EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la XXX Semana del Tiempo Ordinario
Carta de San Pablo a los Romanos 8,12-17.
Hermanos, nosotros no somos deudores de la carne, para vivir de una manera
carnal.
Si ustedes viven según la carne, morirán. Al contrario, si hacen morir las obras de
la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán.
Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor,
sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir,
¡Padre!
El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos
de Dios.
Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de
Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él.
Salmo 68(67),2.4.6-7ab.20-21.
¡Se alza el Señor! Sus enemigos se dispersan y sus adversarios huyen delante de
él.
Pero los justos se regocijan, gritan de gozo delante del Señor y se llenan de alegría.
El Señor en su santa Morada es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:
él instala en un hogar a los solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos,
mientras los rebeldes habitan en un lugar desolado.
él instala en un hogar a los solitarios y hace salir con felicidad a los cautivos,
mientras los rebeldes habitan en un lugar desolado.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación! El carga con nosotros día tras
día;
él es el Dios que nos salva y nos hace escapar de la muerte.
Evangelio según San Lucas 13,10-17.
Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga.
Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía
dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de
ninguna manera.
Jesús, al verla, la llamó y le dijo: "Mujer, estás curada de tu enfermedad",
y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios.
Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a
la multitud: "Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse
curar, y no el sábado".
El Señor le respondió: "¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no
desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber?
Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años,
¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?".
Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la
multitud se alegraba de las maravillas que él hacía.
Leer el comentario del Evangelio por
San Gregorio Magno (v. 540-604), Papa y doctor de la Iglesia
Homilías sobre el evangelio n°31
«Mujer, quedas libre de tu imperfección»
"Jesús enseñaba en la sinagoga un sábado. Había allí, una mujer poseída,
desde hacía dieciocho años, de un espíritu que la tenía invalida»... "estaba curvada,
y no podía mirar hacia arriba.» El pecador, preocupado por las cosas de la tierra y
no buscando las del cielo, es incapaz de mirar hacia lo alto: como sigue deseos que
le llevan hacia abajo, su alma, perdiendo su rectitud, se curva, y no ve más que lo
que piensa sin cesar.
Volveos hacia vuestros corazones, hermanos muy queridos, y examinad
continuamente los pensamientos a los que no dejáis de dar vueltas en vuestro
espíritu. Uno piensa en honores, otro en dinero, otro en aumentar sus propiedades.
Todas estas cosas son bajas, y cuando el espíritu se invierte, se desvía, perdiendo
su rectitud. Y porque no se levanta a desear los bienes de alto, es como esta mujer
curvada, que sencillamente no puede mirar hacia lo alto...
El salmista ha descrito muy bien nuestra curvatura cuando dijo de sí mismo,
como símbolo de todo el género humano: «Estoy encorvado y encogido hasta el
extremo» (Sal. 37,7). Se consideraba que el hombre, aunque creado para
contemplar la luz de lo alto, fue arrojado fuera del paraíso a causa de sus pecados,
y que en consecuencia, las tinieblas que reinan en su alma, le hacen perder el
apetito de cosas de lo alto y prestar toda su atención a las de abajo... Si bien el
hombre, perdiendo de vista las cosas del cielo, pensaba sólo en las cosas de este
mundo, sería sin duda curvado y humillado, pero no «en exceso». Ahora bien, como
no sólo las cosas de este mundo hacen bajar sus pensamientos..., sino, el placer
defendido que hunde, no está sólo curvado, sino
«curvado en exceso».servicio brindado por el Evangelio del Día,
www.evangeliodeldia.org”