II
Domingo después de Navidad, ciclo B
Elegidos
antes de la creación del mundo
El misterio de un niño
Una de las
escenas entrañables de los padres de un niño pequeño, nacido en el amor de una
familia, es tener al niño en brazos durante largo tiempo. Y es frecuente
también otra experiencia, inefable y espléndida, en el padre o la madre que
tiene a su hijo en brazos. Parece como si esa criatura, que sólo tiene algún
mes, estuviera ahí desde siempre. Y es que el amor que esa vida irradia hace ya
impensable un futuro sin su presencia. Y además lo que se presiente del futuro
se representa del pasado. Si el espacio que llena ese niño en nuestra vida,
según avanzan los días, se hace insustituible, de manera análoga se hace
impensable un pasado sin él. En realidad ese niño no sólo ha visto la luz, sino
que llena de sentido la vida de un adulto, no sólo el futuro con lo que hay por
delante, sino el pasado que ha hecho posible que ese niño esté ahora ahí.
Un niño, plenitud de vida y de sentido
Algo parecido
les pasó al viejo Simeón y a la ancianita Ana cuando se encontraron con Jesús y
con sus padres en el templo de Jerusalén, tal como nos cuenta San Lucas en su
Evangelio. Sus vidas, su pasado y su futuro, se llenaron de sentido y de
plenitud. Y algo parecido pudo pasar a los autores del cuarto Evangelio y de la
carta a los Efesios respectivamente cuando contemplaban hacia finales del siglo
primero el sentido del nacimiento de Jesús en la primera Navidad.
La Palabra hecha carne
Mirando el
misterio del Niño Jesús y contemplando su nacimiento, sus vidas se llenaron de
sentido, y encontraron no sólo la dirección de la vida humana, sino también su
origen. El evangelista Juan se encontraba entonces con la Palabra divina hecha
carne en Jesús, o lo que es lo mismo, Dios hecho Palabra, que nos revelaba su
vida originaria y su fuerza creadora. Y el autor de Efesios remonta el origen
de toda existencia humana al amor de la elección divina, anterior a la creación
del mundo, el amor que llama a la vida a todo ser humano. Por ello podemos
decir que, en la Navidad de Jesús, el Señor, todos nacemos a una vida nueva y
descubrimos el verdadero sentido de la vida y la plenitud de nuestra
personalidad en Jesucristo, la luz que nos conduce irreversiblemente hacia
Dios.
Himnos primitivos de la comunidad
Este gran
misterio queda reflejado también en las lecturas de este domingo, que son como
himnos de la comunidad cristiana primitiva, que cantan la grandeza de la
sabiduría de Dios (Eclo 24,1-4.12-16), personificada
en la Palabra hecha carne (Jn 1,1-18) y dada a
conocer al hombre como derroche de gracia en Cristo, el amado, que desde el
Evangelio nos impulsa a la glorificación de Dios Padre (Ef
1,3-6.15-18). Sabemos que los textos del Evangelio relativos al nacimiento de
Jesús no son sólo la crónica de los hechos acaecidos en Belén durante el
nacimiento del Señor, sino más bien los relatos del origen del Mesías, Jesús,
el Hijo de Dios y el Salvador del mundo. En este misterio de la génesis del
Hijo de Dios se cumplen las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento y los anhelos humanos de
una vida en plenitud que trascienda los límites de la historia de los mortales.
El prólogo de san Juan
En el Prólogo
de su Evangelio (Jn 1,1-18) Juan nos describe, en
forma poética y excelsa, el misterio de la Palabra hecha carne. De este modo
interpreta el significado profundo del nacimiento de Jesús con un lenguaje y
unas categorías sapienciales: Jesús es la Palabra de Dios, la palabra eterna,
creadora y vivificadora. La palabra es la luz verdadera que alumbra a todo
hombre. Pero el prólogo de Juan refleja también, por una parte, el drama de
quienes no lo reciben y, por otra, la capacidad para vivir como hijos de Dios
de parte de quienes lo acogen mediante la fe. Aceptar a Jesús como Palabra
definitiva de Dios y como Hijo de Dios, reconocer la divinidad en su humanidad
es contemplar la gloria del Padre en el Hijo único, lleno de gracia y de
verdad. Y de su plenitud recibimos los creyentes todo en la vida como una
gracia. Por ello, con María y como María, en Navidad podemos experimentar todos
los creyentes la gran alegría de sentirnos agraciados por estar unidos
estrechamente unidos a Jesús, Hijo de Dios, Señor y Hermano nuestro.
La elección en la carta a los Efesios
Especialmente
el autor de la carta a los Efesios revela las consecuencias que tiene para
nosotros la Navidad redentora de Cristo, pues nos permite entender toda nuestra
vida a la luz del misterio de Cristo y nos transmite en lenguaje solemne y
exultante que el principal motivo de nuestro agradecimiento a Dios Padre es
Cristo, pues en él, con él y por medio de él hemos sido elegidos antes de la
creación del mundo, hemos sido destinados a ser hijos de Dios y hemos conocido
por medio del evangelio de la salvación la sobreabundante gracia derramada con
colmo sobre el ser humano.
La gracia de Cristo en nuestra vida
Igual que la
Virgen María ha sido colmada de gracia por Dios, también a nosotros Dios nos
agració en Cristo, de modo que si acogemos el misterio contenido en el
Evangelio, también nosotros viviremos la plenitud de la gracia y de la alegría.
En el cuarto domingo de Adviento decíamos que en la carta a los Efesios se hace
extensivo a los creyentes el derroche de gracia que tuvo lugar en la Virgen
María, a la que llamamos “colmada de gracia”. Efectivamente el mismo verbo
“agraciar”, del saludo del ángel a María (Lc 1,28),
se utiliza también para nosotros (Ef 1,6), de modo
que, sintiéndonos elegidos antes de la creación del mundo y destinados a vivir
como hijos del Padre, participemos de la inmensa alegría de haber sido colmados
de gracia por el Hijo y en el Hijo. La gracia en la Virgen María es proclamada
por Lucas como un don de Dios y como una respuesta creyente de María, mientras
que en nosotros, el don de la gracia nos ha sido dado en Cristo, pero la
respuesta de la fe depende de nosotros y por eso cada uno de nosotros tiene que
seguir escribiéndola en la vida. Este año nuevo es una nueva oportunidad para
ello.
Elegidos y destinados a ser alabanza
de su gloria
La carta a
los Efesios revela así el alcance espléndido del misterio de Cristo. Es muy
importante que Cristo haya obtenido el perdón de los hombres y la
reconciliación mediante su muerte en la cruz, pero también es trascendental que
Dios nos haya revelado el sentido y valor de esa muerte y, de ese modo, nos
haya permitido acceder a la gracia de su amor. Esto es lo que los creyentes
celebramos también en Navidad, pues al nacer el Hijo de Dios todos nacemos como
hijos de Dios y empezamos a vivir en auténtica fraternidad con los demás
hermanos. Y esa nueva identidad que nos vincula a Dios se proyecta tanto a
nuestro origen, “elegidos antes de la creación del mundo”, como a nuestro
futuro, destinados a ser “alabanza de su gloria”. Con Cristo, Palabra de Dios
hecha carne, todos nacemos a su misma vida y somos como niños en los brazos del
Padre y de la Madre. ¡Feliz año 2021!
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura