TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXXII A
(8-noviembre-2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Sabiduría
y Prudencia, dos virtudes escasas
en
el mundo de las fake-news
ü Lecturas:
o Libro
de la Sabiduría 6, 12-16
o I
Carta de san Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-18
o Mateo
25, 1-13
ü La
liturgia de este domingo nos invita a reflexionar sobre la sabiduría y la
prudencia que nos lleva a ser previsivos en los asuntos prácticos y también en
los asuntos espirituales. Tratemos de degustar estos textos tan inspiradores
para nuestra vida diaria.
ü Estamos
viviendo unos tiempos locos, en los que nos sentimos desbordados por la
cantidad de información que recibimos. No tenemos tiempo para filtrar lo que es
verdadero en medio de tantas mentiras. Además, nos sentimos aturdidos por la
agresividad de las redes sociales y los insultos de los políticos en campaña.
Por eso nos viene muy bien bajar la intensidad de nuestro ritmo de vida para reflexionar
sobre dos temas que suenan extraños en esta época: la sabiduría y la prudencia.
ü En
las culturas orientales, la sabiduría
ocupa un lugar muy destacado. Prueba de ellos son las ricas colecciones de
proverbios que nos han legado Egipto, Mesopotamia y Grecia. Estas colecciones
recogen las enseñanzas, fruto de la experiencia, que se transmitían de
generación en generación. El pueblo de Israel entró en contacto con estas
corrientes culturales en tiempos de la monarquía. David y Salomón han pasado a
la historia como gobernantes sabios y prudentes.
ü Al
leer los textos del Antiguo Testamento, hay que distinguir entre las
reflexiones sobre la sabiduría humana,
nutridas por estas ricas tradiciones culturales, y la sabiduría divina que permitió al pueblo de Israel descubrir el plan
de Dios en medio de los acontecimientos de su historia. Allí se iba
auto-manifestando Yahvé.
ü El
hombre sabio es aquel que busca conducir su vida de manera que pueda alcanzar
la verdadera felicidad. Estas reflexiones las va madurando gracias a la atenta observación
del mundo y del análisis de sus sentimientos profundos. Este hombre sabio, que
vive en continua observación y reflexión, desea compartir su visión del mundo.
Se convierte en maestro que orienta a sus discípulos por el camino de la
prudencia, la moderación y la humildad. Desea participar ese tesoro que ha ido descubriendo
a lo largo de la vida.
ü El
exilio marcó profundamente la trayectoria del pueblo de Israel. Lejos de su
patria, destruido el Templo, sentados junto a los canales de Babilonia,
revisaron su cumplimiento de la Alianza, reconocieron sus infidelidades y se purificaron
interiormente. Las reflexiones sobre la sabiduría se intensifican después del
exilio. Los escribas profundizaron en su significado y escribieron sobre ella. En
sus escritos, se refieren a la sabiduría como si fuera una persona: es una
amada que se busca con avidez, es madre protectora, es ama de casa hospitalaria
que invita a un banquete.
ü Como
lo explican los expertos en el Antiguo Testamento, esta representación femenina
de la sabiduría no era solamente un recurso literario. Implicaba también reconocer
que la sabiduría humana tiene su fuente en Dios, es un reflejo de la luz eterna
y está asociada a todo lo que Dios hace.
ü Con
la presencia de Jesús de Nazaret, todas las reflexiones anteriores sobre la
sabiduría pasan a un nivel superior, nunca imaginado. Todas las expresiones utilizadas
en el pasado adquieren una nueva significación.
ü Ciertamente,
los contemporáneos de Jesús quedaron admirados ante la profundidad de sus
palabras. Se preguntaban por el origen de su sabiduría. ¿No es éste el hijo del
carpintero? A lo largo de su vida pública, sus oyentes quedaron cautivados por
la sabiduría y profundidad de sus parábolas.
ü Solamente
después de la resurrección comprendieron en plenitud quién era Jesús. Fue más más
que un sabio Maestro. Es la Sabiduría del Padre, su Palabra hecha carne.
ü En
este momento de nuestra meditación dominical, comprendemos que una cosa es la
sabiduría humana y otra cosa es la sabiduría como don de Dios. La sabiduría humana
es el resultado de la observación atenta de la realidad y de lo que sucede en nuestro
interior; se cultiva mediante las lecturas, la reflexión y la conversación con
personas sabias; y se nutre de las experiencias de la vida. En pocas palabras,
la sabiduría humana es un logro personal, fruto de la disciplina.
ü Por
el contrario, la sabiduría que viene de Dios, que nos permite leer los
acontecimientos de la vida en el horizonte del plan de salvación, es un regalo
que Dios hace a las personas sencillas, a los pequeños. En la lógica del Sermón
de las Bienaventuranzas, hay que volverse loco a los ojos del mundo para convertirse
en sabio a los ojos de Dios.
ü Está
bien que busquemos la sabiduría humana a través del estudio y de la investigación.
Pero debemos despojarnos de nuestro orgullo y repetir con humildad la oración
de san Ignacio de Loyola en los Ejercicios Espirituales: “Tomad, Señor, y recibid
toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, toda mi voluntad…”
ü Avancemos
en la meditación del segundo tema que nos propone la liturgia de este domingo.
Es la parábola de las doncellas que aguardaban
al esposo. Cinco de las cuales fueron precavidas y las otras cinco no lo
fueron. En su sencillez, este relato es
un llamado a ser previsivos, a no dejar los asuntos para el último momento,
a anticiparnos, en la medida de lo posible, a los acontecimientos. Este llamado
a ser previsivos tiene que ver con la vida diaria y con los valores
espirituales.
ü Hay
personas que son incapaces de planear. Todo lo dejan para última hora: el pago
de los impuestos, la compra del regalo, la salida para el aeropuerto. Al final,
las cosas no se hacen correctamente, quedan mal con la gente, generan estrés. Creyendo
que nunca van a morir, no arreglan sus asuntos y dejan a su familia graves
problemas. Son personas que viven ahogadas en el presente, incapaces de
proyectar el futuro.
ü Esta
incapacidad de pensar en el futuro, tomar decisiones y hacer ajustes, también tiene
profundas implicaciones en la vida espiritual. Tenemos que ser conscientes de
que tenemos la vida prestada. En cualquier momento nos saldrá el encuentro la hermana muerte (como la llamaba san Francisco
de Asís). ¿Cómo nos presentaremos ante el Señor de la misericordia? Para muchas
personas es muy difícil enfrentar la realidad de la muerte. Prefieren no pensar
en ella. Y siguen viviendo en medio del caos: relaciones familiares rotas, diálogos
que nunca terminaron, reencuentros que nunca se dieron, ofensas que nunca se reconocieron.
No fueron capaces de emprender el camino de la sanación y de la reconciliación
con Dios, con su familia, con la sociedad y con ellos mismos.
ü Estos
dos textos sobre la sabiduría y la prudencia que nos hace mirar hacia el futuro
para anticiparnos, son una motivación para vivir la vida a un ritmo diferente y
así evitar quedar atrapados en debates estériles y en las improvisaciones.