¡Ay de ustedes!
Lc 11, 47-54
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
NO SOMOS RESPONSABLES SÓLO DE NOSOTROS MISMOS
¡Qué contraste entre la conmovida contemplación del grandioso proyecto de salvación
«ideado» y puesto pacientemente en práctica por la benevolencia de Dios y las violentas y
dramáticas invectivas de Jesús contra los doctores de la Ley y sus padres, que opusieron
siempre un firme rechazo a las llamadas divinas. La Iglesia , sometiendo a confrontación estas
«obstinaciones», nos lanza por lo menos una doble llamada.
El plan de la salvación es maravilloso: contemplémoslo; con ello obtendremos un profundísimo
consuelo y alegría, que serán nuestra fuerza para los inevitables momentos de dificultad y para
los tiempos -a menudo largos- de crecimiento y maduración, que con facilidad someten a una
dura prueba nuestra perseverancia, aunque son necesarios para que se realice en nosotros el
plan de Dios; ahora bien, también hemos de estar vigilantes, porque muchos a quienes Dios lo
confió antes que a nosotros, en vez de colaborar, le opusieron resistencia y perdieron de vista
la meta. ¡Que no nos suceda lo mismo a los que escuchamos esta palabra!
La segunda llamada es: No somos responsables sólo de nosotros mismos. Dios nos ha
revelado a los cristianos el misterio de su voluntad, a saber: que todos los hombres se salven
en Cristo, para que nosotros manifestemos este misterio y todos puedan entrar en él. Eso
significa, por una parte, vigilar para no escandalizar con nuestros comportamientos y respetar a
los que son diferentes, sin pretender imponer nuestra fe o nuestras formas culturales, a fin de
convertirnos para los otros en lugar de encuentro con Cristo, y, por otra, significa también no
escondernos, sino tener el valor de mostrarnos y actuar claramente como cristianos, a fin de
llegar a ser vehículos de su amor.
ORACION
Bendito seas, Dios, que, en tu Hijo amado, nos has dado «la redención por medio de su
sangre» y nos invitas a contemplar en ella tu gran amor de Padre. Nuestro corazón debería
estar repleto de gratitud, pero no somos demasiado capaces de darte las gracias, sobre todo
por un acontecimiento que parece tan alejado de nosotros y de nuestra vida. Tal vez nos
sintamos también algo incómodos: ¿qué podemos darte nosotros a cambio? Nuestro amor es
débil: tenemos miedo hasta del menor sufrimiento, tenemos deseos de amarte, pero eso no
basta. Sólo tenemos para ofrecerte nuestros pecados: acéptalos y ejerce sobre ellos tu
misericordia.