CUARESMA – DOMINGO III B
(7-marzo-2021)
Jorge Humberto
Peláez S.J.
Los Diez Mandamientos, sabios principios de
convivencia social
ü
Lecturas:
o
Libro
del Éxodo 20, 1-17
o
I
Carta de san Pablo a los Corintios 1, 22-25
o
Juan
2, 13-25
ü
Seguimos
avanzando por este camino de preparación para celebrar los misterios pascuales.
Estamos en la III semana de Cuaresma. En este domingo, la liturgia nos invita a
meditar sobre tres puntos:
o
En
primer lugar, nos recuerda la vigencia de los Diez Mandamientos. Si
respetáramos estas reglas básicas de la convivencia, el mundo sería muy
distinto, y disminuirían los conflictos y tensiones.
o
En
segundo lugar, san Pablo nos recuerda lo difícil que es anunciar al Señor
resucitado, pues los intereses de las culturas dominantes están muy lejos de lo
que proclamamos. Es como hablar en un idioma desconocido.
o
En
tercer lugar, la dramática escena de la expulsión de los vendedores del Templo
nos pone de manifiesto el peligro de usar la religión para obtener beneficios económicos
o apoyar determinados movimientos políticos.
ü
Empecemos,
pues, por el relato del libro del Éxodo sobre la promulgación de los Diez Mandamientos.
Se trata de un momento particularmente solemne de la tradición judeo-cristiana,
que ha sido determinante para la marcha de la civilización occidental. Esta
escena de la promulgación de los Diez Mandamientos ha inspirado películas,
novelas y pinturas.
ü
A
pesar de la antigüedad de este texto, sigue teniendo un enorme influjo como referente
ético de la humanidad. No podemos quedarnos en una lectura estática de estas normas,
sino que su comprensión y aplicación se va enriqueciendo a medida que la
humanidad asimila nuevas experiencias:
o
Preguntémonos,
por ejemplo, qué nos dicen hoy las palabras del primer mandamiento: “No te
harás ídolos ni representaciones. No los adorarás ni los servirás; porque yo el
Señor tu Dios soy un Dios celoso”. Los hombres y mujeres del siglo XXI no
tenemos la tentación de adorar al dios-jaguar, a la serpiente emplumada o al
dios-sol. Nuestras tentaciones de idolatría son diferentes. Los dioses que nos
seducen son el dios-dinero, el dios-poder, la diosa- tecnología. Y para
congraciarnos con ellos y recibir sus favores, estamos dispuestos a
sacrificarlo todo: la salud, los amigos, la familia, los valores que nos
inculcaron en nuestras familias.
o
Leemos
en el libro del Éxodo: “No pronunciarás el nombre del Señor tu Dios en falso. Porque
el Señor no dejará impune al que pronuncia en falso su nombre”. Este antiguo
mandamiento ha sido olvidado. Todos los días los medios de comunicación nos
presentan el vergonzoso espectáculo que dan los testigos que han sido llamados
a declarar bajo la gravedad del juramento. No tienen inconveniente en ir modificando
su testimonio con tal de beneficiarse de alguna manera. La palabra empeñada
carece de valor.
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El
mundo sería diferente si nuestros comportamientos siguieran inspirándose en los
Diez Mandamientos, leídos e interpretados de manera dinámica porque la realidad
cultural evoluciona.
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Pasemos
ahora al segundo punto de nuestra meditación dominical. En este texto de la I Carta
de san Pablo a los Corintios, el apóstol se refiere a las enormes dificultades
de anunciar al Señor resucitado a las personas que vienen del judaísmo y del
entorno cultural griego. San Pablo lo expresa de manera elocuente: “Los judíos piden
milagros y los griegos buscan sabiduría. Nosotros, en cambio, anunciamos un
Mesías crucificado, para los judíos un escándalo, para los griegos una insensatez”.
Esta es la dura realidad que debe afrontar san Pablo como anunciador de la
Buena Nueva.
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¿Cuáles
son algunos de los obstáculos que debe afrontar la Iglesia en su actividad evangelizadora?
Vivimos en un contexto cultural crudamente materialista, en el que los valores
espirituales son mirados con desprecio. Lo importante es pasarla bien, “lo chévere”,
lo que satisfaga nuestros sentidos aquí y ahora. Ahora bien, quienes viven sumergidos
en el materialismo no pueden negar un profundo vacío interior. Acerquémonos a
ellos, no con sermones ni discursos teóricos, sino con el testimonio de una
vida plena entregada al servicio de los demás. Así descubrirán que
vivir-en-salida-hacia-los otros es clave para encontrar la felicidad y que la
vida vale la pena. El servicio a los demás es el camino para abrirse a la
trascendencia.
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Llegamos
ahora al tercer punto de nuestra meditación, la dramática escena de la expulsión
de los vendedores, que habían convertido los alrededores del Templo de Jerusalén
en un enorme mercado. Jesús, lleno de ira santa, los expulsó: “¡Quiten esto de
aquí! ¡No sigan haciendo de la casa de mi Padre un mercado!”. Lamentablemente, esta
escena se sigue repitiendo a lo largo de los siglos. Para no cometer injusticias,
es necesario distinguir entre una digna y respetuosa venta de servicios a los
peregrinos, lo cual es posible hacer, y la burda explotación económica de la religiosidad
popular. Todos nosotros conocemos ejemplos de estos dos escenarios: la oferta
digna y respetuosa de servicios a los peregrinos, y el negocio burdo y
descarado.
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Los
pastores de la Iglesia, particularmente aquellos a quienes se ha confiado la
custodia de estos santuarios, deben ser muy cuidadosos en salvaguardar la
identidad espiritual de estos centros de peregrinación. Hay muchas personas que
quieren apoderarse de ellos para favorecer sus intereses económicos o políticos
o ideológicos. No se puede permitir la introducción de prácticas que empañen la
pureza de la experiencia espiritual.
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Es
hora de terminar nuestra meditación dominical que, en este III domingo de Cuaresma
ha estado centrada en tres puntos: la vigencia de los Diez Mandamientos, a pesar
de su antigüedad; las dificultades para anunciar la Buena Nueva de la salvación
en medio de una sociedad materialista que da la espalda a los valores del espíritu;
y la exigencia de conservar libres de manipulación las variadas y ricas manifestaciones
de la religiosidad popular.