TIEMPO
ORDINARIO – DOMINGO XXI B
(22-agosto-2021)
Jorge Humberto Peláez S.J.
El
lento camino de la madurez en la fe
ü Lecturas:
o Libro de Josué 24, 1-2ª. 15-17. 18b
o Carta de san Pablo a los Efesios 5, 21-32
o Juan 6, 60-69
ü Muchas personas viven su fe como algo simplemente
cultural. ¿Qué significa esto? Como hemos nacido dentro de una cultura católica,
hace parte de la tradición recibir el bautismo, hacer la primera comunión y
quizás casarse por la Iglesia. La fe, entendida de esta manera, es un simple
barniz que no alcanza a transformar nuestros actos, actitudes ni la opción fundamental.
ü Sin embargo, se presentan situaciones que sacuden todas nuestras
estructuras: un duelo familiar, un problema serio de salud, un desastre
económico. Estos terremotos existenciales nos obligan a revisar todos los presupuestos
sobre los que hemos construido la vida, incluida la dimensión religiosa. En
estas circunstancias extremas pueden suceder dos cosas: La primera opción es la
desaparición definitiva de ese delgado barniz religioso que recibimos en la
infancia; la segunda opción es la consolidación de la fe, la cual deja de ser
algo recibido en herencia para ser asumido como una opción de vida, como una
decisión personal.
ü En las lecturas de este domingo, encontramos dos escenas
en las que es confrontada la solidez en la fe:
o La primera escena tiene como protagonista a Josué, quien
interpela a la comunidad, que había estado protestando por las incomodidades
desde que salieron de Egipto.
o La segunda escena tiene como protagonista a Jesús, quien
confronta a un grupo de seguidores que se habían escandalizado al escuchar las
palabras de Jesús sobre el pan de vida.
ü En estas dos escenas, Josué y Jesús exigen que la gente
deje a un lado las ambigüedades y tome una posición clara frente a la fe en
Dios.
ü Veamos más en detalle cómo se desarrollan estos
encuentros. Empecemos con el relato del libro de Josué, quien convocó a la
comunidad y dijo: “Si les parece demasiado duro servir al Señor, escojan hoy a
quién servir: a los dioses a quienes sirvieron sus padres en Mesopotamia o a
los dioses de los amorreos, en cuyo país habitan ustedes. De todos modos, mi
familia y yo serviremos al Señor”.
ü El líder confronta a la comunidad. Desde que salieron de
Egipto, los israelitas no han cesado de lamentarse. Esto generó fuertes
tensiones. Moisés y Aarón tuvieron que interceder repetidas veces ante Yahvé
para evitar que castigara a este pueblo de dura cerviz. A pesar de los
prodigios que habían vivido ellos y sus padres, su fe nunca maduró. Todo
dependía de la gratificación que recibieran y el estado de bienestar.
ü Pasemos ahora al relato evangélico en el que encontramos
a Jesús debatiendo acaloradamente con un grupo de seguidores que se habían escandalizado
al escuchar sus palabras sobre el pan de vida: “Jesús, sabiendo que sus
discípulos criticaban sus palabras, les dijo: ¿Esto los hace tropezar en la fe?
(…) Las palabras que yo les he hablado son espíritu y vida. Pero hay entre
ustedes algunos que no creen”.
ü Esta situación que afrontó Jesús hace dos mil años, sigue
replicándose. Hay personas que se sienten muy cómodas leyendo los textos de las
parábolas con hermosas figuras tomadas de la vida campesina, y disfrutan los
fuertes debates con los fariseos. Pero se alejan cuando se encuentran con el
Jesús de la pascua, Aquel que sufrió la crueldad de la crucifixión para luego
resucitar de entre los muertos. Como lo dice elocuentemente san Pablo, para
unos es locura y para otros es motivo de escándalo.
ü Después de esta dura confrontación, “muchos de sus
discípulos lo abandonaron y no siguieron con Él. Entonces dijo Jesús a los
Doce: ¿También ustedes quieren irse?”
ü Todavía sigue resonando la emotiva respuesta del apóstol Pedro
a esta pregunta de Jesús: “Señor, ¿a quién vamos a ir? ¡Tú tienes palabras de
vida eterna!”
ü Esas dos lecturas que nos trae la liturgia de este
domingo son una magnífica oportunidad para meditar sobre la solidez de nuestras
creencias religiosas y el tipo de relación que tenemos con Dios.
ü ¿Se trata de un simple barniz que se ha ido borrando a lo
largo de los años? ¿Sentimos junto a nosotros a ese Buen Pastor que camina a nuestro
lado, nos alimenta, nos cura las heridas y protege? En general, a medida que
avanzamos en la vida vamos adquiriendo nuevos conocimientos, y desarrollando
destrezas y habilidades para responder a las condiciones cambiantes. Pero en
cuanto a los valores éticos y religiosos, no avanzamos mas
allá de lo que adquirimos durante los años de colegio. No hemos madurado en la
fe. No hemos avanzado en el conocimiento de Jesucristo. Nuestra relación con Dios
sigue girando en el eje premio – castigo, lo cual es muy infantil.