Encuentros con la Palabra
Domingo XXIX Ordinario – Ciclo A (Mateo 22, 15-21)
“Cuando oyeron esto, se quedaron admirados”
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
En la Biblioteca Mario Valenzuela, que contiene la colección de libros de la Comunidad de
Profesores María Inmaculada, de la Compañía de Jesús en Colombia, y que actualmente
está en el edificio Pedro Arrupe de la Universidad Javeriana, hay una vitrina en la que se
expone una hermosísima colección de arqueología bíblica. Son objetos de gran valor,
encontrados en Tierra Santa por el P. Gustavo Baena. Uno de los objetos que más me
llamó la atención la primera vez que vi esta colección fue una moneda que tiene grabado
un rostro y una inscripción: “TI CLAUDIUS CAESAR AUG PM TRUMPH”. Afortunada-
mente, junto a la moneda, hay una explicación de su origen y la traducción de su
inscripción: “Tiberio Claudio César Augusto Pontífice Máximo Triunfador”. Es una moneda
en bronce, de la época de la dominación de Judea bajo Tiberio César, Emperador romano
desde el año 14 al 37 de nuestra era, justamente la época de la vida de Jesús.
Después de las tres parábolas que hemos leído durante los domingos anteriores que,
desde luego, habían movido el piso de los jefes de los sacerdotes y los ancianos del
templo, vienen dos escenas en las que Mateo quiere resaltar la forma como los fariseos
primero, y los saduceos después, tienden sendas trampas a Jesús para tener cómo
acusarlo delante de las autoridades romanas y judías, respectivamente.
Mateo nos cuenta hoy cómo “los fariseos fueron y se pusieron de acuerdo para hacerle
decir a Jesús algo que les diera motivo para acusarlo. Así que mandaron a algunos de
sus partidarios, junto con otros del partido de Herodes, a decirle: – Maestro, sabemos que
tú dices la verdad, y que enseñas de veras a vivir como Dios exige, sin dejarte llevar por
lo que diga la gente, porque no juzgas a los hombres por su apariencia. Danos, pues tu
opinión: ¿Está bien que paguemos impuestos al emperador romano, o no?”
Si Jesús dice que está bien pagar impuestos al emperador romano, sería acusado por los
que rechazaban la dominación romana y reclamaban la independencia política y religiosa
judía, que eran muy radicales y, en algunos casos, violentos... Si dice que no se deben
pagar los impuestos al imperio, sería detenido y castigado por los invasores... No era fácil
la coyuntura. Pero Jesús, que (como dicen los españoles), no tenía ni un pelo de tonto,
“dándose cuenta de la mala intención que llevaban, les dijo: – Hipócritas, ¿por qué me
tienden trampas? Enséñenme la moneda con que se paga el impuesto. Le trajeron un
denario, y Jesús les preguntó: ¿De quién es esta cara y el nombre que aquí está escrito?”
Evidentemente, el que estaba allí retratado era el César. Y Jesús les dice la famosa frase
que hoy se sigue utilizando a nivel popular: “Den al César lo que es del César y a Dios lo
que es de Dios”. Nadie le había preguntado por Dios, pero Jesús les recuerda que sus
compromisos políticos no los exime de su compromiso con Dios, que debe estar por
encima de todo lo demás. Desde luego, “cuando oyeron esto, se quedaron admirados; y
dejándolo, se fueron”. La moneda que está en la Biblioteca Mario Valenzuela nos
recuerda hoy la pregunta de Jesús: ¿Le estamos dando a Dios lo que es suyo?
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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