DOMINGO
XXXIII ( A
) (Mateo 25. 14-30)
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A juzgar por lo poco que hoy se predican las VERDADES ETERNAS, algunos pudieran
pensar que, son verdades superadas por el Concilio Vaticano II.
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El Evangelio de hoy, como el del pasado Domingo, con su carácter escatológico,
nos reafirma la vigencia de las verdades
eternas y nos alerta de que, al término de nuestra vida, daremos cuenta de
los dones recibidos.
- Si en el de las vírgenes necias y prudentes, del Domingo
pasado, nos recordaba el Señor la necesidad
de vigilar.
- En este de los talentos, nos advierte de que, hemos esperar ese momento, no
sólo vigilantes, sino también activos y
productivos, porque hemos de dar cuenta de los frutos correspondientes a los dones
recibidos.
- Si
nos fijamos, advertiremos que, en el Evangelio, de alguna manera, se nos están
recordando las cuatro verdades eternas: la muerte, el juicio y esos desiguales
destinos que mereceremos según el fruto de nuestras obras.
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En estos tiempos en los que el hombre tiene una, casi enfermiza, complacencia
de su propia autonomía, como si fuera el dueño absoluto de su vida, (“yo de mi vida hago lo que quiero”,
(proclaman las abortistas), y que, como consecuencia, se rechaza cualquier
autoridad, (incluida la de Dios), su Palabra nos viene a sacar hoy de esa ensoñación, recordándonos que:
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¡No somos dueños absolutos de nada!
- ¡Que sólo somos usufructuarios de
los dones recibidos!
- Y que, más tarde o más temprano, hemos de dar cuenta
de la administración de esos dones que Dios puso en nuestra vida:
“¡Dame cuentas de tu
administración!” (Luc. 16, 1-12)
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Agradezcamos a Dios que, como Padre amoroso, nos haya iluminado hoy con su
Palabra y tratemos de vivir con sensatez. Y, como buenos hijos de Dios:
- Reconociéndole como Dios y Señor
de nuestras vidas.
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Y procurando, llevar a cabo una buena administración de esa multitud de dones
que tan…,"a manos llenas”, hemos recibido de El G.Soto