XXVIII Semana del Tiempo Ordinario A (Año Impar)
Introducción a la semana
Volvemos a las primeras lecturas tomadas del Nuevo Testamento. Pablo nos
hablará, en su carta a los Romanos –la más larga de las que escribió y en la que
se contempla la madurez de su pensamiento-, del misterio de la justificación (=
la “fuerza salvadora” de Dios, que se comunica por la fe). Ha recibido “el don y
la misión” de “hacer que todos los gentiles respondan a la fe”. Dios dejó huellas
de sí mismo en la creación, que muchos no han sabido reconocer, desviándose
hacia otros dioses que han embotado su corazón y poniéndose así en peligro de
perderse. Juzgarlos no es cosa nuestra, pues, aparte de que también obramos
mal, carecemos de la comprensión y la misericordia con que Dios nos mira a
todos. Él se fija sobre todo en la fe con que aceptamos su palabra, como
Abrahán, que se fió enteramente de Dios y de sus promesas. “Como todo
depende de la fe –dice Pablo-, todo es gracia”.
Los textos evangélicos de esta semana invitan de diversas maneras a la
conversión. Jesús advierte que hubo ejemplos llamativos de esta actitud en el
pasado (Nínive, en tiempos de Jonás, entre otros), que deberían imitarse
también ahora. Denuncia tanto el ritualismo de unos (preocuparse de las formas,
de lo de fuera, más que de cambiar el corazón) como la hipocresía de otros
(exigir mucho a los demás, sin aplicarse uno mismo ese rigor). Se granjeó por
ello la enemistad de los censurados y ese será también el sino de los que le
imiten; pero los anima a ser consecuentes y a confiar en el Espíritu.
El día de la Virgen del Pilar celebramos el arraigo de la fe en España, que parece
remontarse a los primeros tiempos de la difusión del Evangelio, así como la
expansión de esa fe en los pueblos hermanos de Hispanoamérica desde que se
puso el pie en el Nuevo Mundo.- Y recordamos la gran figura humana y mística
de Teresa de Jesús, la santa castellana que ha enseñado a tantas generaciones
el camino de la oración. Primero lo recorrió ella misma en un largo y laborioso
proceso, y luego lo plasmó en sus libros, fruto de una extraordinaria experiencia
interior de amistad con Dios y de un interés por comunicar a otros, empezando
por sus monjas, el modo de alcanzar esa misma meta.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos)
Con permiso de dominicos.org