PASCUA
– DOMINGO DE PENTECOSTÉS B
(23-mayo-2021)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Pidamos
al Espíritu Santo que transforme las mentes y corazones
ü
Lecturas:
o
Hechos
de los Apóstoles 2, 1-11
o
I
Carta de san Pablo a los Corintios 12, 3b-7. 12-13
o
Juan
20, 19-23
ü
En
los Hechos de los Apóstoles y en el evangelio de Juan, encontramos unas
descripciones muy vigorosas de la experiencia de Pentecostés vivida por los discípulos
del Señor. Estos relatos nos permitan recrear, de alguna manera, la escena: Estaban
reunidos y los sentimientos se entremezclaban (miedo, oración, expectativa de que
algo muy grande iba a suceder); estruendo como de viento huracanado; lenguas de
fuego; intensa experiencia mística; profunda transformación interior; incontenible
deseo de alabar y bendecir al Señor.
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Pentecostés
es el nacimiento de la Iglesia y el punto de partida del anuncio gozoso del
Señor resucitado, que seguirá resonando hasta el final de los tiempos.
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Pentecostés
es el cumplimiento de la promesa que Jesús había hecho a sus discípulos. El Espíritu
Santo acompañará al nuevo pueblo de Dios, que es la Iglesia. Pentecostés es un
momento particularmente solemne en la vida de una comunidad concreta, pero no
se agotó en esa fecha lejana. El milagro de Pentecostés se sigue dando todos
los días en la vida de la Iglesia. El Espíritu sigue comunicando sus dones y
carismas.
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El
Espíritu Santo transformó a ese grupo de atemorizados seguidores, quienes se
convirtieron en elocuentes y valientes testigos. El Espíritu Santo inspiró el anuncio
proclamado por los Apóstoles, dio valor a la naciente comunidad cristiana para superar
las persecuciones, y sigue inspirando y fortaleciendo a la Iglesia.
ü
Los
escenarios históricos van cambiando y los contextos se transforman. Pensemos,
por ejemplo, en el momento tan difícil que estamos viviendo como país, a raíz
de las marchas de protesta y la violencia que se ha desatado en muchas
ciudades. En un momento delicadísimo de la pandemia, abandonamos las prácticas
de bio-seguridad, y miles de personas salieron a la calle sin tapabocas, sin
distancia social; por la acción de los vándalos y los largos bloqueos de las
vías y de los negocios, desaparecieron los sueños de una pronta reactivación económica.
En medio de estas convulsiones sociales, la Iglesia se pregunta continuamente cómo
anunciar, aquí y ahora, el Reino de Dios y cómo servir a la sociedad.
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¿Qué
anuncio de salvación tenemos para los jóvenes frustrados y para quienes perdieron
su medio de subsistencia? Con esperanza vemos el trabajo que está realizando la
Conferencia Episcopal que, junto con las Naciones Unidas, busca establecer
canales de comunicación que permitan encontrar soluciones a la gigantesca
crisis social que nos agobia. Al emprender esta iniciativa de acercamiento
entre los actores sociales, la Iglesia no tiene intereses políticos ni económicos:
solo la mueve el deseo de avanzar en equidad, justicia y reconciliación. Para
llevar a cabo esta delicada tarea pide la luz del Espíritu Santo.
ü
La
Secuencia que escuchamos en esta misa de Pentecostés tiene unas expresiones que
interpretan fielmente los sentimientos y oraciones de millones de colombianos:
o
“Eres
pausa en el trabajo; brisa en un clima de fuego; consuelo en medio del llanto”.
o
“Doblega
nuestra soberbia, calienta nuestra frialdad, endereza nuestras sendas”.
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Llevamos
más de un año en medio de esta pesadilla. Estamos cansados, sensibles. Millones
de hermanos nuestros se han hundido en la pobreza. Los jóvenes se sienten
frustrados y no ven un futuro. Y los líderes políticos no han sido capaces de sintonizarse
con los sentimientos y dolores de la gente. Esto nos ha conducido a un
estallido social sin precedentes, que está siendo capitalizado por oscuros
actores que tienen sus propias agendas e intereses.
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Por
eso los creyentes nos dirigimos con angustia al Espíritu Santo para que transforme
las mentes y corazones de todos nosotros, y seamos capaces de encontrar
respuestas a los graves problemas que agobian al país. “Ven, Espíritu Santo, y
envíanos desde el cielo tu luz para iluminarnos”.
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Reflexionemos
brevemente sobre los dones del Espíritu Santo. Los teólogos nos explican que
los dones son un regalo de Dios a los seres humanos para que acojamos con gusto
y alegría el plan de Dios y seamos capaces de tomar decisiones correctas en
medio de situaciones complejas y nos sentimos confundidos.
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Según
nos lo enseña la Iglesia, los dones del Espíritu Santo son siete: don de
sabiduría y entendimiento, don de consejo y
fortaleza, don de ciencia y de piedad, y don de temor
de Dios. Estas gracias que nos concede el Espíritu Santo iluminan nuestro conocimiento para hacer una lectura cuidadosa de
los acontecimientos de la vida e identificar allí el llamado del Señor. Y estas
gracias del Espíritu Santo también
iluminan nuestra voluntad para buscar y hallar a Dios en todas las cosas y
desear construir con nuestros hermanos lo que el Papa Francisco llama un
proyecto de fraternidad y amistad social, y así superar los enfrentamientos que
desgarran el tejido social.
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En
esta fiesta de Pentecostés pidamos al Espíritu Santo que ilumine las mentes y
corazones de todos nosotros, y en particular de quienes lideran los procesos
sociales e inciden en las políticas públicas. Hay mucha confusión, rabia,
frustración, pobreza. Las mentes y corazones están obnubilados. Necesitamos
sensatez y buscar con sinceridad el bien común.