Natividad
del Señor, Misa de Medianoche, Ciclo B
El
nacimiento de Jesús es la gran alegría
La alegría de
la Nochebuena
En este año
tan raro parecería que la Navidad iba a ser distinta. Sin embargo, las
circunstancias asociadas a la pandemia probablemente nos ayuden a percibir
mejor lo esencial de la Navidad. Esta noche es Nochebuena porque nace Jesús y
en él ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los
hombres (Tito 2,11-14). El motivo real de la celebración de la Navidad y de
nuestra gran alegría es el nacimiento del niño Jesús, que nació de María la
Virgen por obra del Espíritu Santo y es el Mesías, Hijo de Dios. Y este motivo
pone en marcha en nuestra cultura cristiana lo mejor de nosotros mismos y los
grandes valores del Evangelio que anidan en el corazón humano. Las formas de
celebrarlo pueden depender de las circunstancias, pero la quintaesencia de la
fiesta es la misma. A veces los aspectos externos han podido ensombrecer lo
nuclear de la Navidad, pero el fondo sigue siendo el mismo: la alegría de Jesús
que nace.
Jesús es la
Palabra de Dios hecha carne
Jesús es la
palabra de Dios hecha carne, el que anunció con sus palabras y obras el inmenso
amor de Dios a una humanidad sumida en la oscuridad, entonces y ahora, inmersa
en el mal, en el egoísmo, en la envidia, en la avaricia, en la injusticia, en
el desprecio de unos a otros, y su amor entrañable le llevó a manifestarse como
luz para toda persona y a proclamar, con su muerte en la cruz, el triunfo del
amor, del perdón, de la misericordia, del servicio a los demás, de la
resistencia frente al mal y frente al pecado. Con su muerte y resurrección se
hizo patente que Él es el Hijo de Dios, la palabra viva y permanente que Dios
ha revelado a la humanidad, y fuente de regeneración de la vida para todos los
seres humanos.
El nacimiento
de Jesús
Hoy celebramos
el nacimiento de este niño Jesús que es el camino concreto y accesible a todo
ser humano para que, encontrándose con él, toda persona pueda salir adelante en
medio de los sufrimientos de la vida. La Navidad es la fiesta que hace memoria
de la Natividad de aquel niño y actualiza la esperanza a la que puede renacer
toda persona. Es una realidad palpable. Es Dios hecho hombre en un niño, el
niño Dios, el niño Jesús. La Navidad que cada año celebramos es el gran regalo
de Dios a los hombres y mujeres de buena voluntad, que son capaces de acoger a este
niño y vivir según el Evangelio.
La luz para el
mundo
Las lecturas
bíblicas de esta Nochebuena nos permiten contemplar el misterio de este
acontecimiento y su profundo significado pues presentan el surgimiento de la
luz en el niño de Belén. Jesús es la luz grande para la humanidad que habita
tierra de sombras (Is 9,2). El profeta Isaías nos
ofrece un poema espléndido (Is 9, 2-7) que expresa la
esperanza de una transformación radical, a través de la cual de la situación de
guerra, opresión y tiniebla se pasará a una situación de paz, de justicia y de
luz. Se trata de una esperanza en un personaje real de la dinastía de David,
cuyo reinado tendría grandes repercusiones sociales en la vida del pueblo, un
rey que atendiese al pobre y al oprimido, al quebrantado y humillado, al
explotado y a las víctimas de la violencia y de la injusticia, con la
implantación de un orden social justo y pacífico.
Jesús es el
Salvador, el Mesías, el Señor
El Evangelio
de Lucas en la Nochebuena (Lc 2, 1-14) es como una relectura
de ese poema de Isaías. Con carácter solemne e histórico, en tiempos del
emperador Augusto, se presenta a Jesús subrayando los aspectos de su
ascendencia davídica y de Belén como lugar mesiánico. Los evangelios se recrean
en el título de "Salvador", pues el mismo nombre de Jesús lo
significa, y en los títulos propios del Resucitado: "Mesías" y
"Señor". El cuadro de gloria y de personajes celestes es la
proclamación solemne de una autoridad suprema, en contraposición al gobernador
de Siria y al emperador de Roma. En este niño, nacido de la Virgen, están
cumpliéndose las expectativas mesiánicas dirigidas desde antiguo a la casa y
familia de David y la señal que Dios da a los hombres. La Buena Noticia de esta
noche es que, según s. Lucas, se realiza el Hoy de la salvación. Y los que son
capaces de percibirla son todos aquellos que, como los pastores, con humildad y
sencillez, se dirigen hasta Jesús para adorarlo.
Este niño es
la verdadera señal de Dios
En Isaías el
personaje habría de desempeñar una función política de ejercicio del poder en
el derecho y la justicia. En Lucas, sin embargo, la misión de instauración del
Reino se atribuye a uno que no tiene poder, sino la gran autoridad de su
palabra, en cuya fidelidad se ha trazado el destino de Jesús como Hijo del
hombre, y por cuya verdad ha muerto Jesús, como Mesías, abriendo un camino
nuevo, no ligado al ejercicio del poder, ni siquiera del poder bien ejercido,
sino al amor hasta la entrega de la vida. Este niño, con su debilidad y
fragilidad, es la única señal dada por Dios al mundo. Él es la luz que brilla
en la tiniebla como Palabra hecha carne (cf. Jn
1,5.14).
La luz de la
Pascua empieza a crecer
La Nochebuena
es el nacimiento de la luz, pues después de ella nace un día ya más largo y
creciente, el de la Navidad. La cultura cristiana ha hecho coincidir estos
fenómenos luminosos con la celebración del nacimiento del Mesías Jesús. Pero no
celebramos el fenómeno natural del solsticio de invierno sino el acontecimiento
sobrenatural del nacimiento de Cristo, el Salvador, trascendental para la
humanidad entera. Esta Pascua es preludio de la otra Pascua, la de la
resurrección, en la que Cristo, el crucificado y resucitado, se presenta como
vencedor de la muerte y como luz que vence a la sombra en la aurora de la nueva
humanidad.
Con Jesucristo
siempre nace y renace la alegría
Ésa es la luz
que ha empezado a nacer en el solsticio mesiánico del invierno. Y ésta es, para
todo ser humano, la excepcional e incomparable Buena Noticia que el evangelista
Lucas albriciaba en el gozo del Espíritu: "Os traigo la Buena Noticia. La
gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un
Salvador, el Mesías, el Señor" (Lc 2,10-11); es
el mismo evangelio de la alegría con el que el papa Francisco empezaba el gran
mensaje de la Evangelii
Gaudium en una formulación que a mi me gusta recordar especialmente esta noche: "Con
Jesucristo siempre nace y renace la alegría" (EG 1). Él es el único motivo
de la gran alegría de la Navidad. Con la humildad de María y de José, de los
pastores y de los magos, adoremos al Señor Jesús, Dios con nosotros. Feliz
Nochebuena.
José Cervantes
Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura