Un profeta incómodo

 

Establecer la relación entre memoria y futuro es un signo de sabiduría. Es encauzar la vertiente subterránea que hay entre el pasado y el futuro por los senderos de la historia. Sin esa fuente, o nos quedamos sin raíces o se nos diluye el horizonte de lo que se nos viene por delante. Esto es obra de los Profetas, visionarios del futuro y memoriosos del pasado. Es León Bloy quien nos lo dice atinadamente: “Profetas son aquellos que se acuerdan del futuro”.

El texto del Deuteronomio dice que Dios suscita a los profetas. Que les da palabras incendiarias como fuego en su corazón. Que esas palabras anuncian, pronuncian, renuncian, denuncian. Anuncian los Planes de Dios. Pronuncian su Palabra como presencia viva, renuncian a todo lo que les hace peso en su equipaje y, algo incómodo, difícil, pero propio de su identidad: Denuncian sin miedo.

Un testigo actual de ese profetismo apasionado de Evangelio, Pier Giordano, atina cuando dice: “Profeta es la persona que sabe señalar la novedad de Dios y sabe explicar su Palabra”. Van juntas las dos realidades: Novedad y Palabra. Y estallan cuando a esa Palabra se le da peso y autoridad. La autoridad le viene de su testimonio, de su verdad centrada en la energía apasionada por Dios y su novedad, siempre actual, siempre nueva.

Un místico y profeta como lo fue, Luis Alberto Luna Tobar, dice sin ambages, que el “Profeta es quien anuncia la presencia de Dios”. Es que estamos queriendo borrar el mismo nombre de Dios, sustituyéndolo por ‘dioses’, así en plural y minúscula y, por lo tanto, borrar su presencia. A los seguidores de Jesús, lo cuenta el Evangelio, se les abrían los ojos y descubrían en su Palabra la Novedad de Dios con una fuerza energetizante única.

Cochabamba 31.01.21

jesús e. osorno g. mxy

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