolorosa, ruega por todas las madres cristianas que sufren por sus hijos, que mueren en forma violenta, se alejaron de Dios, están enfermos, etc., y por todos nosotros. Amén 

S. Teresa Benedicta de la Cruz, (Edith Stein), carmelita mártir, escribió esta poesía con motivo de los ejercicios espirituales para su Profesión solemne el 21 de abril de 1938.

“Hoy he estado bajo la cruz contigo, / y he sentido tan claro como nunca/ que TÚ, bajo la cruz, en nuestra Madre te convertiste. ¡Cómo se preocupa una fiel madre terrena / de cumplir la última voluntad del hijo! / Nos conoces a todos: nuestras heridas, nuestras debilidades. / Conoces también el resplandor del Cielo, que el amor de tu Hijo/ quisiera derramar en nosotros en la eterna claridad. / Y así, cuidadosamente, guías nuestros pasos./ Ningún precio es demasiado alto para ti con tal de conducirnos a la meta.” (Poesía 13. Iuxta crucen tecum stare. Viernes Santo 1938).                                                    

P. Julio González C.

Pastoral de Espiritualidad

Página Web de la Parroquia Virgen del Carmen: www.carmelitasviña.cl.