Sembrador de inquietudes

 

Es el Cardenal Suennens, uno de los Padres del Concilio Vaticano II, quien forjó la frase “Somos ministros de inquietud”. Pero para beber de esta fuente tenemos que acudir al Evangelio de Marcos, quien nos ubica en el desierto frente a frente de Juan el Bautista. Él es “voz”, “lámpara”, “testimonio”. Es voz que convoca, lámpara que anuncia la luz, testimonio que proclama a gritos: “Mi vida es mi mensaje”.

żY qué es el desierto? Es el hábitat del silencio, el agua remansada en el oasis, el viento que sopla y limpia y sana el alma. Desde el desierto del silencio escuchamos el silencio de Dios que es su Palabra y Juan va adelante anunciándola como quien abre brecha para que Dios haga su entrada a través de Jesús en la historia. Juan, Profeta, nos revela la presencia de este Jesús Palabra y Luz y Testigo del Dios silencio.

La primera palabra del Evangelio de Marcos es “comienzo”, de su original griego (‘arché’). Y ese ‘comienzo’ lo ubica en el desierto. Allí tiene principio la novedad que nos trae Juan: El es quien “siembra interrogantes” como buen ministro de la inquietud. traza los nuevos senderos que conducen al encuentro del Seńor Jesús.

Juan nos presenta a Jesús. No sólo lo anuncia. Lo seńala entre nosotros. Lo primero que nos pide es conversión. Es como llevar el corazón al desierto para enseńarle el secreto de la interioridad, de la escucha, de la apertura. Sólo ahí se ensancha y adquiere dimensiones universales. Es la escuela donde el corazón se adapta a la presencia del Espíritu para darle así cabida a la humanidad de Jesús.

Cochabamba 06.12.20

jesús e. osorno g. mxy

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