DOMINGO XXX TIEMPO ORDINARIO CICLO A

Padre Emilio Betancur

 

¿SI IREMOS A SALIR DE ESTO?

Imaginémonos como hermanos.

¿Una crisis social y económica nunca jamás vista si se solucionará solo reacomodando la economía, abriendo el comercio, endeudándose con los bancos, con instituciones de solidaridad, educación, cultural o cívicas más débiles en recursos humanos y económicos?

De acuerdo a la primera lectura (Ex 22,20-26) la legislación de Israel, el código de la Alianza, estaba orientado a mitigar los efectos del empobrecimiento de los hebreos en exilio, el desplazamiento forzado y la usura de los créditos fluctuantes, considerados por la Biblia como un asesinato. La Alianza era la única protección de la población más vulnerable, viudas, extranjeros inmigrantes, cuyo único recurso eran sus manos, como ocurrió en Egipto. El código era pasar de la servidumbre al servicio para celebrarlo como culto: “No debes perjudicar ni humillar a los inmigrantes (los venezolanos), ni al habitante de la calle, ni a los niños que como no hablan solo pueden llorar, o los empobrecidos por la falta de trabajo por no tener dinero para poder hablar. “A esos no puedes perjudicar ni humillar; a esos no los puedes explotar porque si claman a mi, dice el Señor, no dejaré de escuchar su clamor porque yo soy compasivo” (primera lectura). La pandemia es una buena oportunidad para recordar de donde nos ha sacado Dios en la vida, de la ignorancia al conocimiento, de algún vicio, o limitación superior a nuestras fuerzas o propósitos; o el conjunto de males que Dios llamó para Israel: “Egipto”. Todos hemos tenido en la vida situaciones inéditas que por la acción de Dios quedan en nuestra vida como “milagros” y; en la Biblia como memoriales para cambiar nuestras actitudes en la relación con los demás. Que más milagro que por el coronavirus seamos menos egoístas y más nosotros. De ese camino, esa conversión y esa nueva relación se encargará el evangelio de Mateo (22,30-40) “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu; amarás a tu prójimo como a ti mismo”. “Con todo el corazón” va desde el amor entrañable del perdón como don que da vigencia al “Nosotros”. “Con toda el alma”, es decir, con toda la fuerza de comunión con Dios expresada en la comunidad como amor incluyente. “Con toda tu mente”, comprendiendo que el cambio de mentalidad es la apertura al amor de Dios que es universal. “Como a ti mismo” significa amar nuestra vida como la raíz más profunda que es ser hijo de Dios. El segundo mandamiento es el criterio para saber si estamos cumpliendo el primero. Son dos mandamientos inseparables, pero no intercambiables. Debemos amar a Dios por el hecho que Él nos amó primero y a nuestros hermanos por haber sido queridos por Dios como a nosotros; en todos Dios con su amor ha sanado la incapacidad radical de amarnos a pesar de nuestro egoísmo. El amor a Dios pasa por el amor al prójimo donde habita Dios, lo descubrimos con nombre propio y apellido. Prójimo es a quien se le ayuda, entretanto, todos los demás quedan a la espera del amor de Dios para lo otros; asi estamos en deuda con Dios y los hermanos. “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” el prójimo debe ser para mí tan importante como yo lo soy para mí mismo. El mandato del amor a sí mismo es fundamental como sentido de autoestima para poder volver a ver al prójimo como igual a mí. “Todo cuanto quieran que les haga la gente háganlo también ustedes a ellos (Mt 7,12).

PENSAR Y GESTAR UN MUNDO ABIERTO.

El papa Francisco nos ha dicho que “Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla, ni puede encontrar su plenitud «si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás». Ni siquiera llega a reconocer a fondo su propia verdad si no es en el encuentro con los otros: «Sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro»” Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar. Aquí hay un secreto de la verdadera existencia humana, porque «la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte» (Fratelli tutti No 87).