“Al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará”
Lc 12, 8-12
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
ESPÍRITU SANTO
El evangelio de Lucas reclaman nuestra atención sobre el «papel» insustituible
del Espíritu Santo. Tal vez sea el Espíritu la Persona más «desconocida» de la
Trinidad , aunque, en comunión con el Padre y el Hijo, está actuando
constantemente en la Iglesia y en el mundo. Por ser el amor personal con el que
se aman recíprocamente el Padre y el Hijo, conoce toda la intimidad de la vida
divina y, por morar en las almas que le acogen, les transmite el conocimiento
amoroso que es él mismo. Ahora bien, su modo de instruirnos y de actuar es de
una naturaleza completamente distinta a lo que estamos acostumbrados. Nos
enseña dando la vuelta a nuestros mecanismos: mientras que en la experiencia
humana, por lo general, acogemos lo que antes hemos comprendido y
consentido, el Espíritu se comunica al hombre en la medida en que encuentra
una acogida confiada. De ahí que comprendamos las cosas del Espíritu sólo en la
medida en que estemos dispuestos a adherirnos.
Cuando el Espíritu encuentra en un alma obediencia a la verdad y disponibilidad
para hacer lo que Dios quiere, lleva a cabo los prodigios de los que ya ha
sembrado la historia de la salvación: desde la transformación de doce hombres
atemorizados en columnas de la Iglesia universal, sobre la que «no prevalecerán
las puertas del infierno», al animoso testimonio de los miles de mártires de la fe
y de la caridad de nuestro siglo... al testimonio, menos llamativo aunque no
menos audaz, que la coherencia con nuestra fe nos pide frente a los continuos
desafíos de una sociedad y de una cultura cada vez más descristianizadas.
ORACION
Señor, quién sabe si nuestra fe se vuelve caridad para con nuestros hermanos y
supone para alguno ocasión de una plegaria de agradecimiento. Quién sabe si
nuestra fe y nuestra caridad hablan de ti a la gente de nuestro tiempo o bien no
dicen nada. Tal vez hayamos renegado de ti no con las palabras, sino con los
hechos. Si ha sido así, perdónanos. Estamos enfermos de individualismo y no
siempre nos sentimos responsables de nuestros hermanos. Haz crecer en
nosotros el sentido de la comunión para que podamos descubrir la belleza de
vivir nuestra fe con los otros y hacer juntos cada vez más atrayente el rostro de
tu Iglesia. Que tu Espíritu ilumine nuestros ojos para que sean capaces de mirar
más allá de nuestra existencia y ver ya desde ahora en nuestra historia los
signos de tu amor, que se manifestará en su esplendor totalizador cuando
también nosotros queramos recibir nuestra herencia.