XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Segunda Lectura: 1Ts 1,1-5
San Pablo en la segunda lectura dice a los de Tesalónica: “Recordamos su fe,
esperanza y caridad”. Este es el tema que les voy a proponer, las virtudes
teologales: La fe, la esperanza y la caridad, que son como tres estrellas que brillan
en el cielo de nuestra vida espiritual para guiarnos hacia Dios. Estas tres virtudes
nos ponen en comunión con Dios y nos llevan a él.
1. LA FE
Hablemos de la fe. La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en
todo lo que Él nos ha dicho y revelado… Por la fe “el hombre se entrega entera y
libremente a Dios” ( DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la
voluntad de Dios. “El justo (...) vivirá por la fe” (Rm 1, 17). La fe viva “actúa por la
caridad” ( Ga 5, 6).
Nuestra vida moral tiene su fuente en la fe en Dios que nos revela su amor.
San Pablo habla de la “obediencia de la fe” (Rm 1, 5; 16, 26) como de la primera
obligación. Hace ver en el “desconocimiento de Dios” el principio y la explicación de
todas las desviaciones morales (cf Rm 1, 18-32). Nuestro deber para con Dios es
creer en Él y dar testimonio de Él (CIgC 2087).
El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también
profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos [...] vivan preparados
para confesar a Cristo ante los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en
medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” ( LG 42; cf DH 14). El
servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo [...] aquel
que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi
Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré
yo también ante mi Padre que está en los cielos” ( Mt 10, 32-33) (CIgC 1816).
2. LA ESPERANZA
La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y
a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las
promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la
gracia del Espíritu Santo (CIgC 1817). En otras palabras, decimos que la esperanza
es aguardar confiadamente la bendición divina y la bienaventurada visión de Dios.
La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios
en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades
de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del
desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la
bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y
conduce a la dicha de la caridad (CIgC 1818).
Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le
aman (cf Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cf Mt 7, 21). En este punto santa
teresa de Jesús nos dice: “Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la
hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo
cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más
mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y
deleite que no puede tener fin” ( Exclamaciones del alma a Dios , 15, 3)
3. LA CARIDAD
La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las
cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (cf Jn 13, 34). Amando a los suyos
“hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose
unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos.
Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros;
permaneced en mi amor” ( Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento mío: que
os améis unos a otros como yo os he amado” ( Jn 15, 12) (CIgC 1822-1823). El
ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad.
En el vértice de las tres virtudes teologales está el amor, que san Pablo
compara casi con un lazo de oro que une en armonía perfecta a toda la comunidad
cristiana: “Y por encima de todo esto, revístanse del amor, que es el vínculo de la
perfección” (Col 3, 14). Estas son las tres virtudes teologales, que nos disponen a
los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Fueron infundidas por
Dios en nuestra alma para hacernos capaces de obrar como hijos suyos y merecer
la vida eterna.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)