“A ustedes, mis amigos, les digo”.
Lc 12, 1-7
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
TE HE AMADO CON AMOR ETERNO Y TE HE CREADO PARA QUE GOCES DE
MÍ PARA LA ETERNIDAD
Nos quedamos sin palabras cuando alcanzamos a tener alguna conciencia del
inestimable valor y la incomparable belleza de lo que Dios nos ha dado al crearnos y
recrearnos como hijos suyos en Jesucristo. Nos quedamos espantados cuando
pensamos que este bien lo pone Dios en nuestras manos y lo confía a nuestra
libertad. Dios demuestra tener una confianza inmensa en nosotros, y, por haberse
comprometido a no dejar que nos falte nada de lo que nos es necesario para
corresponder a su don, nos inviste de una responsabilidad terrible: nos deja a
nosotros determinar nuestra felicidad o infelicidad eterna.
Dios, que envió a su Hijo a la tierra para salvarnos y quiso que tomara nuestra carne
para compartir en todo la condición humana, al recordarnos nuestro destino eterno,
no quiere sacarnos del mundo en que vivimos y debemos vivir, sino que nos declara
su amor y nos sitúa ente una alternativa y nos pide que elijamos: «Te he amado con
amor eterno y te he creado para que goces de mí para la eternidad. Tú no eres
capaz de llegar a mí, pero yo me ocuparé completamente de ti y haré que puedas.
Te pido sólo que te fíes de mí y correspondas a mi amor, testimoniándolo con
sencillez y valor. Por ti mismo, solo, no puedes hacer nada: vencerán en ti el miedo,
la lógica de la componenda, los instintos del egoísmo y las debilidades de tu
naturaleza y me perderás para siempre. ¿Qué es lo que quieres? ¡Elige!».
ORACION
Señor, tú me envuelves con tu amor. Todo mi ser está encerrado por tu amor: el
comienzo de mi existir, el curso de mi vida sobre la tierra, mi destino eterno.
Gracias, Dios mío, por haberme soñado. Gracias por haberme vuelto a colmar de
dones, por haber dispuesto previamente con cuidado todo aquello de lo que tengo
necesidad. Gracias por estimarme. Gracias porque me has creado persona y me
respetas, incluso cuando uso mal mi libertad. Gracias, sobre todo, porque no me
quieres como un objeto pasivo de tu generosidad, sino que me pides que sea un
«tú» que responde un «sí» libre de amor. Atráeme, para que yo pueda ser tu
alegría.