XXVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Martes
Lucas 11, 37-41
Den limosna de lo que tienen, y todo lo de ustedes quedará limpio ”. El
Espíritu dará al corazón la pureza que conviene en el ejercicio de la limosna y la
oración. Así se cumplirla palabra: “El alzar de mis manos es como una ofrenda de la
tarde” (ps.140, 2), y esta otra: "Las manos de los poderosos distribuyen riquezas"
(Prov.10,4) Y san León Magno dice que “Junto al razonable y santo ayuno, nada
más provechoso que la limosna, denominación que incluye una extensa gama de
obras de misericordia, de modo que todos los fieles son capaces de practicarla, por
diversas que sean sus posibilidades”.
La limosna evangélica no es simple filantropía: es más bien una expresión
concreta de la caridad, la virtud teologal que exige la conversión interior al amor de
Dios y de los hermanos, a imitación de Jesucristo, que muriendo en la cruz se
entregó a sí mismo por nosotros.
Cada vez que por amor de Dios compartimos nuestros bienes con el prójimo
necesitado experimentamos que la plenitud de vida viene del amor y lo
recuperamos todo como bendición en forma de paz, de satisfacción interior y de
alegría. El Padre celestial recompensa nuestras limosnas con su alegría. Y hay más:
San Pedro cita entre los frutos espirituales de la limosna el perdón de los pecados.
“La caridad –escribe– cubre multitud de pecados” ( 1P 4,8). Por eso hoy Jesús, en el
evangelio nos ha dicho: “ Den limosna de lo que tienen, y todo lo de ustedes
quedará limpio ”.
San José Benito Cottolengo solía recomendar: “Nunca cuentes las monedas
que das, porque yo digo siempre: si cuando damos limosna la mano izquierda no
tiene que saber lo que hace la derecha, tampoco la derecha tiene que
saberlo” ( Detti e pensieri , Edilibri, n. 201).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)