Vanguardia vs retaguardia

 

Sólo los audaces van adelante. Tomar la delantera hoy, es asunto de selectos, seres creativos que tienden sus carpas más allá del horizonte, o si se quiere aún más, detrás de las estrellas. Algunos dividen a la humanidad entre avanzados y rezagados, pro-activos y reactivos, víctimas y victimarios, espirituales y/o religiosos, inteligentes o retrasaditos, positivos o negativos, prácticos o nebulosos, maestros o aprendices.

Toda esta gama de clasificados nos coloca frente a un personaje fuera de serie: Juan el Bautista. Ha sido elegido desde antes de su nacimiento para ser Profeta. Lo hace con todo su ser: Desde su forma de vestir hasta el hábitat en donde vive y desde donde predica. Su lenguaje es áspero, duro, frentero, sin cálculo ninguno. No le tiene miedo al sistema ni a sus operarios. No se deja llevar del ‘qué dirán’ y confronta a sus detractores.

Es voz que clama en el desierto. Se requieren oídos tensos y agudos para escucharla. Los ojos deben estar abiertos para contemplar la inmensidad. Una mente atenta para aceptar las alternativas que propone y un corazón palpitante para hacer eco a la palabra gritada, desarticulada, potente. El desierto nos habla de desinstalación, desapego, es lugar del silencio, de la escucha. Solo en el desierto nos encontramos con nuestra propia identidad.

La voz de Juan es también un eco de la Palabra. Su rol concreto es mostrarnos a Jesús, hombre salvador. Su puesto es la delantera: La vanguardia. Allí se ubica para señalarnos al Jesús que pasa y que no se pierda ni un solo detalle de sus rasgos. Todo el Antiguo Testamento llega precisamente a este momento cuando irrumpe la voz de Juan que clama como trompeta y nos muestra al Jesús presente en la historia.

Cochabamba 13.12.20

jesús e. osorno g. mxy

jesus.osornog@gmail.com