TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO X B
Fiesta
del Cuerpo y Sangre del Señor
(6-junio-2021)
El
misterio eucarístico, lugar de sanación y encuentro
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Lecturas:
o
Éxodo
24, 3-8
o
Carta
a los Hebreos 9, 11-15
o
Marcos
14, 12-16. 22-26
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Hoy
celebra la liturgia la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo. La Iglesia nos
invita a reflexionar sobre el significado de este regalo maravilloso que nos
dio el Señor cuando celebró la Última Cena con sus discípulos y les ordenó:
“Hagan esto en memoria mía”. Desde entonces, los sacerdotes celebramos
diariamente este memorial de la Pascua del Señor.
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Hoy
no solo reflexionamos sobre su significado, sino que también damos gracias por
invitarnos a su mesa para compartir el Pan de vida y el Cáliz de salvación. Es
un espacio particular de intimidad con el Señor para expresarle todo lo que
acontece en nuestra vida. Ciertamente, Él conoce, mejor que nosotros mismos, nuestra
historia personal. Pero le gusta que la narremos con toda la carga de emociones
que acumulamos en nuestro interior. Es una experiencia única de cercanía e intimidad.
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Lamentablemente,
durante estos largos y tediosos meses de pandemia, millones de católicos no han
podido asistir a la misa dominical, y han tenido que consolarse con las misas
transmitidas por TV. Tenemos necesidad de participar presencialmente, sentir
que pertenecemos a una comunidad de fe, orar y cantar juntos.
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Todos
los días celebro la eucaristía con un pequeño grupo de hermanos sacerdotes. Con
mucha frecuencia, viene a mi imaginación la experiencia vivida por el pueblo de
Israel que caminó por el desierto durante cuarenta años: cansado, insolado, deshidratado,
irritable, con hambre. Me imagino el momento en que encontraban un oasis,
armaban sus tiendas, se refrescaban, descansaban, reponían las fuerzas,
resolvían los problemas de convivencia que aparecían en la vida cotidiana.
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Así
me siento cada día, cuando celebro la eucaristía durante esta pandemia. Es como
llegar a un oasis en el que descanso, repongo mis fuerzas y encuentro la paz
interior.
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En
la celebración de la eucaristía, nos alimentamos con el Pan de la Palabra y con
el Pan vivo bajado del cielo. Meditemos brevemente en lo que significan estas
dos realidades.
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Empecemos
por el Pan de la Palabra. Estamos
viviendo en medio de una enorme confusión. En las ciudades y pueblos de
Colombia, escuchamos todo tipo de voces y protestas. A esta enorme diversidad
de manifestaciones, se unen las redes sociales que, en vez de informar,
confunden y distorsionan la realidad.
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Falta
lucidez para interpretar los hechos. Falta sensatez para hacer propuestas. Los creyentes
acudimos a la Palabra de Dios, no para encontrar fórmulas y recetas, sino para
encontrar allí sabiduría, sentido de la justicia, ecuanimidad, empatía para
comprender el dolor de los hermanos, generosidad para acoger. En esta fiesta
del Cuerpo y Sangre de Cristo, pidamos que la Palabra de Dios penetre en lo
profundo de los corazones y transforme nuestra manera de ver, juzgar y actuar.
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Así
como nos alimentamos con el Pan de la Palabra, también lo hacemos con el Pan de vida y el Cáliz de salvación.
En la celebración eucarística, recuperamos las fuerzas, nos recargamos de fe,
esperanza y amor para seguir anunciando la buena noticia de la salvación y
apoyar todas aquellas iniciativas que aporten a la solución de los problemas
que nos agobian.
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En
la celebración de la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, agradecemos que
hayamos sido invitados a la mesa del Señor para compartir allí el Pan de la
Palabra y el Pan de vida.
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Avancemos
en nuestra meditación dominical y detengámonos a reflexionar en el significado
que tiene la eucaristía como lugar donde se construye la comunidad.
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Cuando
nos sentamos a la mesa del Señor, fortalecemos los vínculos de fraternidad.
Somos hijos del mismo Padre, herederos de Dios y coherederos con Cristo.
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Esto
significa que debemos buscar en la eucaristía la inspiración y la gracia para
sanar las profundas heridas que desgarran el tejido social. En las calles de nuestro
país están confluyendo numerosos actores sociales con agendas e intereses muy diversos:
aspiraciones justas, cálculos electorales, narcotráfico, ataques a la
institucionalidad. Todas estas tensiones han paralizado la actividad económica,
aumentan el desempleo y la pobreza, exasperan a la sociedad civil, son el
escenario perfecto para que irrumpa la violencia.
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En
estos momentos de confusión y tensión, dirigimos los ojos a la eucaristía,
“cumbre y fuente de la vida cristiana”, para encontrar en ella la fuerza espiritual
y la lucidez para encontrar las respuestas a los graves problemas que nos
acosan.