SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARIA SANTÍSIMA.

                                    (8 de Diciembre 2020)  

                

Lecturas Bíblicas 

a.- Gén. 3, 9-15. 20: Establezco hostilidad entre ti y la mujer, entre su estirpe y la tuya.   

La primera lectura, nos sitúa en el paraíso terrenal, luego de la caída de Adán y Eva (cfr. Gn.3). El hombre nacido en estado de gracia, cae en la desobediencia, fruto de la soberbia, y entra en el camino del mal y del pecado; comienza la acción del hombre y la mujer, lejos de Dios.  Aparece un personaje misterioso, la serpiente, que personifica al mal. Engañada por ésta, la mujer y el  hombre desobedecen a Dios, por su afán de conocer el Bien y el Mal, ser como dioses; se les abren  los ojos, y se ven desnudos, se esconden, mientras oyen la voz de Dios que los  llama (v.9); se acusan mutuamente (cfr. Gn.3,10-14), y Dios les impone una pena a cada uno, sin embargo, cuando se dirige a la mujer, sus palabras encierran una promesa de victoria: “Enemistad  pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje: él te pisará la cabeza  mientras acechas tú su calcañar.” (v. 15). Cubierta su desnudez, Dios los expulsa del paraíso (cfr. Gen.3, 24). La vergüenza, quiere reflejar el conflicto que se establece entre el hombre y Dios, entre el hombre y la mujer, pero también el del hombre y la naturaleza; al dato nuevo de la existencia del mal y el pecado, la pena o castigo, pero, sobre todo la esperada victoria sobre el mal.  El estado paradisíaco del que es expulsado el hombre y la mujer, con la pérdida de los dones preternaturales, se añade, la esperanza de recuperarlos, un bien por alcanzar. En las palabras de castigo de Yahvé contra la serpiente, encontramos el primer anuncio de la salvación (v.15). Este texto, hace referencia a la enemistad perpetua entre la descendencia de la serpiente, el demonio y la mujer; entre su linaje y el de ella; la victoria se la llevará la mujer. Con el correr del tiempo de la salvación se irá configurando el rostro de esta mujer hasta llegar a María de Nazaret, Madre de Jesús. EL Hijo de la mujer, pisará la cabeza de la serpiente, victoria total y definitiva con su pasión, cruz, muerte y resurrección, sobre el pecado, la muerte y Satanás. La mujer, María, al ser concebida sin pecado original no tiene, ninguna relación con Satanás, ni con su obra tentadora que sedujo al hombre e introdujo el pecado, el mal y la muerte en el mundo (cfr. Jn. 12, 31). Mientras Eva es madre de todos los vivientes, María es la Madre espiritual de todos los redimidos por su Hijo en la Cruz, verdadero árbol de vida.  

b.- Ef. 1, 3-6. 11-12: Dios nos eligió en la persona de Cristo antes de crear el mundo.  

El apóstol, nos invita a descubrir por medio de las bendiciones divinas el plan de salvación que el Padre tiene para el pueblo de Dios. La primera bendición es haber sido electos antes de la creación del mundo y llamados a la santidad (v.3; cfr.Jn.15,16;17,24), la segunda es la filiación divina, ser hijos por adopción, en Cristo (v.5; Rm.8,28-29), y la tercera es la constitución del pueblo de Dios, realización histórica de la bendición hecha a Abraham (Ef.1,7-8.9-10.13-14;Col.1,12). María Inmaculada, como miembro excelso y singular del pueblo de Dios, es fruto excelso de la salvación, en función de su maternidad divina. En Ella se anticipa lo que cada cristiano está llamado a vivir: ser santos e inmaculados en el amor. María Inmaculada, por un privilegio singular, nosotros por nuestra condición bautismal. Presentado a toda la humanidad este plan de salvación, se aplica a los cristianos, herederos, que ya esperamos y creemos en Cristo, estamos destinados a ser alabanza de su gloria (vv.6.12.14), plenitud de vida de quien ya goza como creyente de la unión definitiva con Dios.        

c.- Lc. 1, 26-38: Alégrate María, llena de gracia, el Señor está contigo.   

El evangelio nos presenta el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (vv.26-33), y una pregunta, y una respuesta de María (vv.34-38). En el trasfondo, encontramos que nada es imposible para Dios, necesita de la colaboración humana, una mujer, para llevar adelante su economía de salvación. Nazaret, es un pueblo de Galilea. El ángel es Gabriel, viene como enviado de Dios a una joven llamada María, la que es invitada a alegrarse, por ser llena de la gracia de Dios, su presencia la acompañará, en la misión que quiere encomendarle. No hay méritos de su parte, sino pura creatividad y gratuidad de parte de Dios. La turbación de la joven, es aclarada por el motivo de su visita: le anuncia que será madre, le explica su el rol de este niño en la historia de la salvación y los calificativos que acompañarán su misión de Hijo de Dios. El niño se llamará Jesús, Dios salva; será grande, hijo del Altísimo, heredará el trono de David su padre (vv.32-33). Mientras Juan será grande ante los ojos del Señor (Lc.1,15), Jesús superará su grandeza, pues será Hijo del Altísimo, lo que equivale, a Hijo de Dios (Sal.82,6). Heredará por medio de José, su padre legal, en la casa de Jacob, la promesa hecha a David por Natán a su descendencia (cfr.2Sam.7,8-16).

La joven se pregunta por el cómo de esa concepción de Jesús (v.34). El Espíritu Santo la cubrirá con su sombra: será madre, conservando su virginidad, sin concurso de varón (v.35).  Si Dios fue capaz de crear al hombre del barro, lo mismo hará en seno de esta joven. El AT, da testimonio de ese poder creativo del Espíritu: la nube y la sombra de la columna, signo de la presencia de Dios (cfr. Ex. 40,16; Ez.37,14; Jdt.16,14; Lc.9,34). Si Isabel fue madre por la acción de Dios, en una edad en que era imposible, mayor será el prodigio de ser madre sin concurso de varón (cfr. Zac.8,6, Jr.32,27). El que está por nacer será Santo, es decir, Consagrado, e Hijo de Dios (v.35). Si por la carne era hijo de David, por la acción del Espíritu será Hijo de Dios, lo que alude a du divinidad. El ángel le da a María, un signo: su parienta Isabel ha concebido, está en su sexto mes, la que consideraban estéril, porque para Dios nada es imposible (vv.36-37; Gn.18,14). María, acepta el proyecto de Dios: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (v.38). María, cree en la palabra del mensajero de Dios, su poder creador, pone su existencia a disposición del Dios todopoderoso. De tal Madre, tal Hijo, si ella acepta la Palabra del Padre, también el Hijo, con su nueva familia, sólo lo serán quienes acepten su evangelio (cfr. Lc. 8,21; Mc.3,31; Mt.12,46). María, Madre de la divina Gracia, discípula perfecta que intercede por nosotros, para que lleguemos a la plenitud de la salvación, es decir, a la santidad.  En el Adviento, María es aurora de salvación para toda la humanidad.     

Santa Teresa de Ávila, invita a sus hijos e hijas a poner la mirada en la Inmaculada Concepción. Si Jesucristo, es el Rey del Castillo interior, María es la Castellana, es decir, la Señora del Castillo, nuestro espíritu. “¡Parezcámonos, hijas mías, en algo a la gran humildad de la Virgen Sacratísima, cuyo hábito traemos, que es confusión nombrarnos monjas suyas; que por mucho que nos parezca nos humillamos quedamos bien cortas para ser hijas de tal Madre y esposas de tal esposo!” (Camino de perfección 13,3).

Pastoral de Espiritualidad Carmelitana                           

 P. Julio González C.