TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XII B
(20-junio-2021)
Jorge Humberto Peláez S.J.
Sálvanos,
Señor, que nos hundimos
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Lecturas:
o
Libro
de Job 38, 1. 8-11
o
II
Carta de san Pablo a los Corintios 5, 14-17
o
Marcos
4, 35-40
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Acabamos
de escuchar el relato del evangelista Marcos sobre la tempestad calmada. Fue el
mismo texto que inspiró al Papa Francisco en aquella impactante homilía del 27
de marzo de 2020, al comienzo de la pandemia. Esa escena nos acompañará por
muchos años: una tarde lluviosa, la inmensa Plaza de San Pedro vacía y un
pequeño estrado donde se destacaba la figura solitaria del Papa, una imagen de
la Virgen y un Crucifijo. Millones de televidentes del mundo entero pudimos
seguir esta sobria ceremonia que nos conmovió hasta las lágrimas.
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Repasemos
las palabras del Papa en esta histórica oración: “Al atardecer (Mc. 4, 35). Así
comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece
que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas,
calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un
silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpa en el aire, se siente en los
gestos, lo dicen las miradas”.
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Estas
conmovedoras palabras las pronunció el Papa Francisco hace quince meses. En
Colombia, el número de muertos se acerca a los 100.000. Y aunque el ritmo de
vacunación ha ido creciendo, todavía estamos muy lejos de haber superado esta
pesadilla. Los hospitales y las clínicas están desbordados.
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Teniendo
como telón de fondo el mismo pasaje del evangelista Marcos que nos presenta la
liturgia de este domingo, repasemos las palabras de Francisco. En ellas destacó
el valor inmenso que adquiere la solidaridad: “Al igual que a los discípulos
del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos
cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados;
pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos,
todos necesitados de confortarnos mutuamente”.
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Una
de las grandes lecciones que nos deja esta pandemia es la importancia de la
cooperación y el trabajo en equipo. Todos nos necesitamos. Ojalá que esta ética
del cuidado, que hemos puesto en práctica durante estos tediosos meses de
encierro, se convierta en un modo de vida que se exprese en todo lo que
hagamos. Si todos remamos en la misma dirección, si todos nos cuidamos, saldremos
adelante. Pero si regresan las agendas individualistas, particularmente en el
mundo de la política, estaremos condenados a vivir otros cien años de pobreza y
corrupción.
ü
Esta
pandemia también ha significado un fuerte llamado a la humildad. Hemos sido arrogantes
con los avances de la ciencia. Pero llegó este enemigo invisible y puso en jaque
a la humanidad. Lo dijo el Papa Francisco en su homilía: “La tempestad
desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas
seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos,
rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo
que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad”.
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Para
muchos de nosotros, esta experiencia de tempestad ha significado un crecimiento
en vida espiritual. Hemos encontrado en la eucaristía y en la oración la fuerza
para superar el estrés y el cansancio de pasar muchas horas frente a una
pantalla de computador en trabajo remoto. Hoy valoramos, como nunca lo habíamos
hecho, las cosas simples de la vida, la cercanía de la familia y de los amigos.
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A
medida que vamos avanzando por el camino de la vacunación, tenemos el enorme
desafío de curar las graves heridas que esta pandemia está dejando en la mente
y en la afectividad de millones de personas; pensemos, por ejemplo, en los
niños que no han podido asistir a la escuela y en los ancianos que han estado recluidos
en soledad.
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Las
heridas causadas por la pobreza han significado un grave retroceso. Millones de
colombianos que habían logrado convertirse en clase media, regresaron a la temida
pobreza; la pandemia arrasó los logros obtenidos tras un duro trabajo. Y miles
de jóvenes ven con desesperanza el futuro.
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A
lo largo de nuestra historia, los colombianos hemos mostrado una increíble capacidad
de superación. Pensemos en la violencia política entre los liberales y los
conservadores, los coches-bomba que destruían los centros comerciales, el
narcotráfico con su aterrador poder de destrucción, las llamadas pescas – milagrosas
que nos impedían recorrer las carreteras de nuestro hermoso país, las
extorsiones, etc. Nuestra institucionalidad, en medio de todas sus graves
fallas, ha logrado sobrevivir, a pesar de que muchos analistas internacionales
nos habían declarado una democracia fallida… Con la gracia de Dios, con un
profundo sentido de la solidaridad y trabajando duro superaremos esta tempestad
que nunca imaginamos.