Jueves 20 de Octubre de 2011
Jueves 29ª semana de tiempo ordinario 2011
Romanos 6,19-23
Hermanos: Uso un lenguaje corriente, adaptándome a vuestra debilidad,
propia de hombres; quiero decir esto: si antes cedisteis vuestros miembros como
esclavos a la inmoralidad y al desorden, para el desorden total, ponedlos ahora al
servicio de la justicia para vuestra santificación. Cuando erais esclavos del pecado,
la justicia no os gobernaba. ¿Qué frutos dabais entonces? Frutos de los que ahora
os avergonáis, porque acaban en la muerte. Ahora, en cambio, emancipados del
pecado y hechos esclavos de Dios, producís frutos que llevan a la santidad y acaban
en vida eterna. Porque el pecado paga con muerte, mientras que Dios regala vida
eterna por medio de Cristo Jesús, Señor nuestro.
Salmo responsorial: 1
R/Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Dichoso el hombre / que no sigue el consejo de los impíos, / ni entra por la
senda de los pecadores, / ni se sienta en la reunión de los cínicos; / sino que su
gozo es la ley del Señor, / y medita su ley día y noche. R.
Será como un árbol / plantado al borde de la acequia: / da fruto en su sazón
/ y no se marchitan sus hojas; / y cuanto emprende tiene buen fin. R.
No así los impíos, no así; / serán paja que arrebata el viento. / Porque el
Señor protege el camino de los justos, / pero el camino de los impíos acaba mal. R.
Lucas 12,49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "He venido a prender fuego en
el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué
angustia hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No,
sino división. En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y
dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la
madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera
contra la suegra."
COMENTARIOS
La secuencia relativa a la instrucción de los discípulos concluye con una serie
de sentencias: «Fuego he venido a lanzar sobre la tierra, y ¡qué más quiero si ya ha
prendido!» (12,49). El fuego que trae Jesús no es un fuego destructor ni de juicio
(contra la expectación de Juan Bautista, cf. 3,9.16.17), sino el fuego del Espíritu
(cf. Hch 2,3), fuerza de vida que él infunde en la historia y que causa división entre
los hombres. La reacción de la sociedad no se hará esperar: «Pero tengo que ser
sumergido por las aguas y no veo la hora de que eso se cumpla» (Lc 12,50). La
sociedad reaccionará dándole muerte («ser sumergido por las aguas»), pero él sabe
muy bien que la plena efusión del Espíritu será fruto de su muerte, llevando a
término así su obra (cf. 23,46 y Hch 2,33). «¿Pensáis que he venido a traer paz a la
tierra? Os digo que paz no, sino división. Porque, de ahora en adelante, una familia
de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; se dividirá padre contra
hijo e hijo contra padre, madre contra hija e hija contra madre, la suegra contra su
nuera y la nuera contra la suegra» (Lc 12,51-53). Jesús viene a romper la falsa paz
del orden establecido (cf. Miq 7,6). El juicio lo hace la actitud misma que la persona
adopte ante el mensaje. Los vínculos que crea la adhesión a Jesús son más fuertes
que los de sangre.
Juan Alarcón, s.j..
(Extracto de Fundación ÉPSILON)