CUARESMA – DOMINGO V B
(21-marzo-2021)
Jorge Humberto
Peláez S.J.
Señor, crea en mí un corazón puro
ü
Lecturas:
o
Profeta
Jeremías 31, 31-34
o
Carta
a los Hebreos 5, 7-9
o
Juan
12, 20-33
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Hoy
celebramos el V domingo de Cuaresma. En una semana comenzará la conmemoración
de la Pascua del Señor. Las lecturas de los domingos de Cuaresma nos han
invitado a tomar muy en serio el camino de la conversión interior y hemos
meditado en ese gesto infinito de amor por el que el Hijo Eterno de Dios, hecho
hombre, se haya despojado de los atributos de su divinidad para terminar
clavado en una cruz:
o
El
Salmo 50 expresa el anhelo profundo de quien se reconoce como pecador y pide la
gracia del Señor para poder cambiar su modo de vida: “Crea en mí un corazón
puro”.
o
La
Carta a los Hebreos expresa, de manera dramática, la angustia y el miedo de
Jesús ante los acontecimientos que le esperan. Como verdadero hombre, se aterra
ante el dolor y la muerte; pero estos sentimientos tan intensos no lo apartan
de la misión que el Padre le ha confiado.
o
En
el Evangelio, Jesús explica, de manera impactante, la lógica diferente de su
Pascua. “Si el grano de trigo al caer en tierra no muere, queda infecundo”. En
otras palabras, el paso a la plenitud de la vida exige la experiencia de la
muerte. Esta lógica diversa de Jesús debe ser reflexionada en el silencio de la
oración, porque la naturaleza humana se rebela contra ella.
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Profundicemos
en esta hermosa oración que aparece en el Salmo 50: “¡Oh Dios! Crea en mí un
corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de
tu rostro, no me quites tu santo espíritu”.
o
El
salmista reconoce su pecado, no pretende disimular sus debilidades. Ahora bien,
este reconocimiento de sus miserias no lo hunde en la desesperación. Aunque sus
pecados son muy grandes, confía en el amor misericordioso de Dios.
o
El
arrepentimiento del cristiano no consiste en un agobiador sentimiento de culpa.
Consiste en reconocer nuestra impotencia y abrirnos a la gracia. Dejemos que Dios
obre en nosotros.
ü
¿Qué
nos dice hoy esta petición: “Crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro
con espíritu firme?”. Si somos honestos, tendremos que reconocer que nuestra
vida está marcada por profundas contradicciones: proyectamos una imagen ideal
que no corresponde con lo que somos. Ilustremos esto con un ejemplo: con
vehemencia afirmamos que somos abiertos, tolerantes, libres de prejuicios
raciales; pero cuando estos hechos nos afectan personalmente, somos personas
cerradas, intolerantes y con inaceptables prejuicios raciales y sociales.
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Así
es nuestra miserable condición humana: hacemos alarde de unos principios que no
corresponden con lo que realmente pensamos. Por eso debemos pedirle al Señor
que nos dé un corazón puro, que nos limpie de incoherencias, rencores y
envidias. Solos no podemos. Pero la gracia de Dios todo lo puede. En este
camino cuaresmal, reconozcamos nuestra frágil condición y mostrémonos
disponibles a la acción del Espíritu en nosotros.
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Vayamos
ahora al impactante texto de la Carta a los Hebreos, en donde se nos descubre
el infinito dolor que aflige al corazón de Cristo: “Cristo, en los días de su
vida mortal, a grandes gritos y con lágrimas ofreció oraciones y súplicas a
Dios”.
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Todos
nosotros, en el transcurso de nuestra vida, hemos vivido experiencias muy duras,
de las creíamos que no íbamos a salir; por ejemplo, la pérdida de un ser
querido, un diagnóstico médico, un desastre económico. Durante estos largos
meses de pandemia, estos golpes se han sentido con particular fuerza. También
nosotros nos hemos conmovido, como Jesús, hasta dar gritos y derramar lágrimas.
Cuando en medio de la tormenta dirigimos los ojos a Jesús, estamos seguros de
ser escuchados.
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Su
corazón se estremeció como el nuestro; sintió miedo ante soledad, el dolor y la
muerte, igual que nosotros. Cuando oramos, no tenemos que hacer ningún esfuerzo
para captar su atención ni pronunciar largos discursos para que entienda lo que
nos pasa. Todos nuestros dramas encuentran profunda resonancia en el corazón de
Cristo. Ese es el mensaje de este elocuente pasaje de la Carta a los Hebreos.
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Finalmente,
detengámonos a meditar en las palabras de Jesús sobre el grano de trigo que
debe morir para germinar. En el Reino que Jesús ha venido a instaurar, la
gracia de Dios y los dones del Espíritu Santo no son el resultado del esfuerzo
humano. En la vida diaria, nos hemos acostumbrado a una práctica que utilizan
los negocios para atraer a la clientela, que consiste en “acumular puntos” y,
cuando queremos, podemos “redimirlos”, es decir, convertirlos en nuevos
productos o servicios. Los “puntos son un derecho que adquirimos.
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Pero
el Reino de Dios no funciona “acumulando puntos” y después canjeándolos por
dones de Dios. En el Reino, todo es regalo, todo es don. El mensaje del grano
de trigo que cae en tierra y muere para así germinar, es una invitación a morir
para nuestros caprichos y así dejar que Cristo actúe en nosotros; que miremos
el mundo con los ojos de Jesús; que actuemos en la lógica de Jesús, inspirada
en la justicia y el amor.
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Que
estos mensajes que nos dejan los textos de este V domingo de Cuaresma nos permitan
avanzar por este camino de conversión y preparación. La Pascua del Señor cambia
las lecturas y perspectivas puramente humanas.