FIESTA DE TODOS LOS SANTOS, I DE NOVIEMBRE

 

“Hablar de lo santidad no implica un espíritu apocado, tristón, agriado, melancólico, o un bajo perfil sin energía. El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo, ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado. Ser cristianos es «gozo en el Espíritu Santo» (Papa Francisco),

Hoy dejando de lado el curso de los domingos ordinarios en los que meditamos el mensaje evangélico, celebramos una fiesta especialísima, a todos los santos que entregaron su vida al Señor y ahora brillan como las estrellas en la noche invitándonos a elevarnos y vivir en la esperanza de ganar para nosotros ese gozo y esa unión estrecha y personal con Cristo al que ellos sirvieron. No se trata simplemente de celebrarlos en montón, a granel, sino dar vida a esa frase del Credo católico: “Creo en la Iglesia católica, en la comunión de los santos”.  Ellos están ya en plena comunión con Cristo, el Cordero Pascual que los lavó y los purificó, y están en estrecha comunión contemplando y alabando al Buen Padre Dios que los unió con la fuerza de su Espíritu desde su bautismo y están también en comunión con los que vamos de camino porque ellos son parte del Cuerpo místico de Cristo y por lo tanto nos dan muestras de que si ellos pudieron, también nosotros podremos dar ese paso y vivir en la presencia del Señor. Ellos viven en plenitud lo que nosotros vivimos en esperanza.

 

Será este el momento de preguntarnos que será eso de la santidad, y no es más que realizar perfectamente bien las cosas más pequeñas y triviales que estamos necesitados de hacer en este mundo, auxiliados de la gracia del Espíritu santo. Pero seamos sinceros, hoy nadie piensa en la santificación, en hacerse santos, porque los vemos muy alto, muy separados, como algo imposible de imitar, porque normalmente los santos que nos presentaban en la iglesia eran sacerdotes u obispos o religiosas, y en  verdad muchos dirán, nosotros no estamos hechos  para eso. Pero hoy tenemos casos notabilísimos de gente, y de gente joven que entendieron el mensaje de Cristo y lo hicieron el objeto y el camino de su vida.  Tendríamos que presentar aquí a un jovencito mexicano, del tiempo de la guerra Cristera, José Sanchez del Río que se unió a los que querían defender los derechos de Cristo y de su iglesia, y que siendo aprendido y después de crueles y despiadadas torturas fue muerto a manos de los enemigos. Escribió a su madre ya en prisión, lo que sentía que le esperaba, pero con fuerte convicción, estando ya frente al agujero en el que caería muerto, y siendo preguntado para que con un solo “no” renegara de su fe en Cristo, supo gritar delante de todos “Viva Cristo Rey”. ¡Qué grandeza la suya”.  Pero tenemos también el ejemplo más cercano todavía, el de otro jovencito, fallecido a los 15 años de vida, Carlo Acutis, entusiasmado desde niño por Cristo Jesús y por su Madre María.  Pidió ansiosamente que se le concediera la Eucaristía desde los siete años, cosa que no dejó ni un solo día desde entonces, declarando que su autopista para ir al cielo era la Eucaristía.  Era un muchacho normal, que jugaba al fut, que convivía con sus compañeros de estudios, que los animaba  a mirar con esperanza el futuro, a alejarse de las tentaciones de la porno y de la sexualidad desbordada. Usaba también excelentemente la computadora, pero para evangelizar e invitar a todos a confiar en Cristo Jesús. Rezaba diario el santo rosario que aconsejaba con el mejor camino de salvación. Y en el colmo de su amor, se dedicó, ayudado de sus padres, a  investigar en todo el mundo los casos de milagros eucarísticos, para montar una exposición bien plantada. Predijo su muerte, pero lo hacía con alegría, y pidió ser sepultado en la tierra de San Francisco de Asís al que admiraba grandemente. Todo se le cumplió y víctima de una   fulminante leucemia a los quince años, murió con una sonrisa en los labios aunque sufría intensamente los dolores propios de su estado.

 

Vean, entonces mis lectores, que también nosotros tenemos que mirar por nuestra salvación, por supuesto que cada quién por nuestro camino, el sacerdote con su comunidad, la religiosa en su oración, el casado con su cónyuge  y sus hijos, el joven dedicado a sus actividades, preparándose para el servicio y para lograr un mundo mejor, el anciano con una vida de entrega, de oración y de ejemplo para los demás, el trabajador con ahínco en lo suyo, el enfermo ofreciendo sus dolores y todos con una alegría que tiene que ser el distintivo de su vida, pues aunque ahora sólo vemos como a través de un velo al autor de nuestra salvación, esperamos que podamos  verlo tal cual es.

 

Finalmente, ya estarán preguntando todos ustedes, ¿nosotros como podemos hacer para aspirar a la santidad? La respuesta nos la da Cristo en el texto evangélico que la Iglesia nos propone para este día, el mensaje de las Bienaventuranzas, que solo podrán ser entendidas si las miramos con la fe en Jesús que salva, con esperanza de que moriremos en sus brazos y en la entrega y la pasión por servir a los hermanos que nos rodean, en los que podremos contemplar ya desde ahora el rostro de Cristo. Repasen y mediten y entusiásmense por el contenido de Mateo cap. 5, y recordar lo que ocurrirá en el día supremo de nuestra vida: “Vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del Reino preparado para ustedes, porque tuve hambre, tuve sed, estuve desnudo,  estuve en cárcel… y ustedes me socorrieron”.

 

Su amigo el P. Alberto Ramírez Mozqueda que los invita a escribirme comentando mi mensaje. Estoy en alberamozq@gmail.com