ADVIENTO
– DOMINGO II B
(6-diciembre-2020)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Juan
Bautista, un personaje con gran magnetismo
ü Lecturas:
o Profeta
Isaías 40, 1-5. 9-11
o II
Carta de san Pedro 3, 8-14
o Marcos
1, 1-8
ü Hoy
celebramos el II domingo de Adviento. Para avanzar en este proceso espiritual
de preparación para la venida del Señor, la liturgia nos propone la figura de
Juan Bautista con su vigoroso llamado a la conversión.
ü Su
existencia histórica es testimoniada por los cuatro evangelistas y por Flavio
Josefo, un historiador judeo-romano del siglo I. Sus escritos incluyen
referencias a Jesús y a los orígenes del Cristianismo. Este testimonio es particularmente
interesante porque proviene de alguien que es externo a la naciente comunidad eclesial.
ü Según
estas referencias históricas, hacia el año 28 DC apareció en el escenario religioso
de Palestina un profeta judío, venerado por la gente y con un estilo de vida
muy ascético. Recibió el sobrenombre de Bautista
porque realizaba un rito muy particular, que consistía en sumergir en las aguas
del río Jordán a los judíos que expresaban arrepentimiento por los pecados
cometidos y estaban decididos a emprender una vida diferente.
ü El
vigor de su mensaje y su particular modo de vida lo hicieron muy popular. Su influencia
sobre la opinión pública lo hizo sospechoso ante Herodes Antipas, quien ordenó
su arresto y posterior ejecución. La fama de Juan Bautista continuó después de
su muerte. Los textos de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles nos permiten
vislumbrar la tensión existente entre los discípulos de Juan y los de Jesús.
ü Juan
era un profeta escatológico que proclamaba el juicio inminente de Israel porque
se había apartado del camino de la Alianza. Hacía un vehemente llamado a la conversión
pues el castigo estaba próximo. Su anuncio de juicio/castigo estaba abierto a
la esperanza, porque el final que anunciaba sería el comienzo de una realidad nueva.
ü Según
nos lo narra el evangelista Marcos en el texto que acabamos de escuchar, Juan
habitaba en el desierto. No pensemos que Juan tenía una morada estable, sino
que estaba en continuo movimiento. La palabra desierto tenía resonancias muy hondas en la memoria de los
israelitas, pues les recordaba la escena del monte Sinaí, cuando Moisés recibió
las Tablas de la Ley; también les evocaba los cuarenta años de peregrinación
hacia la tierra prometida. Por eso, afirmar que Juan vivía en el desierto tenía
una potente connotación religiosa. Como Juan quería encontrarse con la gente
para hacer su llamado a la conversión, se acercaba a los vados del río de Jordán
por donde cruzaban las caravanas de comerciantes.
ü El
evangelista Marcos nos describe a este personaje tan especial: “Juan tenía una
capa hecha con pelo de camello, y de la cintura para abajo llevaba una prenda
de cuero, y comía saltamontes y miel silvestre”. Para nosotros, su vestimenta y
su dieta son absolutamente exóticas. Pero eran los elementos que tenían a la
mano los que habitaban en las proximidades del desierto, y no tenían que comprarlos
pues se los proporcionaba la naturaleza; la capa de pelo de camello protegía
del sol durante el día y abrigaba en el frío nocturno; los saltamontes ofrecían
la proteína que necesitaba el organismo, y la miel silvestre era producto de una
secreción de algunos árboles o la producían las abejas silvestres. En pocas
palabras, Juan vestía y comía como los demás habitantes del desierto, que
estaban en unas condiciones muy precarias.
ü Así
como su mensaje era una denuncia a la infidelidad del pueblo, su estilo de vida
marcaba una diferencia frente a las costumbres asumidas por muchos. Predicaba
con la palabra y con su modo de vida. Por eso ejercía un magnetismo tan fuerte.
ü El
evangelista Marcos hace referencia al bautismo de Juan: “Yo los he bautizado con
agua, pero Él los va a bautizar con Espíritu Santo”. ¿Cuál es el significado
del bautismo de Juan? Ciertamente, muchas religiones han desarrollado ritos purificatorios
que usan este elemento. En este caso particular, los israelitas que acogían el
llamado de Juan, confesaban sus pecados y se comprometían a cambiar de vida. La
inmersión en las aguas del río Jordán les daba la esperanza de escapar al
castigo que se aproximaba y se abrían a la esperanza de compartir la suerte del
pueblo fiel sobre el que Yahvé derramaría sus bendiciones. Ofrecía, pues, la esperanza
de un nuevo comienzo.
ü Con
frecuencia, cuando los catequistas explican la figura de Juan y el alcance de su
mensaje, erróneamente utilizan la palabra
sacramento para referirse a este rito de purificación y de esperanza. Esta
palabra no se debe usar porque ella expresa realidades muy diferentes en el
contexto de la teología cristiana.
ü En
este II domingo de Adviento, detengámonos a contemplar la figura de Juan Bautista.
Escuchemos su llamado: “¡Preparen el camino del Señor!”. Y la mejor preparación
para la Navidad consiste en reconocer nuestros pecados y equivocaciones; así podremos
acoger a Jesús que se hace presente en esta Navidad. Observemos su modo de
vida. No se trata de que nosotros vivamos de una manera excéntrica, pero sí es
una invitación a revisar nuestros hábitos de consumo. En esta pandemia hemos
descubierto que podemos vivir de una manera más simple; necesitamos menos
cosas; así podremos compartir generosamente con tantos hermanos nuestros que lo
han perdido todo. Sigamos, pues, recorriendo el camino del Adviento dejándonos guiar
por los textos que nos propone la liturgia.