Navidad en pandemia

 

Cada día es Navidad. Y puede serlo cada momento si es que amas, si abres los ojos, si escuchas el clamor de la gente que grita su dolor. Es que Navidad es asumir la humanidad entera, hacerse carne en la totalidad del destino humano, su hábitat, su realidad consumada, su angustia y su esperanza. Allí donde hay un latido de un corazón sufriente, allí, precisamente en ese eco palpitante, nace Dios.

La primera Navidad fue en Galilea, lo región del imperio romano más marginada, donde la pobreza tenía olor y sabor nostálgicos, tal vez, la nostalgia de un Dios que se acostumbraba a compartir la miseria. Jesús nace al estilo de este Dios y según las costumbres del mismo Dios a quien nos revela en su mensaje y doctrina y ejemplo. La primera Navidad fue en el seno de María, la mujer pobre, desconocida, humilde de Galilea.

Y después las Navidades se repiten en cadena que nos ata a la humanidad entera como un icono de solidaridad, de acogida, de bendición. En cada nota destemplada de angustia y soledad, en cada niño que desborda en llanto los límites de su corazoncito, o más allá, en los estertores del hambre, la desnudez, la indiferencia que padecen ingentes mayorías de seres humanos, allí, de alguna manera se enciende una luz y se llama Navidad.

“María envolvió al Niño en pañales”, dice el Evangelio. En esta Navidad lo envuelve en la pandemia universal, en las cuatro paredes de un confinamiento, en el aislamiento de los contagiados, en las manos tendidas de balcón a balcón para estrechar la esperanza, en los miles de voluntarios, brigadas de médicos y gentes solidarias que han ofrecido sus vidas para que otros nazcan y tengan vida en abundancia. Eso es Navidad.

Cochabamba 20.12.20

jesús e. osorno g. mxy

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