XXIX Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Introducción a la semana
Continúa Pablo hablándonos de la “justificación” o fuerza salvadora de Dios. Para
encarecer la eficacia universal de esa iniciativa divina, establece una
comparación entre la solidaridad que tenemos con Adán –que introdujo el
pecado en la historia humana- y la que tenemos con Cristo –que vino a redimir
esa historia de manera sobreabundante-. Si todos procedemos de un primer
pecador, todos somos también beneficiarios, y en mucho mayor medida, del
único Salvador que nos reconcilia con Dios por su gracia. Pero este beneficio
reclama nuestra colaboración: poniéndonos enteramente al servicio de esa
gracia, haciéndonos “esclavos” de Dios para poder ser también enteramente
libres. Y, como hay en nosotros una fuerte tendencia a obrar en contra de
nuestras convicciones –por influjo de lo que Pablo llama “la carne” (= nuestras
inclinaciones desordenadas)-, esa meta sólo la alcanzaremos con la ayuda del
Espíritu, abiertos a él.
El Evangelio, a su vez, nos pone en guardia contra varios peligros: el apego a las
riquezas de este mundo, el descuido de nuestras responsabilidades ante Dios
con el pretexto de que “siempre hay tiempo para cambiar”, la ingenuidad de los
que piensan que para un cristiano nunca habrá conflictos con las personas más
cercanas, la torpeza para interpretar los signos de Dios en cada etapa de nuestra
vida, la propensión a creer que, si nos va bien, no tenemos nada que corregir.
San Ignacio de Antioquía es uno de los llamados Padres “Apostólicos”, es decir,
aquellos que fueron, en parte, contemporáneos de los Apóstoles de Jesús, y que
quizá incluso conocieron a alguno de ellos. Lo descubrimos gracias a sus cartas,
camino del martirio; escritos de una intensidad espiritual extraordinaria (la que
dirigió a los Romanos es una cumbre mística), en los que se une la preocupación
por la unidad de la Iglesia con el anhelo vehemente de dar la vida por Cristo
para ser definitivamente cristiano.- San Lucas fue compañero de san Pablo,
además de autor del tercer evangelio y del libro de los Hechos de los Apóstoles:
en uno subraya la actitud de Jesús con los pobres; en el otro, la presencia
decisiva del Espíritu en la Iglesia naciente.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega (Burgos)
Con permiso de dominicos.org