Y se hizo la luz
“Tu sonrisa es mi sol” se dicen, en piropo deslumbrante, los enamorados. Un
sol que nace desde dentro. Su fuente es el corazón, su energía, el amor. A Dios
lo describe la Biblia, revestido de luz, sus carruajes son de fuego y su presencia
reverbera en contagio prolongado como ascuas en cañaveral. Por eso atrae, prende
e ilumina. Luz y amor van de la mano en la purificación y sanación de nuestro
mundo universo.
Jesús sube a la montaña y lleva consigo a tres de sus discípulos más cercanos
a los secretos de su mesianismo. Quiere anticipar en Ellos los caminos de su
resurrección, pasando antes por el duro acontecer de su pasión. Claro que Ellos
no lo entienden. Pero los deslumbra. Les hace sentir el calor y la luminosidad
de su divinidad en teofanía palpitante que los enceguece y los tira de bruces
al suelo para enseñarles a digerir la abundancia de la luz.
En la vida cristiana nos sobrecogen las tinieblas a cada paso. Van
acompañadas de dudas, perplejidades, desconciertos. Cada vez más, la fe nos
exige purificación, coherencia, transparencia. El clamor de los desheredados de
la tierra, nos ensordece. Nos falta humildad para escucharlos, amor para
servirles, limpieza del alma para reconocerlos. Hay que tenerle miedo a la
‘huida’ de la realidad que nos tienta con frecuencia.
Pedro y sus colegas le piden a Jesús que les permita hacer tres chozas.
Insinuando con esto que querían quedarse en la montaña a ritmo de luz
incandescente. No era esa la intención de Jesús… quería solo mostrarles un
camino o, mejor, un rayito de luz que prendiera en sus corazones como el sol de
los novios que hacen de cada detalle un amanecer. Así se va haciendo la luz
entre nosotros en un prende y apague que fortalece la caminada.
Cochabamba 28.02.20
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com