HOMILÍA
DOMINGO XXXII TIEMPO ORDINARIO CICLO A
P.
Emilio Betancur
EN
LA PANDEMIA UNA PALABRA, ANIMO Y CONSUELO
Una de las secuelas de
la pandemia es la incertidumbre que todo está cambiando y hacia el futuro todo
será diferente, es lo que se vislumbra ahora. Por ejemplo, por los cambios de
lo presencial a la virtualidad que va desde la educación hasta múltiples
relaciones sociales, un cambio de nuestra relación con el ecosistema, un mayor
cuidado dado no solo con nosotros y nuestro entorno sino con los pobres,
cuidado con la inequidad, y todo lo demás que hayamos menos humano. Un cambio
de vida requiere un buen discernimiento para disfrutar después.
Discernir no es juzgar
sino permitir que los comportamientos y sentimientos de Jesús que están en su
Palabra, los leamos y pensemos para volverlos sentimientos y obras a la manera
de Jesús. Advirtiendo que los nuevos sentimientos que hay en nuestro corazón
son los de Jesús y no los nuestros, además de ser novedosos como para servirnos
como criterio de vida. A este cambio de sentimientos lo podemos llamar
“seguimiento de Jesús, como respuesta a lo que llamamos ser creyentes”. Así
discernir es permitir a nuestra razón que se haga razonable desde la Palabra de
Dios. Pablo expresaba así su experiencia de fe: “En Él vivimos, nos movemos y
existimos”.
Para el libro de la
sabiduría la experiencia de la fe es el grado más alto del saber, porque en
cada decisión que tomen los hombres ella los orienta.” (primera
lectura). Contamos todos con la Palabra de Dios para el discernimiento en
tantas dificultades de esta pandemia.
En su vida pública y
después de su resurrección Jesús recomendaba las cosas más delicadas del Reino
a las mujeres: el sufrimiento de la pasión y la cruz, y lo más importante de su
vida: el mensaje su resurrección confiado a quien tenía un amor humano
entrañable, María Magdalena. Mateo recibió esta experiencia de Jesús para
narrar en la parábola del cuidado y el descuido, cinco fueron precavidas de llevar aceite en sus vasijas, junto con las
lámparas; y otras cinco descuidadas que tuvieron que pedir aceite cuando se
anunció la llegada del esposo, que era Jesús. Las mujeres descuidadas se dan
cuenta que no les alcanzará el aceite de sus lámparas por el retardo del
esposo. Las otras cinco en su sabiduría se proveyeron cuidadosamente de aceite
para esperarlo y entrar a la fiesta. La Sabiduría con actitudes de fe es la
construcción de la casa sobre la roca o la arena (Mt 7,24-27); el rico a quien
el dinero no le permite caer en cuenta de su muerte. (Lc
12,16-21). Son parábolas para dar razón de una visión interior, sabiduría de la
Palabra o un descuido contrario a una falta de Palabra, un descuido con
consecuencias negativas para actuar. El aceite es la Palabra que debe estar a
la base de la conducta creyente. El énfasis del evangelio de Mateo es advertir
que en el momento decisivo no podemos comprar ya, lo que no hemos enraizado y
crecido en nuestro interior, el discernimiento de la Palabra de Dios. En la
cultura hebrea las puertas cerradas son proverbiales para significar las
ocasiones perdidas; y el aceite en su valor simbólico no puede ser compartido y
menos comprado por la inminente llegada del esposo.
El discernimiento
fundamental en lo que ahora llamamos pandemia, es el discernimiento que Pablo
anuncia en su primer escrito: No queremos que vivan en la ignorancia acerca de
los difuntos, particularmente las victimas del virus, para que no se desesperen
como los que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó,
hemos de creer así también a los que murieron fieles a Jesús, mártires de la
pandemia, el resucitado los llevó y seguirá conduciendo a quienes mueran para
llevarlos a Dios, de la mano del Resucitado. También nosotros las víctimas que
aún vivimos seremos arrebatados por el Resucitado para vivir en él y nuestros
hermanos para siempre. Consuélense, pues mutuamente con estos pensamientos”
(Segunda lectura).
No es posible que la
muerte se escoja a ella misma o sea acorralada por la propia vida, sin ninguna
trascendencia; esa es la misión del crucificado. Resucitado con nuestra propia
vida, por ser vida de Dios antes que nuestra. La muerte es nuestra más que nosotros
de la muerte; nos pertenece más a nosotros que nosotros a ella, porque en
Cristo también nosotros hemos vencido la muerte. Lo importante no es que
nosotros tengamos que morir sino el hecho de que Cristo murió por nosotros para
que nosotros resucitáramos con Él. El cristianismo no es camino de miedo a la
muerte si se hace con la muerte de Cristo; Jesús no ha venido para acrecentar
el miedo a la muerte sino a quitárselo por la resurrección. “Si hemos muerto
con Él también viviremos con Él” (2 Tm2,11). La
resurrección de Jesús es la respuesta más radical que la muerte llamada
pandemia.